Tema
El gobierno de Claudia Sheinbaum suscita numerosas incertidumbres centradas en si el suyo será un sexenio continuista o independiente del legado y figura de Andrés Manuel López Obrador.
Resumen
Claudia Sheinbaum, la heredera de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ganó de forma plebiscitaria las elecciones del 2 de junio. Por ahora sobresalen más las dudas que las certezas sobre la mandataria electa. ¿Qué representa Sheinbaum y cómo gobernará? ¿Qué país encontrará? ¿Cuál será su relación con AMLO, “dueño” de los votos y gran líder nacional? ¿Utilizará su amplia mayoría parlamentaria para aprobar las reformas constitucionales legadas por su antecesor? ¿Cómo será la relación con Estados Unidos (EEUU), España y las empresas nacionales y extranjeras?
Análisis
México celebró elecciones presidenciales el 2 de junio resueltas, como señalaban casi todas las encuestas, con una victoria plebiscitaria de Claudia Sheinbaum. La heredera de AMLO y candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia, en torno al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), tuvo el apoyo del 59,7% (5% más que López Obrador en 2018), superando en 30 puntos a Xóchitl Gálvez. Como en El Salvador y en República Dominicana, en México el oficialismo, o el continuismo, triunfó de forma contundente. No sólo ganó Sheinbaum de forma clara. Tras unas elecciones definibles como de “Estado”, por la sistemática utilización de los recursos públicos en beneficio de los candidatos oficialistas, Morena y sus aliados se llevaron el “carro completo”, según la tradicional jerga política mexicana, en alusión a su triunfo en prácticamente todos y cada uno de los comicios celebrados el mismo 2 de junio.
Figura 1. Victorias oficialistas en 2024
País | Candidato ganador | % de votos y diferencia respecto al segundo |
---|---|---|
El Salvador | Nayib Bukele | 84,6% y 78 |
República Dominicana | Luis Abinader | 57,44% y 29 |
México | Claudia Sheinbaum | 59,7% y 31 |
A diferencia de los casos centroamericano y caribeño, en México no fue reelecto el presidente en ejercicio, lo que introduce nuevos matices e incertidumbres. Mientras Nayib Bukele y Luis Abinader, líderes indiscutibles de sus países, permanecen en el poder durante un periodo más, Sheinbaum deberá convivir con su “padre político” y líder nacional (AMLO), que, si bien ha prometido no interferir en su gestión, su personalidad y trayectoria hacen poco creíble su promesa.
Tanto en México como en el resto de América Latina los “matrimonios políticos” suelen acabar mal. En tiempos de Plutarco Elías Calles (el hombre fuerte mexicano entre 1928 y 1934), tras su presidencia, de 1924 a 1928, se acuñó la frase «Allí vive el presidente, pero el que manda vive enfrente», que asumía que mientras él mandaba y tenía el poder efectivo, eran otros los que ocupaban nominalmente la presidencia. Finalmente, en 1934, cuando Lázaro Cárdenas ganó la presidencia, no aceptó el tutelaje de Calles y lo mandó al exilio dos años más tarde.
En América Latina ha habido rupturas sonoras entre supuestos aliados políticos. Después de que el líder delegara el poder en su presunto fiel heredero, estos devinieron enemigos irreconciliables. Pasó entre Rafael Correa y Lenin Moreno en Ecuador en 2017 y, actualmente, en Bolivia entre Luis Arce y Evo Morales. En Colombia, Juan Manuel Santos rompió con su antecesor Álvaro Uribe y, en Argentina, la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner fue tan tensa que acabaron sin dirigirse la palabra. Excepciones a esta regla fueron los tándems formados por Lula y Dilma Rousseff en Brasil o, actualmente, entre Xiomara Castro y Manuel Zelaya (matrimonio) en Honduras.
Para saber qué pasará en el México post-AMLO, es necesario profundizar en la figura de la presidenta electa, en el contexto mexicano y en la personalidad de López Obrador. ¿Qué representa Sheinbaum? ¿Cuál será su relación con AMLO, el “dueño” de los votos y líder nacional? ¿Qué país encontrará? ¿Utilizará su amplia mayoría legislativa para aprobar las reformas constitucionales legadas por su antecesor? ¿Cómo gobernará y cómo será su relación con EEUU, España y las empresas extranjeras?
1. ¿Qué representa Sheinbaum?
Las dos principales características que definen a Sheinbaum (Ciudad de México, 61 años) son su formación académica y su histórica fidelidad política con AMLO. Es una mujer de izquierdas, centrada en los derechos humanos, la economía, el género y la ecología. Encarna una izquierda más acorde con las inquietudes y demandas del siglo XXI que López Obrador, anclado en los viejos clichés y valores de los años 60 y 70. A diferencia de AMLO, cuyas raíces se hunden en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) más “institucional”, más simbiótico del Estado mexicano, la tradición política de Sheinbaum es diferente. Al margen de eso, y es importante, tiene dos posgrados. Estudió Física y se licenció con una tesis que mostraba sus inquietudes ecologistas: el uso de estufas de leña en comunidades rurales. Luego cursó la maestría y el doctorado en Ingeniería de Energía, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), incluyendo un período de investigación en la Universidad de California.
Su dilatada trayectoria política, de más de 25 años, terminó unida a AMLO. Sheinbaum se define de izquierdas, antineoliberal y con una fuerte vocación por la justicia social. Fue secretaria de Medio Ambiente en el gabinete de AMLO cuando éste fue jefe del Gobierno de Ciudad de México (2000-2006) y permaneció cerca suyo cuando creó Morena. En 2015, el partido la postuló a la alcaldía de Tlalpan, en la que fue una de las primeras victorias de la nueva fuerza. La alcaldesa dejó el cargo dos años después para ayudar en la nueva campaña presidencial y construir su candidatura a la gubernatura de la capital. AMLO triunfó en 2018 y Sheinbaum también. Fue la primera mujer electa como jefa de Gobierno de la Ciudad de México. En ese periodo (2018-2024), el ecologismo y la vocación social caracterizaron su gestión. Expandió la red de transporte público de bajas emisiones (metrobús, trolebús, ciclovías…); otorgó miles de becas a estudiantes de bajos recursos; extendió la red de protección a las minorías y puso en marcha el programa “Pilares” que daba acceso a la formación extracurricular en zonas marginadas.
2. ¿Cómo será la relación entre Sheinbaum y López Obrador?
AMLO es el “padre” político de Sheinbaum y su apoyo resultó fundamental para su triunfo en las “primarias” de Morena frente a los otros cinco rivales, entre ellos Marcelo Ebrard. Sheinbaum era la elegida de AMLO, la “tapada”, para continuar con la llamada Cuarta Transformación (4T). Esto fue así porque desde la perspectiva de AMLO era la candidata más controlable y, también, porque para alguien como él, tan obsesionado por la Historia, era tentador llevar por primera vez a una mujer a la presidencia.
Para ganar, Sheinbaum se presentó como la continuadora indiscutible de AMLO: “Hoy vengo a decir a las y los tabasqueños que vamos a guardar el legado del presidente López Obrador, que no vamos a traicionar, que no vamos a zigzaguear”. Todas estas circunstancias hacen dudar a muchos analistas sobre la “independencia” de Sheinbaum. Si bien no es un títere (ha asegurado que va a gobernar ella) y tiene una fuerte personalidad, deberá convivir con AMLO, algo complicado de gestionar sin herir sensibilidades ni crear tensiones tanto con el presidente como con las distintas familias de Morena. AMLO tiene un alto nivel de apoyo, superior al 60%, y esto explica, en gran parte, el claro triunfo de Sheinbaum. La popularidad con la que deja el cargo, su peso político y su influencia en el país y en Morena, el partido creado a su imagen y semejanza, gravitarán sobre la gestión de su sucesora.
La presidencia y la gran popularidad de AMLO se asocian, en el imaginario colectivo, a la justicia social. Cinco millones de personas salieron de la pobreza durante su sexenio, la mayor reducción de los últimos tres lustros. Esta caída fue posible gracias al aumento del salario mínimo, superior a la inflación en casi un 120%. Tras décadas de escaso o nulo interés de las administraciones anteriores en la materia, durante su sexenio AMLO lo incrementó en más del doble. A esto se añaden las “transferencias monetarias”, que aumentaron un 55%, mientras el ingreso laboral medio creció un 24% sobre la inflación.
Algunas características de Sheinbaum le conceden, a priori, cierta capacidad de maniobra frente al liderazgo carismático de AMLO. Probablemente dote a su gestión de un marcado acento ecologista, inexistente en el actual gobierno. Habrá que ver si eso se concreta en una agenda propia, con un margen de acción diferente. Su vínculo con el ecologismo es antiguo: fue asesora de la Comisión Nacional para el Ahorro de Energía y de la Comisión Federal de Electricidad. También estuvo vinculada al Banco Mundial y al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Sheinbaum debería trabajar en potenciar un “obradorismo” sin López Obrador mientras edifica su propio liderazgo. Si bien AMLO ha prometido no interferir, su presencia, sus palabras, sus intervenciones y sus silencios serán leídos como gestos de apoyo o reprobación hacia Sheinbaum, que deberá convivir con la alargada sombra del presidente. Para Sheinbaum, la presencia de AMLO siempre quedará “en el corazón del pueblo de México. Eso es inevitable. Y es bueno que así sea”.
Seguramente no podrá manejar la agenda política como AMLO. Sus “mañaneras” fijaban la actualidad con un discurso poderoso, una narrativa demagógica que calaba en buena parte de la sociedad. Ella admite que su liderazgo “será distinto. López Obrador es insustituible. A mí me va a tocar ser presidenta en un periodo diferente. Mi liderazgo dependerá de mi personalidad y será como el que ejercía en el gobierno de la Ciudad de México, basado en los resultados, la entrega y la honestidad”.
Sheinbaum deberá convivir con las diferentes familias de Morena, que intentarán aumentar su peso en ausencia del líder máximo. Los gobernadores y las diferentes corrientes buscarán ampliar su poder al no tener enfrente el estilo personalista de un líder tan fuerte como AMLO. El “obradorismo” sin López Obrador implicará para Sheinbaum apoyarse en cuadros leales, desarrollando un cambio de talante que le puede generar mayor legitimidad ante la opinión pública, mejorando la relación con los medios, con el sector privado y abandonando el sesgo anti-intelectual contra el mundo académico.
La desarticulación de la oposición y su amplia mayoría parlamentaria aumentan su margen de acción. La mayoría de los estados, 24 de 32, están en manos de Morena. Su gran votación ha herido duramente a los tres partidos tradicionales, el PRI, el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), seriamente afectados por la heterogénea coalición articulada, lastrada por su escasa credibilidad. El PRI es la cuarta fuerza política en el Congreso, donde perdió 40 escaños. El Movimiento Ciudadano (MC), un partido emergente, se perfila como la alternativa de la oposición, si bien aún debe articularse y dejar atrás sus diferencias internas. El 10,4% de Jorge Álvarez Máynez es un buen punto de arranque, al que suman el poder local tras su triunfo en Jalisco.
La amplia mayoría legislativa de Morena, 372 diputados y 83 senadores, puede ser un arma de doble filo. Coloca al partido y a sus aliados (Partido Verde Ecologista – PVE y Partido del Trabajo – PT) cerca de la reforma constitucional, que requiere las dos terceras partes de ambas Cámaras del Congreso. Los números asegurarían a la coalición oficialista la mayoría cualificada en diputados, pero no en el Senado, donde necesitarían dos escaños más de los que tienen.
Dado el carácter polémico de las reformas propuestas por AMLO y sus prisas por llevarlas a cabo, el cambio de la Constitución de 1917 podría eventualmente favorecer a la oposición. ¿Podrá transformarla en una bandera para ganar legitimidad en defensa del equilibrio de poderes y la institucionalidad? Si bien las reformas se centran en asuntos sociales, incluyen cambios en el Poder Judicial (elección directa y popular de los magistrados de la Corte Suprema, con la que AMLO mantiene un largo pulso político-institucional). La supermayoría conseguida por Sheinbaum puede ser más endeble de lo que parece. Al no estar López Obrador, el cierre de filas puede ser menos automático y deberá negociar con aliados poco fiables como el PVE y el PT. Sin embargo, similar heterogeneidad se puede observar entre los parlamentarios de la oposición, lo que podría favorecer algún intento oficialista de comprar o de cooptar voluntades, una inveterada práctica de la política mexicana.
El populismo anti-institucional de AMLO en sus ataques contra el Poder Judicial o instituciones como el Instituto Nacional Electoral (INE) puede bajar de decibelios con la nueva presidenta. De todas formas, sus declaraciones dejan entrever escenarios de un posible choque institucional con el mundo judicial al que responsabiliza de la violencia (“El problema es que el Poder Judicial se lava las manos. Da amparos a todo tipo de delincuentes y nadie los llama rendir cuentas porque no se puede; son juez y parte”) y de obstruir al gobierno (“México vivió 36 años de neoliberalismo. Durante ese tiempo, los poderes estuvieron al servicio de una minoría. Y de la corrupción. En el Poder Judicial todavía una parte del poder económico toma decisiones. Por eso la Corte se ha politizado”).
Por ahora Sheinbaum apuesta por el diálogo y por consensuar las reformas: «Todavía no está definido [el proceso reformista]. Mi posición es que tiene que abrirse un diálogo, tiene que evaluarse la propuesta y, en su momento, ya aprobarse, pero tiene que explicarse bien la propuesta, que la conozca el pueblo de México y que pueda abrirse, como normalmente hace el parlamento, a través de parlamento abierto». Habrá que ver si puede mantener ese deseo cuando reciba presiones del “lopezobradorismo” para acelerar los cambios y de la oposición para moderarlos o incluso abandonarlos ya que suponen, entre otras cosas, reducir el Congreso, eliminar siete organismos autónomos y la elección de jueces y magistrados por voto popular.
3. ¿Qué México heredará Sheinbaum?
Los buenos resultados económicos, sociales y de seguridad legitimarán a Sheinbaum. Deberá buscar su legitimidad de ejercicio por la vía de los hechos concretos y no polarizando ni apelando al carisma, como AMLO. Esto será más complicado, al heredar un escenario con menor margen de maniobra del que tuvo López Obrador en 2018, especialmente por la situación fiscal y energética, sin olvidar la seguridad.
Sheinbaum deberá lidiar con fuertes presiones sobre el gasto público. Las promesas de AMLO de aumentar las pensiones sociales un 25% consumirán más de una quinta parte del presupuesto de 2024. Los ingresos fiscales como porcentaje del PIB se han expandido poco y apenas superan el nivel de 2018. López Obrador heredó un mejor panorama fiscal de la administración de Enrique Peña Nieto, que tuvo una política social menos ambiciosa. También redujo la dependencia de los ingresos petroleros y frenó los subsidios energéticos. Si AMLO recibió un déficit fiscal equivalente al 2% del PIB, el déficit presupuestario de fines de 2023 fue del 3,4% del PIB. López Obrador entregará el poder con una brecha fiscal que ronda el 6% y una deuda superior al 50%, casi siete puntos porcentuales más que en 2018, en un país que recauda sólo el 17% del PIB en impuestos.
Figura 2. Se prevé que, en 2024, México tendrá el mayor déficit presupuestario de los últimos 24 años (el país ha estado en déficit desde 2008)
Pemex, la empresa petrolera más endeudada del mundo, sigue perdiendo dinero pese a que el gobierno ha inyectado más de 60.000 millones de dólares sólo en apoyo financiero y su producción ha caído al nivel más bajo en cuatro décadas. Su deuda ronda los 110.000 millones de dólares y Moody’s rebajó en febrero su calificación de B3 a B1, lo que puede elevar sus tasas de interés en los mercados globales. El nacionalismo (el petróleo es de los mexicanos) y la autarquía han prevalecido en el sexenio de AMLO, autor de una contrarreforma tras la apertura de Pemex a la inversión extranjera, con Peña Nieto.
En ambas áreas Sheinbaum ha dado señales de continuidad. Afirmó que pretende evitar una reforma fiscal, buscando mejorar y haciendo más eficiente la recaudación, mientras continuará apoyando a las empresas energéticas públicas, Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). La ausencia de una reforma fiscal, el esfuerzo en seguridad y las promesas de mayor gasto público casan mal con el compromiso del secretario de Hacienda de AMLO, Rogelio Ramírez de la O, de reducir el endeudamiento al 3% del PIB, arreglar la deuda petrolera, apostar por la estabilidad macroeconómica y la disciplina fiscal.
La lucha contra la inseguridad (éstas han sido las elecciones más violentas de la historia) y el mantenimiento de la cohesión social serán otras dos pruebas de fuego. La seguridad es el reto del nuevo gobierno, ya que casi el 60% de la población dice sentirse insegura. México tiene una tasa de 23,3 homicidios por 100.000 habitantes, cerca del nivel de países con conflicto armado. Esto supone una leve bajada desde que AMLO asumió la presidencia, cuando la tasa era de 29 homicidios por cada 100.000 habitantes. Sheinbaum, con una fórmula y en un contexto diferentes, redujo los homicidios dolosos en Ciudad de México en un 50% entre diciembre de 2018 –cuando asumió el cargo– y junio de 2023. Ahora su apuesta pasa por incrementar las fuerzas de seguridad, fortaleciendo la Guardia Nacional, coordinando con la Fiscalía General de la República, apostando por potenciar los servicios de inteligencia e invirtiendo en las causas sociales estructurales detrás de la violencia.
El secreto del éxito de AMLO en el terreno social se puede convertir en una exigente vara de medir para Sheinbaum. México tendrá menos margen para aumentar las políticas sociales y el gasto público. El Centro de Investigación Económica y Presupuestaria calcula que entre 2016 y 2024, el espacio fiscal se redujo del 4,7% al 0,9% del PIB, sobre todo en el bienio 2023-2024, cuando el margen cayó un 60%. Es difícil repetir el gasto de 35.000 millones de dólares anuales para 14 millones de beneficiarios. Tampoco se puede olvidar la gran inversión de fondos públicos en iniciativas de desarrollo como el Tren Maya, otra de las apuestas personales de AMLO vinculada a la 4T. Sin embargo, pese a esas necesidades fiscales, Sheinbaum ha prometido un mayor gasto social sin una reforma fiscal, al menos durante los primeros años de su administración.
4. Relaciones internacionales
El obradorismo de Sheinbaum sin López Obrador tendrá menos aristas. Todo lo que en el actual presidente es bronca y pelea (con el resto de las instituciones republicanas o con EEUU y, sobre todo, España) se convertirá con Sheinbaum en diferencias persistentes pero manejables. El nacionalismo, componente básico del ADN de AMLO, es menos estridente en Sheinbaum, aunque no inexistente. Eso facilitará la convivencia con los EEUU de Trump o Biden (AMLO mantuvo excelentes relaciones con Trump) y un vínculo menos tenso con España. Sheinbaum propone que “lo mejor es tener una muy buena relación con el gobierno de Estados Unidos sea presidente Trump o Biden. Pero una cosa es colaborar, que es lo que hay ahora, y otra es subordinarse, que es lo que ocurría antes, cuando ellos decidían en México”.
De todas formas, la política migratoria de Joe Biden o Donald Trump monopolizará la relación entre México y EEUU, junto a la revisión en 2026 del tratado de libre comercio. El problema migratorio tensará aún más el vínculo: 2,5 millones de personas cruzaron la frontera en 2023 frente a 1,7 millones en 2021. También habrá que estar pendientes de la seguridad (el fentanilo) y del comercio, sobre todo si Trump llega a la Casa Blanca. México experimenta un boom en inversiones de EEUU que, en su pugna con China, busca redirigirlas a zonas cercanas o amigas, nearshoring o friendshoring.
En cuanto a España, no desaparecerá la reclamación sobre el perdón por la conquista, pero no será un tema recurrente ni el centro del vínculo político, si bien Sheinbaum no pasará página: “La relación con España es buena. Nos unen muchísimas cosas, pero me parece que sería un gesto del Gobierno español. Si ya lo hizo el Papa, por qué no lo hace el Gobierno español. El perdón engrandece. Durante años se dijo que la Conquista había sido el encuentro de dos mundos, pero en realidad estuvo lleno de masacres”.
Queda por saber si Sheinbaum buscará una mayor proyección regional que AMLO, muy reacio a la política exterior y que, como todos los presidenciables mexicanos, ha prometido mirar al sur, lo que casi nunca se cumple. México tiene mucho que decir en la crisis de los países centroamericanos. Y aunque siempre mira al norte por razones obvias, su pertenencia a la deslucida Alianza del Pacífico y a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) son un incentivo. Sheinbaum, además, es un referente emergente ideal (mujer, científica, adversa al neoliberalismo y ecologista) para la izquierda regional, para llenar el hueco dejado por Gabriel Boric y Gustavo Petro, entre otros, que hasta hace dos años atrás encarnaron esperanzas ahora defraudadas. Contra un posible liderazgo latinoamericano de Sheinbaum confluyen su escasa experiencia internacional, los grandes desafíos internos y la poca tradición mexicana de desempeñar un papel destacado en América Latina.
En política exterior, otra duda es si Sheinbaum seguirá la actitud complaciente de AMLO con los autoritarismos regionales o estará más cerca de Boric, posicionado claramente contra el régimen de Ortega. Por fidelidad a López Obrador y la tradición histórica (Doctrina Estrada) todo apunta a que mantendrá la posición de no intervencionismo y que, a la vez, dejará de lado las rispideces que han llevado a AMLO a pelearse con algunos gobiernos latinoamericanos.
Conclusiones
Claudia Sheinbaum va a llegar a la presidencia con claras limitaciones, pero también con ventajas que le pueden conceder mayor margen de acción de lo que puede parecer a priori. Entre las limitaciones, la sombra activa o en segundo plano, pero omnipresente, de AMLO y de Morena, que tratará de preservar la obra del caudillo. Morena se ha convertido en el partido hegemónico, pero aún está lejos de repetirse la historia del PRI. De momento hay un mayor equilibrio institucional en el país y mayor heterogeneidad en el poder local.
México tiene un sistema político fuertemente presidencialista. Tras ganar las elecciones, Sheinbaum tendrá un poder creciente. Pero AMLO tiene el control absoluto de Morena, un partido forjado a su imagen y semejanza. A esto hay que sumar el control del “botón atómico” por parte de López Obrador en caso de un enfrentamiento con Sheinbaum: la convocatoria de un referéndum revocatorio, una iniciativa que le favorecería a partir de su fuerte respaldo popular. Parece claro que, de momento, no se dará una ruptura traumática, casi “guerracivilista”, como la de Arce y Morales en Bolivia, porque por historia y talante, eso no cuadra con Sheinbaum. Sin embargo, es un escenario que no debe descartarse totalmente.
Otra limitación es la situación fiscal, que ha tocado techo en lo relativo a aumentar subsidios y subvenciones. No hay voluntad política de llevar a cabo una reforma fiscal. Sin recursos, será muy difícil mantener las medidas sociales o desplegar una eficiente política de seguridad. Tampoco se puede olvidar la apuesta continuista de Sheinbaum, con su visión nacionalista en materia económica y el control estatal en hidrocarburos y energía eléctrica, lo que entorpece las inversiones extranjeras. Sheinbaum seguiría la línea de AMLO de preservar la soberanía energética, apoyada en Pemex y la CFE, responsable de la producción y el transporte de electricidad.
Finalmente, la oposición, aunque desnortada y desunida, tendrá un papel importante en el proyecto de reformas constitucionales, el plan C, que Sheinbaum heredará de AMLO, salvo que se apruebe el próximo septiembre, un escenario no descartable. El gobierno no tendrá los votos suficientes en el nuevo Parlamento, del cual dependerá la aprobación del paquete constitucional, aunque al líder de Morena no le faltarán ganas de conseguirlos por cualquier otro medio. De no ser así, la oposición podría contener el proyecto de 20 reformas impulsadas por AMLO, que entre otras cosas aumentan los derechos sociales, pero también afectan la independencia del Poder Judicial y debilitan los órganos de control institucional.
Sheinbaum, en tanto que mujer de izquierdas y ecologista, tiene un talante más proclive al acuerdo y al diálogo. Habrá que ver si prevalece su visión más ideológica (izquierdista, antineoliberal, ecologista, feminista) o la más cercana y dialogante. La presidenta electa presume de tomar decisiones basadas en datos y no en apelaciones a los sentimientos, como AMLO.
Todo apunta a que disfrutará de un moderado viento de cola económico a su favor, aunque con las serias limitaciones fiscales ya mencionadas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) apunta a un crecimiento más moderado que el deseado 5%, pero mayor que la media regional (del 3,2%). La pugna entre EEUU y China seguirá favoreciendo el nearshoring y la llegada de inversiones a México. Ya ha habido un récord de inversión extranjera directa (IED) de 20.300 millones de dólares en el primer trimestre de 2024. Estos flujos, en combinación con el fuerte ingreso de remesas, explican por qué el tipo de cambio se ha apreciado un 17% desde que AMLO llegó al poder, aunque las turbulencias en los mercados después de su triunfo y de algunas manifestaciones polémicas de AMLO provocaron serias turbulencias. En el caso de Sheinbaum, su apuesta por el ecologismo, las nuevas energías y la transición energética abre oportunidades en el sector de energías verdes para atraer inversiones extranjeras.
Sheinbaum, que ha superado el apoyo electoral de AMLO hace seis años, cuando alcanzó la presidencia con el 53% de los votos, se enfrenta al reto de mostrar resultados concretos ante la opinión pública. Si bien su legitimidad de origen es incontestable, su legitimidad de ejercicio no estará basada en un liderazgo carismático sino en la reducción de la inseguridad y del índice de homicidios y en la expansión del crecimiento económico y el mantenimiento de la cohesión social. Su gran desafío será canalizar las grandes expectativas creadas en torno a su capacidad modernizadora y para impulsar desde el gobierno una agenda de justicia social, ecologista y feminista.