Tema: La misión europea Eufor Chad/RCA –de apoyo a las acciones humanitarias y policiales de la misión de Naciones Unidas en Chad y la República Centroafricana– se ha congelado hasta que retorne la calma a la zona.
Resumen: El 28 de enero de 2008, la UE lanzó la operación Eufor Chad/RCA para desplegar una fuerza de apoyo a las acciones humanitarias y policiales de la misión de Naciones Unidas en Chad y la República Centroafricana (Minustar). Tres días después abortaba el despliegue debido a los enfrentamientos entre fuerzas gubernamentales y rebeldes en torno a Yamena. Llamada a ser la misión militar más ambiciosa de la UE tras los ensayos de las operaciones Artemis DRC y Eufor RDCongo, el parón actual obedece a causas coyunturales, pero también revela una mala lectura de la situación y una baja calidad de la inteligencia empleada. Diseñadas las misiones al margen del conflicto interestatal entre Chad y Sudán y del conflicto armado interno del Chad, su contingencia respecto a éstos se ha evidenciado cuando apenas se procedía a poner en marcha la misión. Las fuerzas francesas se han ocupado eficazmente de evacuar a los residentes europeos de la zona pero el impasse abre otro interrogante sobre la capacidad francesa, europea y de Naciones Unidas de evaluar sus misiones militares y de ofrecer soluciones a los problemas de seguridad en un continente que carece de otros suministradores externos de seguridad. Este ARI describe el contexto en el que se gesta la intervención, el contexto en el que se elabora el concepto de gestión de crisis de Minustar y el plan de operaciones de Eufor Chad/RCA, el cronograma de los enfrentamientos sobre el terreno y los opciones a considerar tras su interrupción: continuar con la misión en cuanto cesen los enfrentamientos o revisar los pasos dados para evitar que la misión se acabe convirtiendo en parte del problema.
Análisis: Al analizar un conflicto como el que afecta al Chad se observa que, en realidad, no se trata de uno sino de muchos conflictos distintos que se entremezclan e interactúan entre ellos, tal y como señala la valoración del Instituto de Estudios Internacionales y Estratégicos de Londres (Strategic Survey 2006). La inseguridad del Chad no puede separarse de la que padecen Sudán y la República Centroafricana (RCA) ni tampoco puede separarse la inseguridad de los refugiados procedentes de Darfur de la que sufren los desplazados chadianos a causa de la delincuencia, el bandidaje y el vacío de poder dentro de sus fronteras. Esta patología tan complicada es reflejo de la complejidad estructural que aqueja al país. Chad es el séptimo país con menor desarrollo humano (170/177) de los analizados por Naciones Unidas y el quinto país más corrupto según Transparencia Internacional (150/156). Con 10 millones de habitantes, la mitad de la población tiene menos de 15 años –muchos de ellos con armas en la mano como niños soldado– y un 35% sufre desnutrición en un país que tiene un crecimiento del PIB cinco veces superior al chino en los últimos años debido a los ingresos del petróleo. La fragmentación social se refleja en la existencia de tres lenguas oficiales, 120 lenguas nativas, cuatro grupos religiosos, nueve étnicos y sesenta partidos.
Figura 1.
Fuente: Naciones Unidas.
La democracia y las instituciones no cuajan en un sistema donde una minoría zaghawa controla el poder frente al 97% de la población restante. Gobierno, oposición, partidos y rebeldes son identidades virtuales que enmascaran a grupos étnicos, religiosos y regionales coligados en alianzas ocasionales que se cambian cada vez que un actor trata de destacar por encima de los demás. Mantener el equilibrio de poder resulta difícil cuando el faccionalismo interno tiende a militarizarse y la fuerza se convierte en la forma de acceder y, lo que es más importante, de retener el poder. El equilibrio de poder comenzó a alterarse en 2004 cuando afloraron las divisas procedentes del petróleo y otorgaron al Gobierno una capacidad de influencia de la que no disponía hasta la fecha. También se alteró en 2005 cuando el actual presidente Idriss Deby forzó el sistema constitucional para disponer de un tercer mandato. Desde entonces se han sucedido las deserciones de antiguos coligados, buscando formar alternativas de acceder al poder que se les niega y las acciones rebeldes sirven tanto para dirimir el conflicto interno como para fomentar el interestatal entre Sudán y Chad.
Sus gobiernos se acusan mutuamente de apoyar a los rebeldes que les acosan. Yamena acusa a Sudán de apoyar a la Unión de Fuerzas para la Democracia y el Desarrollo (UFDD) mediante las armas y el apoyo logístico que reciben de la milicia janjaweed y de ofrecerles santuarios en los que resguardarse tras la frontera para derribar al presidente Deby. Por su parte, el Gobierno sudanés acusa al chadiano, y en particular a su presidente, de desestabilizar su territorio apoyando al Movimiento para la Justicia y la Libertad y al Ejército Sudanés de Liberación, donde militan miembros de su propia etnia zanghawa que habitan a caballo de la frontera. Los grupos rebeldes se desplazan por Darfur y atraviesan la frontera entre Sudán y Chad para atacar al otro lado motu proprio o a instancia de alguno de los dos gobiernos con lo que se sabe donde empieza el conflicto interno y dónde acaba el interestatal. Por si faltara algo al conflicto, la presencia de compañías petrolíferas –principalmente las norteamericanas, indonesias y chinas– desde principios de 2000 añade una dimensión energética de primera magnitud (los campos de Doba hacen que Chad sea el octavo productor africano de petróleo con 249.000 barriles diarios, mientras que Sudán es el sexto con 363.000). Los ingresos del petróleo, lejos de aliviar la situación de necesidad, se dedican a retroalimentar los enfrentamientos armados. En agosto de 2006 y para hacer frente al previsible acoso rebelde, el presidente Deby solicitó anticipos de fondos a las compañías Chevron y Petronas, que accedieron a pagar unos 300 millones de dólares sin librarse por ello de una revisión unilateral de los contratos de explotación.
En medio de todo este entramado de conflictos se ven atrapados unos 200.000 refugiados procedentes de Darfur y 150.000 desplazados chadianos que se encuentran alojados a lo largo de la frontera oriental dentro de 10 campos situados a unos 60 km de ella, a los que hay que añadir otros 200.000 desplazados en la República Centroafricana (RCA) que buscan protección ante el expolio de los bandidos locales y el acoso de los insurgentes contra el presidente François Bozize. La inseguridad de los anteriores forma el núcleo duro del problema humanitario que se pretende atajar con las operaciones internacionales de Naciones Unidas y la UE. Este es, en líneas generales, el problema de seguridad que pretende aliviar la UE, poniendo en marcha una operación militar (Eufor Chad/RCA) para la protección de la acción policial y humanitaria que lidera Naciones Unidas (Minurcat). La UE estrena su proyección global en este escenario africano donde no tiene presencia habitual ni cuenta con poder duro o blanco para influir decisivamente en la situación. Si hasta ahora su influencia venía respaldada por su importante ayuda financiera –unos 50 millones de euros para ayuda al desarrollo y otros 30 de ayuda humanitaria en 2007 junto a 10 millones más en 2008 para apoyar las misiones Minurcat y Eufor Chad/RCA–, a partir de ahora sus 90 millones de euros anuales poco pueden influir en la voluntad de un gobierno que recibe 1.400 millones de euros como ingresos fijos por petróleo. Con esos mimbres, la UE puede facilitar la modificación de la Ley Electoral pero no puede imponer su cumplimiento.
Mayor influencia tiene Francia que dispone de la única embajada europea en la zona y apoya al régimen de Deby, aunque mantenga disensiones periódicas con él a propósito de la democratización o –la más notoria y reciente– el affaire de la ONG Arca de Zoé y el intento de traslado furtivo de niños de la región a Europa. El apoyo político francés no es incondicional pero cualquier alternativa al régimen actual les parece peor, una visión compartida por EEUU que ve la mano islamista en cualquier acción de Sudán. Su presencia militar es limitada, con ser importante (unos 1.500) para la relación de fuerzas locales (unos 5.000 soldados regulares y otros tantos insurgentes) y aunque pueda dar apoyo de inteligencia y aéreo a los gobiernos de Chad y la República Centroafricana no es lo suficientemente contundente y abierta para inclinar definitivamente el equilibrio militar en favor de Yamena o para prevenir un enfrentamiento a gran escala.
El conflicto latente y las misiones internacionales
La inseguridad de la zona fronteriza con Sudán, donde habitan los refugiados sudaneses que huyen del conflicto de Darfur o del vacío de autoridad chadiano, tiene una naturaleza fundamentalmente policial y humanitaria que sólo se puede prestar si se cuenta con un apoyo militar suficiente para facilitar su actuación. El bloqueo de las organizaciones internacionales multiplica la mala conciencia generada por la situación en Darfur y presiona a los gobiernos para que hagan algo en relación con la catástrofe humanitaria que se enquista en la frontera entre Chad y Sudán y, por extensión, en la zona de Darfur y en el noroeste de la República Centroafricana. Naciones Unidas consideró que se necesitaría una fuerza internacional de al menos 20.000 soldados para estabilizar la zona de Darfur y evitar que tanto Chad como Sudán utilizaran la zona como lanzadera de sus grupos rebeldes afines contra la otra parte. Sudán, en particular, siempre se ha opuesto a la presencia de una fuerza internacional como la pretendida. En junio de 2007, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, trató en vano de convencer a su homólogo sudanés, Lam Akol, que participara en las reuniones del Grupo de Contacto en París para preparar el despliegue de 12.000 soldados en su territorio para formar un corredor humanitario y aliviar la situación en Darfur. Más suerte tuvo persuadiendo al presidente Deby de que aceptara una fuerza compuesta por fuerzas francesas y europeas. La autorización, trasladada al Consejo de Seguridad por el secretario general Ban Ki–Moon en su informe S/700/488 de 10 de agosto al Consejo de Seguridad, refleja la anuencia chadiana a la misión pero no la sudanesa, que sigue percibiendo con recelo cualquier presencia militar en la zona.
Sobre esta preferencia, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas comenzó a diseñar un concepto de misión internacional apoyado en tres componentes: humanitario, policial y militar. Naciones Unidas se haría cargo del primero y Chad del segundo, con el apoyo de Naciones Unidas. La misión se desplegaría en las zonas de refugiados y desplazados del este de Chad y del noreste de la República Centroafricana pero no se desplegaría ninguna presencia militar sobre la frontera. Paralelamente, la UE comenzó a prepararse para asumir el componente militar de la misión y aprobó en su Consejo de 23–24 de julio su participación en la misión de Naciones Unidas. El Consejo de 12 de septiembre aprobó el concepto de crisis y el secretario general y alto representante de la PESC informo cinco días después al secretario general de Naciones Unidas la disponibilidad de la UE para asumir el componente militar de la operación durante los primeros 12 meses.
La resolución 1778/2007 de 25 de septiembre de 2007 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas autoriza esa misión multidimensional en la República Centroafricana y Chad (Minurcat). Su componente militar está autorizado a actuar bajo el Capítulo VII de la Carta, lo que permite el uso de la fuerza si es necesario, incluso actuando “con todas las medidas necesarias”, lo que en terminología acuñada en las resoluciones atribuye un gran margen de discrecionalidad a quien se le delega. Según el concepto acordado para la misión, Minurcat trata de aliviar el problema humanitario en la zona pero no actúa contra sus causas estructurales ni contra sus inductores. La eficacia de su efecto terapéutico depende objetivamente de la estabilización policial y de la asistencia humanitaria que se proporcione, pero también depende subjetivamente de cómo se perciba esa prestación por las partes implicadas. Existiendo tantos bandos y dinámicas, cualquier misión humanitaria tiene dificultades para ser percibida como neutral y corre el riesgo de convertirse en un foco adicional de conflictos. El deber de proteger los esfuerzos humanitarios en un escenario tan complejo y volátil afectará directamente al equilibrio de poder o a la lucha por alterarlo, o indirectamente si las partes piensan que la misión perjudica sus intereses. El control de la zona ocupada por los refugiados puede facilitar la acción humanitaria, pero también puede comprometerla si cualquiera de los gobiernos de la zona percibe que la zona se convierte en un santuario para los rebeldes que actúan en su territorio.
Con este escenario de fondo, la UE comenzó a planificar la operación en julio de 2007 para encargarse de la seguridad en los campos de refugiados, una misión similar a la realizada en la República Democrática del Congo: la operación Artemis en 2003. Respaldada por la resolución 1787 del Consejo de Seguridad, cuya aprobación no hubiera sido posible sin el impulso europeo en general, y francés en particular, la UE aprobó la acción conjunta posterior de la UE, 2007/677/PESC de 15 de octubre para poner en marcha la operación. En el componente europeo de Minurcat, la operación Eufor Chad/RCA, participan 14 naciones y 3.700 soldados (de ellos 2.100 franceses). Su cadena de mando depende del general irlandés Patrick Nash, como comandante de la operación, dirigida desde el cuartel general operacional francés de Mont Valérien, y con un comandante de la fuerza también francés, el general Jean–Philipe Ganascia. La misión no tiene vocación de permanencia, está limitada en el tiempo por 12 meses a partir de su puesta en marcha operativa y pretende dar paso después a fuerzas africanas, tal y como ocurrió también en la operación Artemis.
Figura 2.
Fuente: Estado Mayor de la Defensa francés.
El conflicto en curso o cómo la realidad local se escapa de los planes internacionales
Mientras se ponía en marcha la operación se siguieron registrando enfrentamientos en las regiones fronterizas orientales de Ouaddi y Wadi Fira hasta el punto de que el Gobierno chadiano tuvo que declarar el estado de emergencia a mediados de octubre. La mediación libia logró un compromiso el 25 de octubre entre los presidentes chadiano, Idriss Deby, sudanés, Omar al–Bashir, y los grupos rebeldes agrupados en el Movimiento Resistencia y Cambio, el Acuerdo Nacional y las dos facciones del UDFF. Sin embargo, el 26 de noviembre de 2007, los medios de comunicación anunciaron la reanudación de los combates entre las fuerzas chadianas y algunos de los grupos rebeldes que habían acordado el alto el fuego de octubre. Los enfrentamientos tuvieron lugar en las ciudades orientales de Farchana y Abeche y duraron varios días. Cada parte acusó a la otra de haber roto la tregua y se mostraba dispuesta a restablecerla, pero la situación se siguió deteriorando. Los enfrentamientos tuvieron lugar mientras se preparaba la misión y ya entonces los analistas de seguridad especializados (Paul–Simon Handy, ISS, 5/XII/2007) debatieron si la llegada de tropas extranjeras podía remediar o acrecentar el conflicto, porque podía verse atrapada entre dos bandos o verse asociada a uno de los contendientes. Así, por ejemplo, les parecía que sería difícil distinguir las fuerzas en misión humanitaria de la UE de las policiales de Naciones Unidas y diferenciar las dos cadenas de mando que actuarán en las mismas zonas. También advirtieron que, dado el apoyo francés al presidente Deby, la misión europea corría el riesgo de ser percibida como una prolongación encubierta de la asistencia militar que presta Francia al régimen de Yamena por otros medios.
Autocumpliéndose la profecía, el 30 de noviembre, los rebeldes de la UFDD declararon el “estado de guerra” contra las fuerzas extranjeras, un riesgo que el presidente Sarkozy asumió y que, en su opinión, justificaba precisamente el envío de soldados con la misión europea. El Gobierno chadiano tomó la declaración como un chantaje para evitar el despliegue europeo y a partir de ahí presionó a la UE para que no se demorara el despliegue para evitar que los inminentes ataques rebeldes que se anunciaban condujeran a una guerra civil. Esta vez se coligaron las fuerzas de la UFDD, de Mahamat Noure –que fuera ministro de Defensa del Gobierno de Deby–, de la Agrupación de Fuerzas para el Cambio (RFC) de Timane Erdimi –antiguo jefe de Estado Mayor de Deby– y la escisión de la UFDD liderada por el Abdelwahid Aboud. La cohesión del grupo se basa en su aversión a Deby –los dos primeros líderes se marcharon de su gobierno y entre sus filas militan grupos gorane y zaghawa, lo que refuerza el perfil interétnico de la coalición–. Además, los combates se extendieron hasta la frontera centroafricana.
El 8 de enero la aviación chadiana atacó a los rebeldes que operaban entre los campos de Goker y Wadi Radi, unos 30 km dentro de Sudán, atravesando la frontera porosa que las acciones terrestres no pueden sellar. Mientras la UE generaba fuerzas para hacerlo, se intensificaban los combates dentro y fuera de esas zonas. Las tensiones forzaron la convocatoria de una cumbre auspiciada por Libia en Trípoli a la que acudieron los presidentes Deby y al–Basir el 27 de enero, junto con otros líderes regionales antes de la reunión de la Unión Africana de febrero. El día siguiente, se ponía la operación UE en marcha y el 31 de enero las fuerzas rebeldes avanzaron hacia la ciudad de Ati –a 450 km de Yamena– y fuerzas leales al Gobierno salieron a su encuentro. Los 5.000 miembros de la Guardia Republicana no pudieron contener una ofensiva agresiva con más de 300 vehículos y unos 1.500 insurgentes con armas ligeras. Ni los helicópteros ni las fuerzas enviadas pudieron evitar que los rebeldes avanzaran hacia Yamena y tomaran posiciones a 200 km de la capital chadiana, tras sucederse los combates en Massakory (200 km) y Massaguet (60 km). Finalmente, las tropas rebeldes entraron en la capital y atacaron a las fuerzas gubernamentales acuarteladas en los centros neurálgicos del palacio presidencial al sudeste de la ciudad. El deterioro de la situación forzó al Gobierno francés a desplazar 150 hombres desde Gabón para reforzar a las fuerzas francesas en el Chad dentro de la operación Epervier y comenzar la evacuación, pero sin empeñarse directamente en los combates salvo para proporcionar inteligencia y asesoramiento a las fuerzas chadianas. Tanto la concentración de residentes como el puente aéreo entre Yamena y Libreville, y de ahí a destinos europeos, ha funcionado bien y en pocas jornadas se evacuó a 881 personas de 27 nacionalidades.
El día 2, mientras los combates, los saqueos, el desplazamiento de la población y del personal de las agencias gubernamentales y no gubernamentales se interrumpían o reanudaban entre rumores sobre negociaciones, los rebeldes abrieron otro frente en la ciudad de Adre, cerca de la conflictiva frontera sudanesa con Darfur. Sólo la llegada oportuna de las fuerzas rebeldes del Movimiento Justicia e Igualdad desde la frontera sudanesa consiguió reforzar la posición militar del presidente Deby pero no la política, ya que no podrá seguir alegando que no tiene vinculación con los grupos que actúan contra Sudán.
En la reunión de urgencia del Consejo de Seguridad del 3 de diciembre se condenó el uso de la fuerza para tomar el poder, lo que evidencia que el conflicto es de naturaleza interna de guerra civil y cualitativamente distinto de actividades hostiles aisladas. El embajador francés ante Naciones Unidas, Jean–Maurice Riport, pretendía dar al presidente Deby todo el apoyo necesario, pero el veto ruso a incluir la expresión de “todos los medios necesarios” en la declaración final transformó la petición francesa de un respaldo más concreto al Gobierno de Deby en una vaga apelación a la no injerencia en Chad según los principios de la Carta de Naciones Unidas. La desestimación de la propuesta francesa evitó entrar en el debate de quién sería el encargado de utilizar todos los medios necesarios: la Eufor Chad/RCA, una nueva fuerza de Naciones Unidas o la propia Francia. La cumbre de la Unión Africana fue más allá y condenó el ataque rebelde, llegando su presidente, el tanzano Jakaya Kikwetelleg, a amenazar con la expulsión de Chad si se cambiaba el gobierno por la fuerza. Una declaración de ese tono podría haber sido de utilidad tres días antes cuando se reunieron en Libia los líderes regionales para preparar la cumbre del 31 de enero en Etiopía, pero tras la contundente declaración la única acción adoptada fue la de remitir el problema a la mediación libia que, dicho sea de paso, se ha convertido en un facilitador regional de consensos gracias al conflicto regional.
Conclusión
¿Y ahora qué? ¿Lecciones aprendidas?
Cualquiera que sea el resultado de las acciones en curso, distará de ser un mero contratiempo y la demora que ha producido en la operación debería emplearse para reflexionar sobre lo ocurrido. Por parte chadiana se deberá tener en cuenta no tanto por el resultado militar de los enfrentamientos sino por su significado político y estratégico. Al día de cierre del análisis, los rebeldes se han retirado –derrotados según el Gobierno de Chad o por un repliegue táctico según los jefes rebeldes– de Yamena y se suceden los combates con menor virulencia por algunas zonas dispersas. Sin embargo, es la segunda vez que las fuerzas rebeldes se arriesgan a controlar la capital. Si en abril de 2006 el Gobierno despejó la capital de fuerzas rebeldes del UFDD con facilidad, está vez no se ha acercado un único grupo rebelde, sino una coalición de ellos que, además, ha conseguido entrar en la capital, forzar la salida de los residentes extranjeros y demostrar determinación suficiente para resolver la lucha por el poder por la vía armada. El presidente Deby tendría que aprender de la experiencia y abrirse a compartir el poder antes de que pueda perderlo al siguiente intento. Al igual que ocurre en la lucha política, el enfrentamiento militar sigue en tablas y ninguna de las partes es capaz de imponerse rotundamente sobre la otra. Es difícil que esta vez pueda cooptar a los jefes rebeldes, como hizo en 2006 con Mahamat Noure, ofreciéndole ser ministro de Defensa, o integrando las fuerzas rebeldes en la nómina del ejército chadiano, como les ofreció para obtener el alto el fuego de octubre de 2007. Tampoco parece que el armamento comprado con dinero del petróleo le haya proporcionado una ventaja operativa sobre las fuerzas rebeldes que reciben equipo sudanés sufragado por los mismos fondos. Al igual que ocurre en la lucha política, ninguna de las partes es capaz de imponerse rotundamente sobre la otra y si las fuerzas chadianas no han sido capaces de contener la llegada de las tropas a Yamena, los rebeldes tampoco han conseguido ocupar la capital y desbancar al presidente Deby. Pero si el monopolio del poder es la causa de los enfrentamientos armados, seguirán existiendo mientras no se comporta y a la tercera puede ser la vencida.
Por su parte, Naciones Unidas y la UE deberían revisar el concepto de la operación porque se ha demostrado la fragilidad del esfuerzo humanitario ante las acciones armadas. Si antes no se pusieron en marcha misiones debido a la existencia de enfrentamiento armados y a la renuencia de los líderes regionales a la presencia internacional, ahora las misiones emprendidas han demostrado ser tan vulnerables como entonces. Además del riesgo humanitario hay un riesgo de guerra civil, dentro del Chad, y un riesgo de guerra interestatal, entre Chad y Sudán, aunque se desarrolle mediante grupos rebeldes interpuestos. Esos conflictos interactúan y se retroalimentan y no se puede separar la protección humanitaria del riesgo de la guerra. Mientras que las tensiones entre Chad y Sudán no se reduzcan, Darfur seguirá siendo semillero de rebeldía y de sufrimiento. La situación ha cambiado y a la puesta en marcha de una operación de índole humanitaria tras un acuerdo local, le ha sucedido un enfrentamiento entre las partes que altera el marco de las operaciones Minustar y Eufor Chad/RCA porque les priva del consentimiento de las partes. Desde luego que la operación contará con el apoyo del Gobierno de Chad y de los grupos que hostigan a Sudán –mientras que no consideren que las tropas desplegadas ofrecen protección a sus rivales–, pero contará con la oposición de las fuerzas rebeldes –que han realizado una demostración de fuerza antes de su llegada para advertir de su rechazo– y la sombra que el apoyo francés proporciona al régimen contestado de Deby pone en duda la parcialidad de la UE y le coloca en punto de mira de la desestabilización rebelde apoyada o no por Sudán. Las misiones internacionales siguen siendo indispensables y se ha intentado aprovechar la ocasión, pero esa ventana de oportunidad se ha cerrado y hay que estudiar de nuevo cómo puede abrirse la ventana sin que los cascos azules se pillen los dedos.
La vulnerabilidad podría disminuirse de contar con medios militares más contundentes, pero el proceso de generación de fuerzas ha mostrado –de nuevo– que los medios condicionan la voluntad de ayudar. El poder y la fuerza tienen unos códigos en ese espacio chadiano premoderno de seguridad que los occidentales, y los europeos en particular, deberíamos tratar de comprender antes de acudir con soluciones cicateras en el tiempo y en los recursos. Doce meses de misión europea son pocos para estabilizar la zona y no parece que los recursos regionales abunden para efectuar el relevo transcurrido ese tiempo. En cuanto a los recursos empleados, las dificultades europeas para cerrar la generación de fuerzas retrasaron el despliegue, previsto inicialmente para noviembre de 2007, debido a las razones de siempre: la falta de medios críticos suficientes como helicópteros y medios hospitalarios que no se solucionaron hasta que una aportación adicional francesa el 11 de enero de 2007 permitió empezar a elaborar el plan de operaciones.
También se debe revisar la calidad de la inteligencia disponible. Durante el planeamiento de la operación no cesaron de encenderse las alarmas de los enfrentamientos y del rechazo de los grupos rebeldes a la presencia extranjera. La inteligencia francesa debería haber previsto la irrupción de los rebeldes para evitar que la estabilización de la frontera impidiera su penetración y pusiera en riesgo sus santuarios. Además, los planificadores de la misión debían conocer el precedente de octubre de 2006 cuando las fuerzas de la UDFF ocuparon las poblaciones de Am Timan y Goz Beida, al sureste, y amenazaron con proseguir hasta Yamena. En aquella ocasión la movilización de fuerzas rebeldes leales al presidente Deby y el apoyo francés bastaron para repeler la iniciativa, pero fue un primer intento de derrocar por la fuerza al gobierno actual cuyo patrón se ha repetido ahora. Prevenir lo ocurrido parece una exigencia de sentido común y al alcance de unas fuerzas desplegadas sobre el terreno y que disponen de medios aéreos de observación. Es cierto que la misión de reconocimiento del general Nash tuvo lugar entre el 21 y el 24 de octubre, cuando estaba en vigor la tregua, pero no es menos cierto que ésta acabó cediendo dos días más tarde y que en la conferencia de prensa del día 29 de enero para presentar la operación, el general Nash reconoció la existencia de actividades hostiles recientes. A pesar de eso, la operación siguió adelante con el despliegue para el que ya se habían desplazado al terreno unos 70 miembros encargados de preparar la entrada de la operación. Sin embargo, sólo dos días mas tarde las fuerzas rebeldes dieron una sorpresa estratégica a las fuerzas chadianas –y a las europeas– lanzando una operación móvil tras reunir 2.000 insurgentes y 300 vehículos y hacerlas progresar durante unos 1.000 kilómetros bajo un mando unificado. Como resultado de este fallo de inteligencia, el 31 de enero se tuvo que abortar el envió de un primer avión con fuerzas especiales desde Irlanda para dar cobertura al despliegue de la UE y otro avión austriaco con equipo se tuvo que dar la vuelta desde Trípoli. Si el fallo existe, habría que reanudar la operación cuando se hubiera subsanado ese fallo y no cuando cesen los enfrentamientos como parece que es la intención de los responsables.
La misión europea Eufor Chad/RCA se ha congelado hasta que retorne la calma, pero la UE puede hacer muy poco para conseguirla. Mientras tanto, debería revisar los conceptos de gestión y el plan de operaciones empleado para subsanar los fallos de planeamiento evidenciados por los enfrentamientos de febrero de 2008. Por mucho que la UE se empeñe, no existe ninguna misión buena, bonita y barata (bonne, jolie et pas chère en su versión francesa).
Félix Arteaga
Investigador principal de seguridad y defensa del Real Instituto Elcano