Tema: La situación de caos en Somalia ha brindado una serie de oportunidades que han sido aprovechadas por grupos radicales vinculados a al-Qaeda.
Resumen: El Este de África ha sido un santuario y una base para las operaciones terroristas islamistas desde principios de la década de 1990 y sigue siendo un área prioritaria en la estrategia mundial de al-Qaeda. La proximidad geográfica y las afinidades sociales, culturales y religiosas entre África del Este y la península arábiga propician la infiltración de militantes e ideologías procedentes de Oriente Medio en esta zona de África. La situación de caos en Somalia ha brindado una serie de oportunidades que han sido aprovechadas por grupos radicales vinculados a al-Qaeda, en particular por la milicia Al Shabaab, que en el momento de elaborarse este informe se ha hecho con el control del sur de Somalia y amenaza con derrocar al Gobierno Federal de Transición (GFT) de Mogadiscio, liderado por un islamista moderado, Sharif Sheikh Ahmed, y respaldado por EEUU, Etiopía, Kenia, Uganda y otros países africanos. Esto no quiere decir que África Oriental sea necesariamente un terreno fértil para el islamismo radical. Aunque el salafismo haya ganado terreno entre las elites cultas, las prácticas tradicionales y sufíes siguen siendo predominantes entre la gran mayoría de la población musulmana de la región. A pesar de los avances de la milicia Al Shabaab en los últimos meses, ni mucho menos puede darse por sentado que vaya a prevalecer el islamismo radical. Es perfectamente posible que se reafirmen las fuerzas antirradicales, lo que llevaría a un prolongado enfrentamiento, con el riesgo siempre presente de que volviera a producirse una intervención externa si el nuevo Gobierno somalí empezara a tambalearse.
Análisis: Desde mediados de la década de 1990, el Este de África (junto con Yemen, que forma parte de la misma región geopolítica) ha sido uno de los principales escenarios de las operaciones de al-Qaeda. En 1992 y 1993, tras el derrocamiento del dictador somalí Mohammed Siad Barré, el entonces subjefe militar de al-Qaeda, Muhammad Atef, realizó varios viajes a Somalia desde la base de al-Qaeda en Jartum. Los documentos Harmony sobre Somalia sugieren que, aunque el principal objetivo de al-Qaeda en Somalia parecía ser el establecimiento de relaciones de trabajo con militantes somalíes y la creación de campos de adiestramiento en la región etíope de Ogaden y en Somalia, Kenia ofrecía un clima más propicio para la realización de sus operaciones. En los documentos se describe cómo las células de al-Qaeda operaban libremente en Kenia sin que sus miembros mostraran preocupación alguna por poder ser vigilados o detenidos por las autoridades.[1]
El jefe militar de al-Qaeda, Ali al Rashidi, alias Abu Ubadiah al Banshiri, se ahogó en el Lago Victoria en mayo de 2006 mientras preparaba los atentados contra las embajadas estadounidenses en el Este de África.[2] Tras la muerte de Al Banshiri y la expulsión de al-Qaeda de Sudán en 1996 siguieron planeándose operaciones en África. En agosto de 1998 al-Qaeda perpetró dos de sus atentados terroristas pre-11-S más espectaculares: los atentados suicidas contra las embajadas estadounidenses de Nairobi (Kenia) y Dar es Salam (Tanzania). En noviembre de 2002, al-Qaeda cometió dos atentados prácticamente simultáneos en Kenia: un atentado con coche bomba contra el Hotel Paradise y un ataque fallido con misiles tierra-aire contra un vuelo chárter israelí a su despegue del aeropuerto de Mombasa.
Aunque al-Qaeda supone la principal amenaza terrorista para EEUU, Occidente y los intereses aliados en el Este de África , no es más que un componente de un universo mucho más amplio de grupos y organizaciones islamistas radicales en la región. En África Oriental existen numerosos grupos islamistas radicales autóctonos, con distintos grados de afinidad con el programa de al-Qaeda. También hay grupos proselitistas, muchos financiados por organizaciones saudíes de beneficencia, que propagan activamente una interpretación salafista radical del islam que, aunque no necesariamente violenta, ofrece una vía de entrada al terrorismo.
La estrategia de al-Qaeda, tanto en África del este como en el resto del mundo, ha sido incorporar militantes locales al movimiento yihadista mundial, que está adquiriendo tal fuerza que es capaz de asimilar a combatientes locales y convertirlos en adeptos a su causa. Aun así, incluso los grupos locales más afines a al-Qaeda tienen sus propios programas locales. Por este motivo, es importante entender la naturaleza y los planes de los grupos islamistas locales, su relación con los movimientos transnacionales (en particular al-Qaeda y otros componentes del movimiento yihadista mundial), los factores que pueden llevarles a cooperar con esta organización y las contradicciones y fricciones que inevitablemente surgen entre la visión mundial de al-Qaeda y los programas nacionales que muchos de estos grupos locales persiguen de forma natural.
La influencia del entorno África Oriental
La proximidad geográfica y las afinidades sociales, culturales y religiosas entre el Este de África y la península arábiga, unos gobiernos débiles o fallidos, unas fronteras porosas y la prevalencia de una economía sumergida hacen que África del este sea una zona propicia para la infiltración de militantes e ideologías radicales de fuera de la región. Los débiles gobiernos y los desórdenes sociales y políticos imperantes en toda la región generan un entorno propicio para que proliferen estructuras informales de poder, incluidos grupos islamistas armados. El auge del grupo integrista Al Ittihad al Islami (AIAI) en la parte central de Somalia tras la caída de la dictadura de Siad Barré es un buen ejemplo.
La presencia estatal en las zonas fronterizas es mínima en toda la región. La frontera de Kenia con Somalia, por ejemplo, está muy poco poblada, en su mayoría por personas de etnia somalí. Aunque hay puestos de control aduanero en los principales puntos de entrada, el resto de la frontera apenas se patrulla y existen numerosas rutas de contrabando.[3] La vigilancia marítima y costera es mínima. Las aguas adyacentes al Cuerno de África se han convertido en una de las zonas marítimas del mundo más proclives a sufrir actos de piratería. El sector informal (en algunos casos, institucionalizado por agentes de policía, fronterizos y de aduanas corruptos) ofrece a las redes terroristas la posibilidad de blanquear dinero, transferir fondos y realizar las transacciones financieras que necesiten para operar.
Esto no significa que el Este de África sea necesariamente un terreno fértil para el islamismo radical. Aunque el salafismo haya ganado terreno entre las elites cultas, las prácticas tradicionales y sufíes siguen siendo predominantes entre la gran mayoría de la población musulmana. El islam somalí, por ejemplo, está fuertemente caracterizado por tradiciones locales y prácticas sincréticas como el duco (oración de intercesión tras el salat en la mezquita), las extáticas ceremonias dikri, los siyaaro o peregrinaciones a los sepulcros de los santos (practicadas sobre todo por los sufíes) y la celebración del Mawlid (el cumpleaños del profeta Mahoma).[4] Los seguidores del salafismo y el wahabismo se oponen con contundencia a estas prácticas. A pesar de los efectos de factores externos como la proliferación de organizaciones benéficas originarias del Golfo Pérsico en la región, el peso del islam tradicional en las culturas locales es un obstáculo a la difusión de ideas extremistas.
Al evaluar hasta qué punto el Este de África ofrece un entorno propicio para la proliferación del terrorismo, debe establecerse una distinción entre Kenia y Tanzania, que ofrecen a las redes terroristas un tipo de entorno distinto por su nivel de burocratización relativamente alto, y Somalia, que lleva en situación de colapso estatal desde la caída del régimen de Siad Barré en 1991. Las amplias zonas urbanas de Kenia y Tanzania, junto con sus infraestructuras relativamente funcionales y sus sociedades razonablemente ordenadas, proporcionan a los foráneos el anonimato y los recursos que necesitan para construir sus redes.
Por el contrario, las densas conexiones sociales de clanes de Somalia permiten a sus autoridades (en la medida en que están presentes) vigilar de cerca a cualquier persona procedente del exterior. Esto complica la situación a estas personas, a menos que cuenten con la protección de grupos locales. Los documentos de operativos de al-Qaeda en Somalia durante la década de 1990, publicados en la serie Harmony, revelan que en Somalia se enfrentaban a un entorno social bastante inhóspito y difícil.[5] Aunque personas de fuera pudieran llegar a adherir a su causa a un grupo local, la segmentación de los grupos sociales y la naturaleza de las relaciones sociales hacían difícil que pudieran ampliar su influencia. Esto hace de Kenia y Tanzania entornos más propicios para el desarrollo de redes terroristas, aun cuando Somalia pueda convertirse en refugio de algunas de ellas.[6]
Crecimiento del islamismo radical
El crecimiento del islamismo radical en el Este de África durante los últimos decenios se manifestó en la propagación de las ideologías salafista y wahabista, que presionan a las prácticas tradicionales y sufíes, así como en el surgimiento de grupos extremistas y terroristas influenciados por estas ideologías. La propagación de este islamismo radical es resultado de la confluencia de una serie de factores sociopolíticos, algunos de ellos aplicables a todo el mundo musulmán y otros específicos a la región de África Oriental. El origen del islamismo radical en África del este l se sitúa en la infiltración ideológica que se ha producido desde el mundo árabe, y en particular en la propagación de la ideología de los Hermanos Musulmanes, que en su versión sudanesa se convirtieron en un importante vector para la propagación del salafismo político en África del este.
Las organizaciones islámicas de beneficencia han desempeñado un importante papel en la propagación del islamismo radical en África del este, especialmente en Somalia y en otras áreas donde el colapso de las instituciones estatales ha hecho de estas organizaciones las principales proveedoras de servicios de salud, educación primaria y secundaria, formación profesional, orfanatos y otros servicios sociales, además de, claro está, la enseñanza del islam. Las ONG internacionales han desempeñado un papel vital en la reconstrucción de las instituciones de la sociedad civil somalí, pero en el proceso han desplazado también a instituciones tradicionales. Además, algunas organizaciones de beneficencia hacen proselitismo y promueven planes de estudios árabe-islamistas, se dedican al activismo político y propugnan la creación de Estados islámicos. Al prestar servicios sociales, las organizaciones de beneficencia radicales fomentan la aceptación de la ideología salafista o wahabista por parte de la población local y, en algunos casos, legitiman y facilitan los reclutamientos a manos de organizaciones extremistas y refuerzan el apoyo político que se les presta.
Fueron dos catalizadores –el golpe militar islamista de 1989 en Sudán que situó en el poder al Frente Nacional Islámico (FNI) y el colapso del Estado somalí tras el derrocamiento de Siad Barré en 1991– los que abrieron un espacio político en África Oriental que fue aprovechado por movimientos y organizaciones radicales.
En Sudán, el FNI trató, a principios de la década de 1990, de llevar a cabo un proyecto de islamización centrado en una campaña de reeducación destinada a difundir una interpretación salafista del islam más allá de los círculos intelectuales y profesionales en los que originariamente se había instaurado y a propagar esa ideología a nivel internacional. Durante parte de la década de 1990, Jartum se convirtió en el epicentro de la actividad islamista radical de África. La Guardia Revolucionaria iraní, Hezbolá, Hamás y la Yihad Islámica palestina contaban con representación en Jartum y Osama bin Laden y varias decenas de “árabes afganos” se establecieron allí. El proyecto finalizó en la segunda mitad de la década de 1990, cuando el líder militar de Sudán, el general Omar al Bashir, se volvió contra su otrora aliado, el ideólogo del FNI Hassan al Turabi, y lo expulsó del poder, al igual que a sus partidarios.
En Somalia surgieron movimientos radicales en forma de facciones armadas. Desde su aparición en la parte central de Somalia a principios de la década de 1990, el movimiento extremista más activo en el Cuerno de África fue AIAI, un grupo que, a pesar de estar vinculado a al-Qaeda, tenía su propio programa independiente: crear una Gran Somalia islamizada que comprendiera todos los territorios del Cuerno de África habitados por personas de etnia somalí. AIAI quedó enormemente debilitado tras sus enfrentamientos con las fuerzas etíopes en 1995-1996, y algunos de sus líderes se transformaron en el componente radical de la milicia Unión de Tribunales Islámicos (UTI) que tomó Mogadiscio en junio de 2006.
La UTI se hizo con el poder en Mogadiscio gracias a la ayuda de hombres de negocios y ancianos del clan Hawiye que veían con buenos ojos que los tribunales recurrieran a la ley islámica para restaurar el orden en la ciudad. La promesa de la UTI de ofrecer seguridad fue el principal motivo de su popularidad en sus primeros tiempos de poder. Los tribunales eliminaron los puestos de control, reunieron las armas de las milicias de los señores de la guerra y promovieron el islam como opción unificadora alternativa a las lealtades de clanes. Este arreglo funcionó durante los dos o tres meses siguientes a la toma de Mogadiscio por la UTI, pero después comenzó a tambalearse como consecuencia de las tensiones existentes dentro de la UTI entre la corriente dominante y la facción radical.
La corriente dominante estaba encabezada por el presidente de la UTI, Sharif Sheikh Ahmed. Éste se educó en Mogadiscio, Libia y Sudán y se asoció a Ahlu Sunna Waljamaa, una asociación sufí tradicional. La facción radical de la UTI estaba encabezada (con la notable excepción del líder de la milicia Al Shabaab, Adan Hashi Ayro) por individuos anteriormente asociados a AIAI. El poder de los radicales procedía de la milicia Al Shabaab (“la juventud”), un cuerpo de jóvenes somalíes fanáticos adiestrados y adoctrinados por Ayro con la ayuda de combatientes extranjeros.[7] Otras milicias leales a la UTI no mostraron el mismo nivel de compromiso; no eran más que milicias de clanes pagadas para hacer cumplir las órdenes de los tribunales. Como su nombre indica, la mayoría de Al Shabaab eran hombres jóvenes adolescentes o en la veintena que crecieron durante la guerra civil, tenían una visión rígida del islam y a menudo actuaban en contradicción directa con las metas y los objetivos declarados de la UTI. Al Shabaab también ofrecía una alternativa al concepto de clan, al utilizar una amplia base de reclutas procedentes de los distintos clanes.[8]
Dentro de la facción radical existían divergencias estratégicas entre la principal figura, Hassan Dahir Aweys, vicepresidente de la UTI, y su protegido, Ayro. El objetivo de Aweys era esencialmente nacionalista. Quería reunir todas las partes de la Gran Somalia (los territorios del Cuerno de África donde predominaban los habitantes de etnia somalí) en un único Estado regido por la sharia.[9] El objetivo de Ayro era vincular la lucha en Somalia a la yihad global. De ello dan fe su asociación con al-Qaeda y la protección que prestaba a figuras destacadas de dicha organización como Abu Talha al Sudani (alias Tariq Abdullah) y Fazul Mohammed (“el comorano”).
La radicalización de la UTI y su aplicación crecientemente estricta de la ley islámica, contraviniendo los valores y las costumbres somalíes tradicionales, hicieron que perdiera el apoyo con que contaba entre la población. Los esfuerzos de la UTI por prohibir el uso del khat, una hoja narcótica comúnmente consumida en toda la zona de cultura somalí, generó mucha oposición, e incluso provocó disturbios.[10] Aunque la UTI se vio debilitada por sus divisiones internas y por la creciente impopularidad generada por su coacción religiosa, su mala gestión de las relaciones con Etiopía fue lo que la llevó directamente a la ruina. Una vez que se hizo con el control de Mogadiscio, la UTI trató de extender su control al norte y al sur y se convirtió en una amenaza para el Gobierno Federal de Transición (GFT), con sede en Baidoa, localidad interior al noroeste de Mogadiscio, que contaba con el apoyo internacional.
La sensación existente en Etiopía de que el gobierno de la UTI suponía una amenaza para sus intereses vitales, entre otras cosas por el apoyo prestado a los secesionistas de la región de Ogaden, sus vínculos con Eritrea, archienemigo de Etiopía, y la preocupación por que un gobierno islamista en Somalia pudiera llevar a una radicalización de la propia población musulmana del país, llevaron a Etiopía a decidir invadir el territorio controlado por la UTI e instaurar en Mogadiscio, en enero de 2007, el GFT, liderado por el anterior señor de la guerra de Puntlandia, Abdullahi Yusuf. Aunque la UTI se vio expulsada por la invasión etíope, el núcleo de sus fuerzas de combate, la milicia radical de Al Shabaab, permaneció intacta.
El GFT, que llegó al poder gracias a Etiopía, enemigo tradicional de Somalia, empezó a gobernar en Mogadiscio con una considerable desventaja política. En opinión de la mayoría de los analistas, tras la huida de la UTI de Mogadiscio, el GFT tuvo ocasión de demostrar su capacidad para ofrecer seguridad y evitar el resurgimiento de los señores de la guerra, pero desaprovechó la oportunidad.
Algunos de los analistas y funcionarios públicos regionales más reflexivos consideraban que sólo podría ponerse fin al conflicto mediante un acuerdo político entre las distintas facciones somalíes. Para ello habría sido necesario un acuerdo con el sector moderado de la oposición somalí, con sede en Asmara o, por lo menos, con el clan dominante en Mogadiscio, los Hawiye, en gran parte dejados de lado en el proceso político. Semejante acuerdo podría haber reducido progresivamente la popularidad y el poder de los islamistas. Sin embargo, Yusuf y los etíopes optaron por una solución militar. Como era de prever, aquella iniciativa fracasó y el grupo Al Shabaab, a la cabeza de la oposición armada contra la ocupación etíope, salió fortalecido.
El recrudecimiento de los atentados suicidas, una táctica asociada a al-Qaeda y grupos afiliados pero desconocida hasta entonces en Somalia, marcó un cambio en la naturaleza del conflicto. El primer atentado suicida denunciado en Somalia tuvo lugar en Baidoa en septiembre de 2006 y estaba dirigido contra Yusuf, el presidente del GFT. La explosión y el tiroteo posterior acabaron con la vida del hermano de Yusuf y de otras 10 personas. En mayo de 2007 las fuerzas ugandesas de mantenimiento de la paz destacadas en el puerto de Mogadiscio detuvieron a un hombre que trataba de cometer un atentado suicida.[11] Otro terrorista suicida, “el Mártir Adam Salad Adam”, grabó un vídeo en el que puede vérsele recitando el Corán e instando a los somalíes a defender su país de los “invasores”. Posteriormente se ve cómo se aleja conduciendo y cómo explosiona, aparentemente cerca de tropas etíopes.[12] En junio de 2007 un terrorista suicida estrelló un Toyota Land Cruiser cargado de explosivos contra la verja de seguridad de la casa de Gedi, primer ministro del GFT, en Mogadiscio, y los hizo detonar, matando a seis guardias y causando daños en el edificio.[13]
Tras la ocupación etíope de Mogadiscio, la milicia Al Shabaab incrementó sus operaciones en el centro y el sur de Somalia, importando las tácticas iraquíes de bombas al borde de las carreteras y asesinatos selectivos. Al Shabaab también trató de hacerse con las fuerzas etíopes y del GFT en Mogadiscio, tomando y ocupando brevemente ciertas localidades, aunque evitando enfrentamientos abiertos con el ejército de Etiopía.[14] Con estas acciones, los miembros de Al Shabaab y otros radicales trataron de atraer el nacionalismo somalí a su propia causa. Incidentes como el de la mezquita de Al Hidayat en Mogadiscio en abril de 2008, en que, según testigos presenciales, las tropas etíopes entraron en la mezquita y mataron a 11 civiles, incluido al imán de la mezquita, juegan a favor de los radicales.[15]
La muerte de Ayro, líder militar de Al Shabaab, y de varios de sus comandantes durante un ataque aéreo de EEUU contra el escondite de éstos el 1 de mayo de 2008 no consiguió alterar el equilibrio militar. A finales de 2008, los miembros de Al Shabaab avanzaron desde su bastión en el puerto de Kismayo, en el sur de Somalia, hasta las afueras de Mogadiscio. Tres acontecimientos interrelacionados consiguieron cambiar la dinámica política de Somalia ampliando la base del GFT y eliminando una de las principales excusas para el movimiento insurgente liderado por Al Shabaab: (1) un acuerdo alcanzado por intermediación de la ONU entre Sharif Sheikh, antiguo presidente de la UTI y líder de la facción moderada de la Alianza para la Nueva Liberación de Somalia (conocida como ARS-Yibuti después de que Sharif Sheikh, indignado por la injerencia de Eritrea en los asuntos de la ARS, trasladase su oficina a Yibuti), y el primer ministro del GFT, Nur Adde; (2) la decisión de Etiopía de retirarse de Mogadiscio; y (3) la dimisión de Yusuf el 29 de diciembre de 2008 y su posterior sustitución como presidente del GFT por Sharif Sheikh el 30 de enero de 2009.[16] Sin embargo, los intentos de Sharif Sheikh de formar un gobierno incluyente fueron rechazados por los islamistas. Desde Asmara, Hassan Dahir Aweys, líder de la facción de línea dura de la ARS (conocida como ARS-Asmara), acusó a su anterior aliado de ser un títere en manos de Etiopía.[17] Por su parte, la milicia Al Shabaab siguió lanzando ataques contra el nuevo GFT y contra una fuerza de mantenimiento de la paz de la Unión Africana integrada por 3.500 efectivos procedentes de Uganda y Burundi (la AMISOM), la única fuerza internacional que permaneció en Mogadiscio tras la retirada etíope[18] (en marzo de 2009 llegaron a Mogadiscio otros 500 solados burundeses, tras dos atentados suicidas que acabaron con la vida de 11 miembros del personal de mantenimiento de la paz e hirieron a otros 15).[19] La evolución más reciente del movimiento yihadista es la aparente decisión de Al Shabaab de vincularse formalmente a al-Qaeda. Esta decisión se comunicó en un vídeo del emir de la organización, Abu Zubair difundido en medios yihadistas a mediados de septiembre. La comunicación representa un cambio de la posición pública de Al Shabaab, que hasta ahora negaba tener vínculos con al-Qaeda, y puede haber sido motivada por el deseo del liderazgo de asumir un rol más global.
El establecimiento de un gobierno de unidad en Mogadiscio trajo inicialmente cierto grado de estabilidad a la parte central de Somalia. A pesar de mantenerse la violencia, unos 40.000 refugiados regresaron a Mogadiscio, según la oficina de la ONU para los refugiados (ACNUR). El grupo Al Shabaab, sin embargo, mantuvo su ofensiva militar y en febrero de 2009 tomó Baidoa, antigua sede del GFT. Más recientemente, se hicieron con el control de la ciudad de Jowhar, en la provincia central de Hiran, lo que provocó una incursión del ejército etíope en la provincia. Al Shabaab se está disputando actualmente el control de Mogadiscio (según las informaciones de prensa, su líder fue gravemente herido, y posiblemente murió, en lo que al parecer fue una explosión accidental en un piso franco a las afueras de Mogadiscio el 17 de mayo de 2009).[20]
Aunque el GFT controla tan sólo ciertas zonas de Mogadiscio, varios factores juegan a favor del gobierno de Sharif Sheikh. Uno de ellos es el firme apoyo que le presta la comunidad internacional (incluidos los etíopes, que dos años antes habían derrocado al gobierno de la UIT de Sharif Sheikh, pero que actualmente consideran que puede frenar el islamismo radical). En la reunión que celebró en Bruselas en febrero de 2009, el Grupo de Contacto Internacional (GCI) sobre Somalia reconoció la necesidad de consolidar el nuevo GFT y de apoyarlo. Los donantes internacionales prometieron financiar nuevas medidas, así como medidas renovadas, de apoyo a la AMISOM y a la Fuerza de Seguridad Conjunta y el Servicio de Policía de Somalia, fijándose un objetivo de 10.000 policías para el segundo trimestre de 2010.[21]
También han continuado las operaciones de fuerzas militares de los Estados Unidos contra elementos de al-Qaeda y Al Shabaab, coordinadas por el Grupo de Tarea Conjunto para el Cuerno de África, asentado en Djibouti. En septiembre de este año, fuerzas especiales norteamericanas dieron muerte en el sur de Somalia a Saleh Ali Saleh Nabhan, representante de al-Qaeda en Somalia considerado responsable por el ataque terrorista contra el Hotel Paradise y el ataque fallido contra el vuelo chárter israelí en Mombasa en 2002.
Otro de esos factores es la falta de apoyo de la mayoría de la población somalí al programa islamista radical de Al Shabaab. Como en otras sociedades tradicionales, la propia cultura y las propias instituciones sociales de Somalia pueden terminar constituyendo la barrera más eficaz al avance del islamismo radical. Con la retirada etíope de Mogadiscio en enero de 2009, Al Shabaab se quedó sin su principal justificación para llevar a cabo una lucha armada. Ya existen indicios de que las milicias de clanes han empezado a movilizarse para hacer frente a este grupo. Después de que combatientes de esa milicia fueran acusados de destruir tumbas de jeques venerados por los sufíes, las milicias de clanes, aunadas bajo el pabellón del grupo sufí Ahlu Sunna Waljamaa, los expulsaron de la región central somalí de Galgadud.[22] Sharif Sheikh también trató de reducir el poder de los islamistas anunciando que gobernaría conforme a la ley islámica y que la AMISOM se retiraría una vez que Somalia fuera estable. Apesar de los avances de la milicia Al Shabaab en los últimos meses, ni mucho menos puede darse por sentado que vaya a prevalecer el islamismo radical. Es perfectamente posible que se reafirmen las fuerzas antirradicales, lo que llevaría a un prolongado enfrentamiento, con el riesgo siempre presente de que volviera a producirse una intervención externa si el Gobierno somalí empezara a tambalearse.
Aunque Mogadiscio y el sur de Somalia son los epicentros de los movimientos vinculados a al-Qaeda, se cree que también hay grupos extremistas presentes en otras partes del Cuerno de África y en Kenia y Tanzania. Somalilandia y Puntlandia han experimentado bajos niveles de actividad terrorista en los últimos años, pero sus gobiernos disponen de poca capacidad policial y de inteligencia. Somalilandia se enorgullece de su estabilidad y de carecer de terrorismo, pero hay quien cree que existe un fuerte movimiento islamista en la sombra que podría aflorar si se deteriorara la situación política. El 50% de la población de Etiopía es musulmana y la religión es un factor en el movimiento separatista que afecta a las regiones de Oromo, de población mayoritariamente musulmana, y Ogaden.
En Kenia, los islamistas radicales son minoritarios entre la comunidad musulmana, pero existen sectores desafectos de esa comunidad que se consideran desfavorecidos por las políticas del Gobierno central de Nairobi. Aunque aún no ha surgido ningún movimiento terrorista de base local, a excepción de las células de al-Qaeda que se cree existen en Kenia, existe la preocupación de que parte de la población musulmana pueda radicalizarse y empezar a hacer uso de la violencia.
Conclusión: La pregunta a corto plazo es si sobrevivirá el GFT. Si Al Shabaab se hace con el control de Somalia, Occidente tendrá que hacer frente a la reaparición de un santuario terrorista en esta región crítica. Sin embargo, si consiguen frenarse los actuales avances de esta milicia, la situación de seguridad en el Cuerno de África podría empezar a estabilizarse. Los programas de ayuda antiterrorista que se están aplicando en la actualidad en el Este de África con el apoyo de EEUU y otros países occidentales podrían ayudar a sentar las bases de un régimen más sólido de cooperación antiterrorista. Sin embargo, es poco probable que, por sí sola, esta ayuda pueda ofrecer una solución eficaz a largo plazo a los desafíos planteados por el terrorismo y el extremismo islamista en África Oriental. Una solución eficaz a largo plazo exigiría abordar las condiciones que hacen de la región un entorno hospitalario para los elementos extremistas y terroristas. El objetivo general debería ser la creación de una capacidad nacional de resistencia sostenida que no tolere este tipo de elementos y los combata eficazmente. Esto sólo puede conseguirse combinando fuertes medidas de seguridad con un abanico más amplio de políticas destinadas a promover la estabilidad política, social y económica.
Ángel Rabasa
Analista principal de políticas de RAND Corporation
[1]Los documentos Harmony sobre Somalia consisten en varios cientos de páginas de transcripciones, todas ellas –salvo una– atribuidas a operativos de al-Qaeda. Fueron hechas públicas para el informe “Al-Qa’ida (Mis)Adventures in the Horn of Africa”, Proyecto Harmony, Academia Militar de EEUU, West Point, Nueva York, 2006.
[2]Al Banshiri viajaba en el ferry que iba de Bukova a Mwanza y que naufragó con 480 pasajeros a bordo. Rohan Gunaratna, Inside al-Qaeda: Global Network of Terror, Columbia University Press, Nueva York, 2002, p. 26.
[3] Human Rights Watch, Playing with Fire: Weapons Proliferation, Political Violence, and Human Rights in Kenya, mayo de 2002.
[4] Kenneth J. Menkhaus, “Somalia and Somaliland: Terrorism, Political Islam, and State Collapse”, en Robert I. Rotberg (Ed.), When States Fail: Causes and Consequences, Princeton University Press, Princeton, 2004, p. 26.
[5] Combating Terrorism Center, 2006, p. 43.
[6] En Somalia, las instituciones como el xeer (derecho consuetudinario) exigen estar conectado a redes de parentesco para poder obtener protección.
[7] No está claro si eran adiestradores de al-Qaeda o sólo militantes extranjeros.
[8] “The Fight for Mogadishu: The Rise and Fall of the Islamic Courts”, Jamestown Foundation, Washington DC, 28/II/2007. Véase también Andrew McGregor, “The Leading Factions Behind the Somali Insurgency”, Jamestown Foundation, Terrorism Monitor, vol. 5, nº 8, 26/IV/2007; “‘Extremist’ Splinter Group of Somali Islamic Courts Formed”, Somaliland Times, 12/VIII/2006.
[9] Entrevista con un corresponsal con sede en Nairobi que viaja con frecuencia a Mogadiscio, mayo de 2007.
[10] “The Fight for Mogadishu”, 2007. No obstante, según una fuente familiarizada con la situación social en Somalia, en realidad la decisión de prohibir el khat contaba con un gran apoyo. Los manifestantes fueron aquéllos afectados por la prohibición (los vendedores) y los consumidores, pero muchos somalíes, incluidos algunos que tenían costumbre de mascarlo, estaban a favor de la prohibición, aunque consideraban que los tribunales debían tener en cuenta las necesidades de los vendedores, fundamentalmente mujeres, que necesitaban el dinero que sacaban de la venta del khat para mantener a sus familias.
[11] “AU Forces Foil a Suicide Attack”, SomaliNet, 7/V/2007.
[12] Elizabeth A. Kennedy, “Somalian Tactics Hint of al-Qaeda”, AP, 25/V/2007.
[13] “Somali Prime Minister Survives Bomb Attack”, CNN, 3/VI/2007.
[14] Sunguta West, “Strategy of Somalia’s Islamists Survives Death of Militant Leader”, Jamestown Foundation, Terrorism Focus, vol. 5, nº 18, 6/V/2008.
[15] “Slaughter in Mogadishu Mosque Inflames Somali Conflict”, Jamestown Foundation, Terrorism Focus, vol. 5, nº 17, 30/IV/2008. Los etíopes responsabilizaron al grupo Al Shabaab de los asesinatos.
[16] El acuerdo entre Sharif Sheikh y Nur Adde (ambos miembros del clan Hawiye), respaldado por la ONU, EEUU y Etiopía, aisló a Yusuf (del clan Darod) y le forzó a dimitir tras no conseguir convencer al Parlamento del GFT de que rechazara el acuerdo. Véase Abdulaziz Al Mutairi, “Fall of Kismayo, TGS in Addis Ababa, Crumbling ARS and Puntland: Somalia under Spotlight”, 17/IX/2008,
www.qarannews.com/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=2399.
[17] “Aweys: Sharif is a Traitor and an Ethiopian Stooge”, Reuters, 5/III/2009,
http://forums.islamicawakening.com/showthread.php?p=213650.
[18] “New Somali Premier Calls for End to Bloodshed”, Somali News, febrero de 2009.
[19] “Somalia: 500 African Union Peacekeepers Arrive in Mogadishu”, Garowe Online, 3/III/2009.
[20] Bill Roggio, “Report: Shabaab Leader Wounded in Mogadishu Explosion”, The Long War Journal, 20/V/2009, http://www.longwarjournal.org/archives/2009/05/report_shabaab_leade.php.
[21] Comunicado del Grupo de Contacto Internacional sobre Somalia, 26-27/II/2009.
[22] “Somalia: Al Shabaab Spokesman Says Not Part of al-Qaeda”, Garowe Online, 4/III/2009,
http://www.garoweonline.com/artman2/publish/Somalia_27/
Somalia_Al_Shabaab_spokesman_says_not_part_of_Al_Qaeda.shtml.