Tema: La lengua española es el segundo idioma en importancia dentro de los EEUU, por el peso demográfico de la minoría hispana. Su futuro, sin embargo, plantea interrogantes como las siguientes: ¿podría acabar desapareciendo como lengua de comunicación? ¿se mantendrá en forma de lengua mezclada? ¿llegará a coexistir junto al inglés en una sociedad estadounidense bilingüe y bicultural?
Resumen: La lengua española en los EEUU tendrá en el futuro unas características lingüísticas y unas condiciones de uso que dependerán de la posición social que ocupe la población hispana y del modo y la intensidad de la futura inmigración hispanohablante. Desde un punto de vista lingüístico, cuanto menos relieve social consiga la población hispana, más probabilidades habrá de que se favorezcan las soluciones mezcladas que reciben el nombre popular de “espanglish”. Si los hispanos llegaran a consolidar su prestigio social, se verían favorecidos los usos más cuidados del español, que probablemente incorporarían ciertos rasgos propios de esta región, pero que se podrían equiparar cualitativamente a los del inglés. La sociedad estadounidense podría afrontar el debate sobre su posible transformación en una sociedad bilingüe y bicultural si el peso demográfico hispano y su presencia socioeconómica siguen creciendo con un ritmo intenso.
Análisis: Los rasgos más sobresalientes de la lengua española hoy día revelan que se trata de la segunda en importancia dentro de la Unión, que es hablada en casa por una población que ronda los 30 millones (no todos los censados como hispanos hablan español) y que es seña de identidad del 13,3% del total de la población estadounidense, porcentaje que en Chicago se eleva al 26%, en Nueva York al 27%, en Los Ángeles al 46,5% y en Miami al 66%. Los hispanos de origen mexicano alcanzaban la proporción, en marzo de 2002, del 66,9%, los centro y sudamericanos del 14,3%, los puertorriqueños del 8,6% y los cubanos del 3,7%, según datos de la oficina del censo de los EEUU.
El perfil demográfico y sociológico de la población hispana de los EEUU sustenta una situación sociolingüística en la que el español es:
(a) La lengua de la población minoritaria más pujante (con un crecimiento en torno al 5% anual), por su elevado índice de natalidad y por su baja media de edad (26 años).
(b) Inglés aparte, la lengua más utilizada en el hogar, aun cuando en la mitad de las casas hispanas el nivel de inglés es muy bueno.
(c) La lengua de sectores de población muy amplios de extracción sociocultural media y baja, especialmente en el Suroeste.
(d) La lengua de Univisión, la quinta cadena de televisión del país (tras NBC, ABC, CBS y FOX), de Telemundo, incorporada a la potente NBC por razones de mercado, y de CNN en español.
(e) Inglés aparte, la lengua más estudiada en todos los niveles de enseñanza.
Estas pinceladas nos dibujan un panorama sociolingüístico en el que el inglés es la lengua principal de las relaciones sociales, económicas y políticas, y es, de igual modo, la lengua de la comunicación escrita. El español es la lengua de la comunicación oral y familiar de amplios sectores humildes de la población, sobre todo en las áreas de mayor concentración hispana (Suroeste, Nordeste y Medio Oeste), aunque en la región de Florida ha alcanzado prestigio y expansión como para acceder a entornos comunicativos elevados (negocios, niveles elitistas de cultura y política), como detalla Humberto López Morales en su último libro sobre los cubanos de Miami.
Por otra parte, viene oyéndose con relativa frecuencia que el idioma del futuro en los EEUU no será el español, ni siquiera el inglés, sino una especie de mezcla criolla denominada “espanglish”. En materia de lenguas, tales previsiones, tan iluminadas como simplistas, merecen tomarse, cuando menos, con reservas porque, si bien todas las lenguas naturales acusan en su devenir histórico la influencia de otras lenguas, el contacto lingüístico no ha de producir necesariamente la aparición de nuevos idiomas híbridos.
Partiendo de la situación actual en su conjunto, cabe preguntarse qué derroteros puede tomar la lengua española en los EEUU, desde un punto de vista lingüístico y sociolingüístico. Y, en un ejercicio de hipótesis y deducción, cabría la posibilidad de pensar grosso modo que existen tres posibles escenarios, que afectarían de modo distinto a la lengua española y su uso social, por más que los visos de realidad de esas hipotéticas circunstancias sean muy diferentes.
(1) Hipótesis de la asimilación
Durante el siglo XX se utilizó la metáfora del crisol (melting pot) para explicar la asimilación de la población inmigrante a la corriente mayoritaria. Desde esta interpretación, la primera generación mantendría sus señas de identidad, incluida la lengua, y tales señas se verían sustituidas por las prototípicas estadounidenses (anglosajonas) de modo parcial en la segunda generación y de manera absoluta en la tercera. Y, efectivamente, algunas cifras actuales de la población hispana pueden recordar este tipo de proceso: por ejemplo, en 1990, en los estados del Suroeste, los hispanohablantes adultos eran el 86,6%, mientras que los jóvenes suponían el 71,9%, y estas proporciones resultaban más bajas que las registradas en el censo de 1980 (89,3% y 83,6% respectivamente).
No hay que perder de vista, sin embargo, que el porcentaje de hogares estadounidenses en los que se habla español ha pasado del 7,5% en 1990 al 10,7% en 2000, que en los hogares hispanos el uso del español se sitúa en el 80% y que, según el censo del año 2000, la cifra de hispanos jóvenes (menores de 18 años) que hablan español es del 69,86%, en el conjunto de los EEUU. Es verdad que la proporción de uso del español disminuye cuando se trata de personas nacidas en el país, frente a los inmigrantes, y cuanto más jóvenes son los hablantes, pero no es menos cierto que el proceso de sustitución se ha ralentizado enormemente respecto de lo ocurrido en otras épocas y con otras lenguas. Y no se olvide que, aunque los más jóvenes van haciendo un mayor uso del inglés, hecho natural en una sociedad anglohablante, en la mayor parte de sus hogares se sigue hablando español; y son muchos también los chicanos de cuarta generación que conservan la lengua en el Suroeste (A.C. Zentella, “El impacto de la realidad socio-económica en las comunidades hispanoparlantes de los Estados Unidos”, Spanish in the United States: Sociolinguistic Issues, Washington, GUP, 1990, p. 157).
Así las cosas, ¿es posible pensar en una intensificación del proceso asimilacionista? ¿qué debería ocurrir para que la población hispana sustituyera el español por el inglés en el transcurso de 30 años? y ¿cómo sería el español residual utilizado en esa circunstancia? Desde nuestro punto de vista, el efecto del crisol solo podría darse con la población hispana, en un grado similar al de la primera mitad del siglo XX, si el flujo migratorio cesara de un modo radical. En esa situación, el español podría ir desapareciendo de la vida privada y pública, con reducción de su presencia en los medios de comunicación social, disminuiría el interés por su aprendizaje (si bien no desaparecería) y, por lo tanto, se reduciría el número de horas de español en las escuelas, se limitarían los registros de uso de la lengua y se intensificarían la influencia del inglés y la mezcla de ambas lenguas. El uso de ese español cada vez más mezclado retrocedería hacia registros orales en dominios familiares y las actitudes lingüísticas negativas por parte de los propios hablantes afectarían tanto a las soluciones mezcladas como a la lengua misma.
Este sería el escenario idóneo para una hipotética vuelta al asimilacionismo. No obstante, las probabilidades de que ello ocurra parecen escasas, por la dinámica de los movimientos poblacionales en el orden internacional, más allá de las decisiones que los EEUU pudieran tomar en materia de política migratoria. Además, el símil del crisol ha perdido su capacidad para explicar el modo en que se integra la inmigración hispana del último tercio del siglo XX, por cuanto ya no se produce la fusión total en una corriente mayoritaria, sino más bien un efecto “ensaladera” o de yuxtaposición de diferentes identidades. Toda acción que contribuyera a reforzar la imagen, la identidad o la personalidad étnica y lingüística de la población hispana ayudaría a alejarla de su asimilación como grupo a la corriente mayoritaria.
(2) Hipótesis de la diglosia
La segunda de nuestras hipótesis plantea una congelación de algunos trazos sociales y lingüísticos hispanos de la actualidad, ante los que reacciona la sociedad americana para frenar su expansión. La reacción anglosajona podría tener, como tiene, dimensiones de naturaleza política, social, económica y educativa. Por un lado, podría verse reforzada la línea política del English only, que iría cerrando espacios públicos al uso del español y provocando, consecuentemente, un deterioro de su prestigio social. Los programas de enseñanza en los que el español recibe un trato preferente como segunda lengua (programas bilingües, enseñanza dual) podrían desaparecer, incluidos los cursos de español para hispanohablantes de las universidades, con la justificación de que, si la lengua no contribuye notablemente a la prosperidad social y económica de los individuos, no merece la pena invertir en su aprendizaje y estudio, ni para los que ya la hablan ni para los que solo hablan inglés. Desde una perspectiva económica, si la población hispana no crece de un modo llamativo ni en sus dimensiones ni en su capacidad económica ni en sus niveles de formación académica, su perfil como sector de mercado sería menos prominente y atractivo.
Ante un panorama así, la eliminación del español de la vida social estadounidense aún sería ciertamente difícil, sobre todo mientras continuara la afluencia de inmigrantes hispanos, pero podría ocurrir que el inglés reforzara su estatus de lengua única para la política, los negocios y la economía, las relaciones laborales, los medios de comunicación con poder de prescripción y para todo tipo de comunicación escrita (lengua de estatus alto), y que el español se viera limitado a las relaciones íntimas de la población hispana, a las conversaciones familiares y de vecindario, siempre en el ámbito de la oralidad, y a las actividades de ocio ligadas al origen hispano (lengua de estatus bajo). Una situación de este tipo, podría caer dentro del concepto de “diglosia”, en su interpretación más amplia y sociológica. El concepto se aplica a aquellas comunidades en las que hay una lengua A de estatus alto y otra lengua B de estatus bajo. En el caso que nos ocupa habría una lengua A para las funciones sociales elevadas y de prestigio (el inglés), a disposición de todos los miembros de la sociedad capaces de utilizarla, y una lengua B para las funciones comunicativas más informales y menos prestigiosas (el español) a disposición de la comunidad hispana que lo mantuviera. La población anglosajona y los grupos asimilados a ella utilizarían el inglés en todos los ámbitos y para todas las funciones sociales; la población hispana haría uso de la lengua A para ámbitos y funciones formales y de la lengua B en ámbitos orales familiares, de forma semejante a lo que Guillermo Rojo denominó “diglosia de adscripción”.
Desde un punto de vista lingüístico, una situación como esta, por un lado, vendría a consolidar algunas de las características actuales del español en los EEUU y, por otro, daría pie a que las soluciones mezcladas, el “espanglish”, ampliaran sus dominios de uso. En efecto, la fisonomía del español actual en los EEUU ofrece caras diferentes según la región de que se trate; así, todo el Suroeste muestra un español con evidentes rasgos mexicanos, en parte por su historia y principalmente por el origen de la inmigración moderna: incluso comunidades en las que se ha utilizado el español desde el siglo XVIII –por ejemplo, San Antonio, Texas, fundado por familias canarias– han experimentado un proceso de redialectalización por el que los caracteres de las variedades originarias se han sustituido por los de un español mexicano más reciente. En el caso de Illinois, el español también presenta evidentes características de origen mexicano, pero en Florida se reconocen rasgos de origen cubano y en Nueva York, de origen puertorriqueño. En la hipótesis de la diglosia, esta zonificación dialectal interna tendería a mantenerse, sobre todo en la medida en que los medios de comunicación nacionales redujeran su influencia y la presencia del español se fuera limitando a emisoras y canales de carácter local. Por otra parte, el prestigio del inglés y la ausencia de una alternativa como lengua A serían un caldo de cultivo ideal para que los hispanohablantes fueran aceptando el “espanglish” con mayor naturalidad, ante una supuesta falta de referencias externas. Entendemos aquí “espanglish” como una mezcla de lenguas bilingüe, que cubre un amplio espectro de manifestaciones lingüísticas que van desde el uso del español salpicado de anglicismos, al uso de un inglés salpicado de hispanismos, con presencia creciente de préstamos, calcos, alternancias y mezclas aleatorias a medida que nos situamos en las áreas intermedias de ese continuo bilingüe. Si el español fuera lengua B en una hipotética situación diglósica, los medios de comunicación podrían ir abandonando la búsqueda de soluciones lingüísticas más generales o neutras, en beneficio de otras más acordes con el español hablado en cada ciudad.
En las circunstancias descritas, las posibilidades de consolidación del español como lengua de implantación social en los EEUU pasarían por una mejora de las condiciones sociales, económicas y culturales de los hispanos, por el desarrollo de unas actitudes positivas hacia los elementos fundamentales de su cultura de origen y, en definitiva, por el aumento del prestigio social de la población hispana y de su lengua. Actualmente, la situación del español se mueve dentro de los parámetros descritos en este punto, con elementos que apuntan a un posible desarrollo en la línea de nuestra tercera hipótesis, pero también con elementos y fuerzas de signo contrario, que buscan orientar la tendencia hacia un sendero asimilacionista.
(3) Hipótesis de la biculturalidad
Si la situación actual llegara a desarrollar por completo, cualitativa y cuantitativamente, algunos de los componentes hispanos más relevantes, podríamos estar hablando de la orientación de la sociedad estadounidense hacia el bilingüismo y la biculturalidad, al menos en algunos Estados de la Unión. Esta es nuestra tercera hipótesis de trabajo. La base del proceso que llevaría a un desenlace de esas características podría estar en la combinación de factores como la contigüidad geográfica entre los territorios de origen y de acogida, la concentración geográfica de los recién llegados y la alta tasa de natalidad de la población hispana, además de la baja media de edad. A estos factores, pueden añadirse otros, como los que concurren en la situación de Florida, donde la acomodada posición social de muchos hispanos y el volumen de la actividad económica realizada en español confieren a la lengua un peso cualitativo que no se aprecia en ningún otro Estado, a pesar de que el inglés haya sido declarado lengua oficial.
En los últimos años han aparecido algunos elementos nuevos que parecen apuntar hacia un hipotético rumbo de biculturalidad. Para que el itinerario se complete no es necesario que la población esté dividida al 50% entre hispanos y anglos (y grupos asimilados), dado que la relevancia cualitativa puede ser un elemento decisivo, aunque es indudable que el volumen de la población hispana es uno de los elementos clave. Las proyecciones de población realizadas por la oficina del Censo de los EEUU prevén que para el año 2050 los hispanos serán 98,2 millones (24,3% de la población total) y que en 2100 serán 190 millones (33% del total). Además, ya desde hoy, por primera vez en la historia, la mitad de los nuevos inmigrantes hablan una sola lengua que no es el inglés.
Pero, junto al factor demográfico más netamente cuantitativo, se están produciendo otros fenómenos dignos de interés. Uno de ellos es que la población hispana ha comenzado a asentarse fuera de las tradicionales áreas de concentración, haciendo crecer sobremanera la proporción de hispanos en las ciudades de tamaño medio, como Atlanta, Oklahoma City, Washington y Seattle: las regiones intermedias que se extienden entre Florida, Nueva York-Nueva Jersey, Illinois y el gran Suroeste poco a poco se van poblando de hispanos. En segundo lugar, la renta de las familias hispanas sube paulatinamente, dato muy significativo en un país en que las distancias entre ricos y pobres se agigantan año tras año; en este sentido, el modelo socio-económico de Miami puede servir de acicate para las aspiraciones de mejora del nivel de vida de los hispanos. Y, en tercer lugar, la corriente favorable al desarrollo social del español en los EEUU está consiguiendo que las familias hispanas que hace unos años preferían no hablar español con sus hijos, para facilitar la adquisición del inglés y su integración en la comunidad anglohablante, aprecien positivamente el uso del español en casa y empiecen a cultivarlo como un valor añadido para sus hijos más pequeños, al tiempo que los hijos mayores no dudan en estudiarlo en la universidad, acogiéndose a la creciente oferta de cursos de español para hispanohablantes. Todo ello ha de repercutir en los futuros índices de retención de la lengua.
En tales circunstancias, podría aumentar aún más la demanda de español en los centros de enseñanza de todos los niveles, habría una mayor conciencia sobre la importancia de un buen uso de la lengua, tanto para la comunicación oral como para la escrita, y las soluciones mezcladas (“espanglish”) verían reducirse su ámbito de acción. Una situación de prestigio creciente se traduciría en un aumento de la proporción de individuos bilingües y en una necesidad de manejar las dos lenguas en diversos registros y estilos, limitando las posibilidades de desarrollo diglósico. Ello no supondría, sin embargo, la desaparición del “espanglish”, dado que las alternancias y transferencias de elementos lingüísticos son inevitables en cualquier ambiente de contacto. Tampoco supondría la desaparición de las marcas lingüísticas que reflejan distintos orígenes hispánicos, si bien una mayor presencia social del español iría permitiendo la koinetización o nivelación de la lengua, con aportaciones de los grupos hispanos mayoritarios, sobre todo mexicanos y caribeños, según su entidad sociolingüística.
Con el paso del tiempo, lo natural sería que se fraguara y estabilizara una variedad de español característica de los EEUU en la que, sobre la base de un español americano, se reunieran elementos de diversas áreas hispánicas, así como componentes derivados del contacto con el inglés, los más difundidos y aceptados por todas las comunidades hispanas de la Unión. Esta variedad recibiría actitudes positivas que permitirían a los hablantes concebir una equiparación del español con el inglés, como instrumento cualificado para la comunicación social. Asimismo, esa variedad de español estadounidense sería la utilizada mayoritariamente en los medios de comunicación social. En cierto modo, tal realidad ya está ocurriendo en las cadenas CNN y Univisión, que buscan soluciones neutras o aceptadas de forma general, incluyendo algunos usos que se van haciendo habituales en los EEUU.
Finalmente, conviene recordar que el profesor de Harvard Samuel Huntington, conocido por sus tesis contrarias a la inmigración, ha señalado recientemente que la división entre los hispanos y lo anglos reemplazará a la división racial entre blancos y negros como la fractura más grave de la sociedad estadounidense. Si la hipótesis de la biculturalidad se fuera cumpliendo de un modo paulatino, el debate sociocultural acerca de los hispanos y los “anglos”, efectivamente, podría adquirir un protagonismo destacado en la sociedad estadounidense de las próximas décadas, pero debería ser para hallar un punto razonable de coexistencia, como el que está encontrando en la región del gran Miami, donde la lengua se ha incorporado a la vida social para sumar, como un bien activo.
Conclusiones: El futuro de la lengua española en los EEUU estará íntimamente ligado a las condiciones sociales en que se desenvuelvan sus hablantes. La hipótesis de la asimilación solo se barajaría si se produjera un retroceso demográfico y político de la población hispana. Por el contrario, si el peso demográfico hispano y su presencia socioeconómica siguen creciendo a ritmo acelerado, la sociedad estadounidense podría afrontar dentro de poco tiempo un debate sobre su posible transformación en una nación bilingüe y bicultural. En estas condiciones, el español adquiriría una mayor estabilidad sociolingüística y podría crearse y difundirse una variedad específica de español de los EEUU, con elementos de diversos orígenes hispánicos y con transferencias de la lengua inglesa. En caso de que no se produzcan las condiciones adecuadas y favorables para la expansión social del español, la situación podría fosilizarse en un patrón de diglosia sociológica, que iría en detrimento del prestigio social de la lengua y que favorecería soluciones lingüísticas regionales, más permeables a las transferencias desde el inglés.
Francisco Moreno Fernández
Dialectólogo y sociolingüista. Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Alcalá. Director del Instituto Cervantes de Chicago.