Tema: En este ARI se repasa la puesta en marcha del “Proceso de Barcelona: Unión para el Mediterráneo” (UPM) y sus consecuencias geopolíticas.
Resumen: Tras superarse total o parcialmente diversos recelos, la iniciativa ideada por Nicolas Sarkozy es hoy una realidad que, aunque aún en estado embrionario, ha contribuido a dinamizar el debate sobre el Mediterráneo. Sus consecuencias geopolíticas pueden ser revisadas tanto en relación con lo que sus principales miembros esperan de ella como en relación con su posible impacto en otros marcos de diálogo y de cooperación ya existentes en la región.
Análisis
El complejo nacimiento de la UPM
El pasado 13 de julio, los 27 jefes de Estado o de Gobierno de la UE, los de 14 Estados no miembros pero ribereños de ambas orillas y los de Jordania y Mauritania se reunían en París para dar a luz la UPM. Ello suponía un número mucho más grande de países que los inicialmente previstos por Nicolas Sarkozy cuando este, siendo aún candidato presidencial, lanzaba la idea de crear una Unión Mediterránea (UM) con un indefinido grupo de Estados ribereños.[1] Una vez elegido presidente quiso seguir adelante con la iniciativa y ahí ya su visión nacionalista se vio confrontada a la de quienes, desde la UE, le recordaron el compromiso en materia de política exterior existente dentro de la Unión, así como la preexistencia del Proceso de Barcelona (la Asociación Euromediterránea). La UM intentaba recuperar el liderazgo que en otro tiempo Francia tuvo en el Magreb, en el Mediterráneo y en el mundo árabe, y que Sarkozy percibía en declive en el contexto de la mundialización y ante el creciente papel de otros actores, desde la UE y algunos de sus Estados miembros hasta EEUU, este último cada vez más visible, primero en lo económico a fines de los 90 con la Iniciativa Eizenstat y luego, en la presente década, con diseños antiterroristas como la Iniciativa Pan Sahel y su sucesora la Iniciativa Trans–Sahariana Contraterrorista.
Junto a España e Italia, que consiguieron con el Llamamiento de Roma del 20 de diciembre de 2007 que la UM pasara a ser denominada Unión para el Mediterráneo, el papel más visible en la reconducción del proyecto lo tuvo Alemania. Esta presionó para “comunitarizar” la iniciativa y, de paso, quitarle buena parte de su originalidad. Tal “comunitarización” ha sido positiva puesto que era importante mantener la aproximación global, de la UE y de sus Estados miembros, a la cuenca mediterránea como tal y no sólo a una selección de países. Con ello se evitó la vuelta a la competición entre algunos actores europeos tradicionalmente involucrados en la región, con Francia tratando de dirigir la acción europea en el Magreb y de diseñar ciertos aspectos de la misma en Oriente Próximo. Alemania recordaba así a Francia que la UE no podía ser mantenida al margen. De este pulso franco–alemán Francia obtuvo como logro más visible su adhesión al Consejo Báltico, según un acuerdo firmado por Sarkozy y la canciller Angela Merkel el 3 de marzo en Hannover.
Estos movimientos iniciales intraeuropeos demostraron también que otros socios comunitarios, con Polonia al frente, veían un riesgo en el hecho de que la iniciativa francesa detrajera energías necesarias para gestionar complejos desafíos como las vecindades con Rusia y Ucrania, la pugna energética con el Kremlin o el convulso Cáucaso. La iniciativa lanzada por Polonia y Suecia en mayo de 2008 de dirigir una propuesta parecida a la UPM hacia el este de Europa y la próxima Presidencia de la República Checa, a partir del 1 de enero, ilustran sobre el contexto en cierta medida adverso en el que tratará de despegar la UPM. Con un intento asegurado de diversos Estados miembros de la Unión de priorizar en la agenda del semestre cuestiones como la vecindad de la Unión con Rusia, los intereses concretos de los socios comunitarios ubicados en Europa central y oriental, el debate energético en torno a proyectos como el gasoducto Nabucco, el futuro del Cáucaso y las discusiones sobre el proyecto de escudo antimisiles al que tanto Polonia como la propia República Checa se han vinculado ya formalmente y sus posibles consecuencias, los esfuerzos de Francia y los demás miembros de la Unión que se sientan realmente comprometidos con la UPM deberán ser importantes y aplicarse a un escenario que ni en el Magreb ni en Oriente Próximo será propicio.
La “comunitarización” de la iniciativa y su nuevo nombre (UPM, que denotaba compromiso “para” la cuenca para hacer funcionar proyectos más que construir complejidades geopolíticas, como se buscaba con la UM) se aseguraron en el Consejo Europeo del 13 y 14 de marzo en Bruselas, en el que la iniciativa aparecía como copatrocinada con Italia y España y acababa de ser consensuada con Alemania. Aquí se confirmó también su integración en el marco del Proceso de Barcelona, lo cual implicaba embarcar en ella a todos los socios comunitarios, y se encargaba a la Comisión una hoja de ruta, que hizo pública en su Comunicación del 20 de mayo.
La UPM incorpora elementos que despiertan recelos: la sede de la Secretaría, la rotación de la copresidencia, las reuniones del Comité Permanente de altos funcionarios y la celebración de las Cumbres bianuales deberán decidirse, por unanimidad, en Marsella el próximo 3 de noviembre. Por otro lado, el número de miembros –todos los Estados miembros de la Unión y todos sus socios mediterráneos, salvo Libia– hará de la UPM un club difícil de dirigir. La copresidencia bicéfala durante períodos de dos años podrá ser disfrutada en su totalidad sólo por Egipto pero no así por Francia, que habrá de cederla a partir del 1 de enero de 2009 a la República Checa al mantenerse para los miembros europeos el calendario propio de la UE. La figura de la copresidencia quiere afianzar la regla de la responsabilidad compartida en toda iniciativa y en toda ejecución, recordándose que tal necesidad fue expuesta por los socios mediterráneos durante la Cumbre del décimo aniversario la Asociación Euromediterránea, celebrada en 2005 en Barcelona.
El voluntarismo de Sarkozy sigue manifestándose y ello a pesar de los notables cambios que ha sufrido su proyecto inicial, en especial por el amplio número de miembros y por la extensión de sus campos de actuación. La idea de que la UPM podrá ser instrumental para superar problemáticas muy asentadas en la región y dinamizar la mecánica de trabajo a través de la realización de proyectos está presente en la evaluación francesa. Además, esta última considera que la coyuntura no es desfavorable: la Secretaría de Estado francesa de Prospectiva, Evaluación, Políticas Públicas y Desarrollo Económico publicaba a principios del pasado mes de julio un estudio destacando las tasas de crecimiento del PIB en los países magrebíes (un 6% de media) y el hecho de que, aunque la crisis global actual también se va a sentir allí, es previsible que las fuertes inversiones en infraestructuras, el incremento en la demanda interior y los importantes flujos financieros de operadores del Golfo beneficiarán a los socios de las orillas sur y este del Mediterráneo en los próximos años.
Los miembros no comunitarios
Por un lado, los iniciales recelos árabes –centrados en Argelia, Libia y Siria– veían en la iniciativa el riesgo de que supusiera el cierre definitivo de la tradición política árabe de Francia para embarcarse en una aproximación más amplia incluyendo a Israel, objetivo este último bien evidente en la aproximación de Sarkozy. Tales recelos se seguían poniendo de manifiesto tanto en la 15ª Conferencia Ministerial del Foro Mediterráneo, celebrada en Argel el 6 de junio, como en la mini–Cumbre auspiciada por Muammar El Gaddafi el 11 de junio en Trípoli, a un mes de la Cumbre de París, y a la que acudieron los presidentes de Argelia, Túnez, Mauritania y Siria y el primer ministro marroquí. Gaddafi rechazó vivamente que Europa seleccionara a un número de Estados árabes y propuso que se utilizara como interlocutor a la Unión Africana o a la Liga Árabe. Gaddafi fue el gran ausente en la Cumbre de la capital francesa. Con la excepción de este último, Sarkozy fue capaz de reunir a árabes e israelíes en París pero no de redinamizar las negociaciones palestino–israelíes y de reflejarlo en la declaración de 10 páginas surgida de la Cumbre.
Recelosa ha estado también desde el principio Turquía, que desde que Sarkozy comenzara a hablar de su iniciativa la consideraba como un sucedáneo de su incorporación a la UE dada la oposición conocida del político francés a la adhesión turca. Así, tan sólo un mes antes de la Cumbre de París aún se especulaba con la ausencia de Turquía y ello a pesar de que las autoridades de Ankara habían venido siendo tranquilizadas por enviados del Elíseo ya desde junio de 2007, y en especial a partir del Consejo Europeo de marzo. Fue su primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, quien representó a su país en la Cumbre y Turquía habría recibido garantías en el sentido de que la UPM no frenará sus negociaciones de adhesión.
Finalmente, los otros miembros europeos de la UPM –Croacia, Bosnia, Montenegro y Mónaco– no tendrán problema alguno en aceptar el “acervo de Barcelona”, exigencia esta impuesta por la UE y que es precisamente la que hace que, hoy por hoy, Libia siga sin incorporarse.
La visibilidad de la UPM vendrá dada por la puesta en marcha de diversos proyectos. De los 44 inicialmente acordados, seis eran preseleccionados para demostrar su despegue, y necesitarán de fondos que hoy no están asegurados y que en ningún caso procederán del Presupuesto comunitario. Además, cabe destacar que desde la perspectiva del sur, la selección inicial y la preselección posterior no se adecuan necesariamente a lo que gobernantes y opiniones públicas consideran prioritario para su desarrollo. Los seis inicialmente elegidos son: (1) la limpieza del Mediterráneo en el horizonte de 2020; (2) la creación de autopistas marítimas y terrestres (esta última la del Magreb, entre Mauritania y Libia, en el horizonte de 2012); (3) la definición de un programa de protección civil de catástrofes; (4) un plan solar mediterráneo, donde una Alemania que desea firmemente alimentarse de tal energía podría ser un iniciador importante junto con Argelia, tal y como se comentaba durante la visita oficial de Angela Merkel al país magrebí inmediatamente después de la Cumbre de París; (5) una universidad del Mediterráneo con sede en Eslovenia; y (6) una iniciativa mediterránea de desarrollo de pequeñas y medianas empresas. Tan sólo el primero de los proyectos inicialmente seleccionados necesitaría de una financiación de unos 2.000 millones de euros, según los expertos en la materia. Además, queda por ver quién va a supervisar dichos proyectos. Al no aumentarse los fondos destinados al Proceso de Barcelona, hay que buscar fondos privados o semipúblicos porque la UE ya tiene bastante con sanearse internamente de aquí a 2013 y Alemania y otros Estados miembros seguirán siendo especialmente vigilantes con los Presupuestos. Por otro lado, es importante subrayar que los ámbitos en los que estos proyectos van a moverse son, la mayoría, los ya confiados por los Estados a instrumentos de la UE. Destacaremos que algunos de estos ya se han puesto en marcha, tal y como lo atestigua, a título de ejemplo, el que la UE haya seleccionado una lista de puertos que podrían estar involucrados en la creación de autopistas del mar conectadas con grandes puertos comunitarios como Barcelona y Marsella. En una reunión celebrada en Bruselas el 17 de julio, en la que participaron expertos convocados por el programa MEDA–Mos (Motorways of the Sea), se designaron cuatro puertos del sur –Bejaia (Argelia), Gabes (Túnez), Haifa (Israel) y Tartús (Siria)– y se invitó a otros 10 a mejorar sus candidaturas de cara a otra reunión similar que se celebrará en octubre. El programa MEDA–Mos incluye el aprovechamiento de la red europea de transportes y su vinculación al espacio euromediterráneo, había celebrado anteriormente dos reuniones –la East–Med, entre el 10 y el 20 de junio de 2007 en El Cairo, y la West–Med, entre el 11 y el 12 de junio del mismo año en Marsella– y ahora es aprovechado por la UPM para darle contenido a la nueva iniciativa trabajando sobre pilares que, en este caso, ya habían sido construidos previamente.
De los recelos iniciales a la implicación de actores regionales y foráneos
La “especialización” en proyectos de la iniciativa, la presencia de Israel mientras perduran diversos conflictos en Oriente Próximo, la cuestión no resuelta de Chipre, el proceso de integración magrebí paralizado, el papel secundario en el que queda el Proceso de Agadir para crear una zona de libre cambio entre países árabes de la región, el propio papel de Turquía y otras cuestiones podrán plantear o no obstáculos al arranque de la UPM pero gravitarán en el contexto de su despegue. Para tratar de solventar tales problemas, Sarkozy ha intensificado sus relaciones con algunos socios mediterráneos y ha buscado la complicidad de otros.
Con Argelia, Sarkozy ya comenzaba a realizar su labor durante su visita oficial de diciembre de 2007. Diversos fueron los compromisos alcanzados entonces y que, aún creando recelos en algunos vecinos, muestran la aproximación dinámica del presidente francés al Magreb, a saber: dotar a Argelia de una central nuclear de tecnología francesa en el año 2020; creación de un instituto de energía nuclear para la formación de cuadros; asistencia técnica para la exploración y explotación del uranio del sur argelino; y la venta de cuatro fragatas multimisión (FREMM), de las que dos se construirían en Argelia, y de helicópteros Eurocopter. Semanas antes de la celebración de la cumbre de París, la prensa argelina recordaba que, haciendo balance del Proceso de Barcelona, este ha aportado a Argelia a través de MEDA 300 millones de euros y 1.000 millones a Marruecos. Argelia no confirmó la presencia del presidente Abdelaziz Buteflika en París hasta la Cumbre del G–8 en Japón: aparte de los esfuerzos bilaterales citados, el presidente argelino se vio impulsado a participar ante el compromiso de principios de junio de su homólogo sirio de estar en París.
Es interesante recordar con respecto a Siria que en diciembre de 2007 Sarkozy pareció darse ya por vencido al comprobar que sus contactos con Damasco no mejoraban en nada la situación libanesa. Pero meses después, en junio de 2008, Sarkozy visitó Líbano y allí anunció el envío de dos de sus colaboradores a Damasco: el secretario general de la Presidencia, Claude Guéant, y el jefe de su célula diplomática, Jean–David Levitte. Antes de eso, Sarkozy había hablado con Bashar al–Asad el 29 de mayo, a los pocos días de que Michel Suleimán fuera investido presidente de Líbano, y había conseguido el compromiso inicial de su homólogo sirio de estar en París. El encuentro de al–Asad en París con Suleimán y su compromiso de establecer relaciones diplomáticas plenas entre los dos países es presentado por Francia como uno de los principales logros del lanzamiento de la UPM. Ahora corresponderá a ambos Estados definir su frontera común o resolver la espinosa cuestión de las Granjas de Chebaa, ocupadas por Israel que las considera sirias y consideradas desde Beirut como libanesas. Siria se comprometía también a recibir más refugiados iraquíes en su suelo y obtenía de tan pequeños pasos la salida del ostracismo y el reconocimiento de la centralidad siria en el tablero de Oriente Próximo. Alejar el escenario de una acusación contra el régimen por parte de un tribunal internacional encargado de investigar el asesinato del antiguo primer ministro libanés, Rafiq Hariri, es en cambio un objetivo que difícilmente va a obtener Siria a cambio de pequeños pasos como los dados hasta ahora.
Competencia entre los socios mediterráneos
Egipto ha pugnado para obtener la copresidencia durante dos años y lo ha logrado y a buen seguro habrá recordado su papel para lograr el último acuerdo de alto el fuego entre facciones palestinas en Gaza.
Túnez, por su parte, pugna por obtener la sede de la Secretaría, compitiendo para ello con Malta y con España una vez quedó fuera de la competición Marruecos. Tiene en su haber la experiencia de haber albergado la sede de la Liga Árabe durante los 10 años de travesía del desierto de Egipto en los 80, fue sede de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) durante décadas, tunecino es el secretario general de la Unión del Magreb Árabe (UMA) y ofrece como ventaja principal el mantenerse al margen de las rivalidades regionales en el Magreb.
Marruecos intenta, como siempre, arañar en solitario más apoyo político y económico de la UE –participa en el sistema Galileo y en la Operación Althea de la UE en Bosnia y ha firmado el Acuerdo de Cielos Abiertos– y habría digerido mal el “no” a ser sede de la Secretaría de la UPM. Este puede haber sido el motivo de la ausencia de Mohamed VI tanto de la mini–Cumbre del 11 de junio en Trípoli como de la Cumbre de París del 13 de julio, o bien la tensión claramente perceptible entre Marruecos y Argelia, o ambas cosas. En cualquier caso las dos cuestiones están relacionadas, pues sería inverosímil pensar en una Secretaría en Argel o en Rabat cuando ambos países siguen dándose la espalda, con la frontera terrestre cerrada desde 1994 y el conflicto del Sáhara Occidental sin perspectivas de solución en el corto plazo. Alimentando dicha rivalidad algunos medios habrían explicado la ausencia del jefe de Estado marroquí de París por un veto argelino a la sede de la Secretaría en Marruecos que, por otro lado, Argelia en ningún momento ha expresado de forma oficial.
En cualquier caso, si un Estado árabe lograra hacerse finalmente con la sede de la Secretaría, podría plantearse un problema político como sería la segura oposición de algunos a la lógica incorporación de funcionarios israelíes a la misma. Durante su visita oficial a Israel, en junio de 2008, Sarkozy se esforzó por dar respuesta a los interrogantes que para este Estado supone la UPM, pues también se plantea qué ocurrirá cuando opte a la Copresidencia bianual. Para países árabes como Argelia habrá que ajustarse a lo establecido por la Cumbre de la Liga Árabe de Beirut, en 2002, en la que se ofreció a Israel la normalización a cambio del restablecimiento de sus derechos a los palestinos.
Turquía, que está jugando un importante papel tanto en los contactos que están manteniendo Israel y Siria como en el intercambio de prisioneros por cadáveres realizado entre Hezbolá e Israel el 16 de julio, teme que se ralentice su proceso de adhesión y mantiene sus recelos ante la perduración del contencioso de Chipre, si bien las reuniones celebradas en las últimas semanas crean expectativas, aunque aún es pronto para asumir que griegos y turcos podrían superar sus diferencias respecto a la isla en el contexto de la puesta en marcha de proyectos conjuntos.
Junto a la revitalización de actores como Egipto y Turquía también es importante destacar el papel de actores no mediterráneos como Qatar y Arabia Saudí, más visibles gracias también a la decreciente influencia en Oriente Próximo de EEUU. Por otro lado, los actores que pueden jugar a ralentizar todo proceso hacia la paz, algunos ya citados y otros como Hezbolá no estatales y con un papel creciente, deben de ser tenidos en cuenta también en la dimensión de la UPM. Líbano, por ejemplo, es aún demasiado vulnerable a las presiones de Irán, que seguirá a buen seguro considerando útil mantener el frente libanés abierto en un contexto en el que lo que le importa en realidad son sus propios objetivos estratégicos.
Coexistencia con otros marcos de diálogo y de cooperación y perspectivas de futuro
En términos institucionales todo está por asentar aún con respecto a la UPM, y se hará en la Conferencia de Ministros de Asuntos Exteriores del próximo 3 de noviembre en Marsella. Entre las Cumbres bianuales habrá reuniones anuales de los ministros de Asuntos Exteriores, reuniones ministeriales sectoriales, reuniones de altos funcionarios y del Comité Euromed. Resulta imprescindible reflexionar sobre el impacto que ello pueda tener en otros mecanismos de diálogo y de cooperación existentes en la cuenca como el Proceso de Barcelona y la Política Europea de Vecindad (PEV), el Foro Mediterráneo, el Grupo 5+5, el Acuerdo de Agadir, el Diálogo Mediterráneo de la OTAN, la Conferencia de Ministros de Interior del Mediterráneo Occidental, o las relaciones de Estados mediterráneos de ambas orillas con EEUU, muy centradas estas últimas en materia de seguridad.
Su carácter paritario establece la primera diferencia entre la UPM y el Proceso de Barcelona superando a este o más bien reforzándolo. Tal reforzamiento podrá producirse porque el Proceso como tal perdurará, aunque en un marco más complejo marcado por la simultaneidad de la PEV, la UPM e instrumentos del Proceso de Barcelona como la Fundación Euromediterránea Anna Lindh para el Diálogo entre Culturas, la Asamblea Parlamentaria Euromediterránea o redes como FEMISE y EuroMeSCo. Ello deberá de reflejarse tanto en la estructura prevista como en la corresponsabilidad en torno a la gestión de los proyectos. Su insistencia en el carácter federador puede contribuir también a perfeccionar la cooperación euromediterránea haciéndola más equilibrada y operativa. Es de desear que herramientas como los programas people–to–people o las redes empresariales se vean fortalecidas con la nueva dinámica que puede introducir la UPM.
Tal dinámica no tiene por qué eclipsar otros instrumentos existentes en la cuenca como el Foro Mediterráneo. De hecho, la flexibilidad de este, cuya última Conferencia Ministerial reunida en Argel en junio contaba con la presencia de representantes de la UMA, recuerda a la creada en la reunión de París donde han estado presentes representantes de esta organización subregional así como del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), de la Liga Árabe y de la Unión Africana.
En cuanto al Grupo 5+5 cabe señalar que buena parte de la agenda de este grupo informal que reúne a los ministros de Asuntos Exteriores de las dos orillas del Mediterráneo Occidental –y a otros ministros cuando de cuestiones sectoriales se trata– ha estado centrada desde su revitalización en 2001 en aspectos recogidos en los proyectos aportados por la UPM, incluidos aquellos que podemos ubicar en el marco de la cooperación en materia de defensa lanzada en París en diciembre de 2003 (seguridad marítima y protección civil). Es por ello que cualquier contribución a profundizar la cooperación en dichas materias será bien recibida. En cuanto al Acuerdo de Agadir, los cuatro países embarcados en esta iniciativa no tienen fronteras en común, y ante el escaso dinamismo dado por los mismos a sus compromisos de crear una zona de libre cambio podemos decir que dicho marco no se verá afectado negativamente por la UPM.
Respecto a los diversos marcos dedicados a cuestiones de seguridad, estos tampoco se verán afectados negativamente por la UPM dada su especialización. Más bien, esta podrá ser positiva al generar confianza entre ambas orillas. En mayo de 2009, en Estrasburgo, se consolidará la reincorporación francesa a la estructura militar integrada de la OTAN, actor también mediterráneo y que lo puede ser más si Francia está más consolidada en su seno.
Finalmente, y en lo que a EEUU respecta, el portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack, reconocía el 15 de julio la importancia de la Cumbre brindando con ello un tibio apoyo a la UPM siempre que esta sea instrumental para apoyar los principios asentados en Anápolis y anteriormente por el Proceso de Paz para Oriente Medio, y que pasan por impedir que actores, estatales y no estatales, contrarios a dichos principios puedan verse beneficiados por instrumentos político–diplomáticos de nueva creación como es la UPM. En este sentido, y aún cuando el compromiso inicial de liberación de presos palestinos por Israel o el sirio–libanés de normalizar sus relaciones no se derivarían directamente de la UPM sino de inercias preexistentes, es importante señalar que, en la Declaración de París, se reafirman los compromisos de la reunión euromediterránea de Lisboa y de la de Anápolis, ambas de noviembre de 2007, y se apoyan los contactos indirectos iniciados por Siria e Israel bajo los auspicios de Turquía. Aún cuando todo ello refleja una pérdida de protagonismo de EEUU, previsible por otro lado dada la prioridad de las elecciones presidenciales del próximo noviembre, todo ello contribuye en principio a reforzar vías diplomáticas que Washington apoya.
Conclusiones: Estando prevista la próxima Cumbre para el primer semestre de 2010, bajo la copresidencia egipcia y española, de aquí a entonces se comprobará si la UPM constituye una aportación a una cooperación euromediterránea necesitada de voluntad política o si estas siglas simplemente se incorporan a la larga lista de marcos de diálogos y de cooperación lanzados tras el fin de la Guerra Fría. Antes de ella, la cita más próxima es la reunión ministerial de noviembre, en la que España debería de conseguir no sólo que Barcelona sea elegida sede de la Secretaría, sino también que la UPM se asiente como elemento revitalizador de la cooperación euromediterránea, reflejado en la dinamización de unos proyectos para los que los sectores especializados de nuestro país tienen experiencia reconocida. Respecto a la posible fijación por la frontera oriental de la Unión en detrimento de la meridional, nuestras autoridades no deben olvidar que, si ya en 1995 el contexto en principio adverso dibujado por los conflictos balcánicos y la compleja construcción del espacio post–soviético no impidió el lanzamiento del ambicioso Proceso de Barcelona, la situación actual no debería impedir revitalizar al mismo. Podrían contribuir a ello centrando una iniciativa que, como la UPM, es mucho menos ambiciosa pero que sí requiere, como entonces, de un importante esfuerzo diplomático para acercar posturas entre europeos y mediterráneos y para despejar recelos intraeuropeos e intramediterráneos.
Carlos Echeverría Jesús
Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED
[1]Véase C. Echeverría Jesús, “La Unión Mediterránea (UM) del presidente Nicolás Sarkozy: ¿la superación del Proceso de Barcelona?”, UNISCI Discussion Papers nº 15, octubre de 2007, http://www.ucm.es/info/unisci.