Tema: En los últimos meses se ha puesto otra vez de actualidad la teoría del “ascenso pacífico” de China, un planteamiento vinculado generalmente a especialistas en relaciones internacionales situados en el entorno del presidente Hu Jintao. Se trata de una respuesta a la tesis de la “amenaza” china, particularmente popular en EEUU.
Resumen: Este análisis repasa, en primer lugar, los contornos del auge de China en el escenario internacional. En segundo término, expone la tesis de la “amenaza” china, tal y como la han presentado algunos analistas y políticos estadounidenses. En tercer lugar, resume la teoría del “ascenso pacífico”, desarrollada por especialistas chinos del entorno del presidente Hu Jintao. Finalmente, hace un balance de los argumentos de las dos teorías, para concluir que la “amenaza” presente y potencial de China ha sido claramente exagerada.
Análisis: “Muchos países confían en que China seguirá un ‘ascenso pacífico’, pero ninguno apostaría su futuro a tal cosa” ha dicho recientemente Robert B. Zoellick, subsecretario de Estado de EEUU. Esa expresión resume a la perfección el dilema estratégico al que se enfrenta Washington: aceptar que China puede registrar un auge respetuoso con el orden internacional vigente o, por el contrario, anticipar que tal cosa será imposible y tomar las medidas oportunas para “contener” al gigante asiático.
Los contornos del auge de China
Que China está registrando un auge espectacular y un rápido ascenso en el sistema internacional es algo evidente. Bastan algunos datos para corroborarlo.
Entre 1978 y 2004 el PIB de China ha pasado de 147.300 millones de dólares a 1,65 billones de dólares, esto es, se ha multiplicado por 11, con una tasa de crecimiento anual medio del 9,4%. Su comercio exterior (suma de exportaciones e importaciones) ha aumentado de 20.600 millones de dólares a 1,15 billones de dólares, multiplicándose por 60 y creciendo a una tasa del 16%. La inversión directa extranjera ha pasado de 1.800 millones de dólares (de media anual en 1979-1983) a 60.630 millones en 2004. Sus reservas en divisas han crecido de apenas 167 millones de dólares en 1978 a 609.900 millones en 2004. Además, según un conocido estudio de Goldman Sachs, el PIB de China, medido en dólares corrientes, podría superar al de Alemania en 2007, al de Japón en 2015 y al de EEUU en 2039.
Convendría tener en cuenta dos aspectos importantes. En primer lugar, sería más preciso hablar de “re-emergencia” o de “renacimiento” que de “auge”. Historiadores como A. Maddison han documentado que el peso de China en la economía mundial (en el producto bruto mundial medido en paridad de poder adquisitivo o PPA) era muy elevado hasta finales del siglo XIX. Por ejemplo, su PIB suponía el 33% del mundial en 1820 y el 22% en 1870. Esa proporción se redujo espectacularmente hasta el 9% en 1913 y el 4% en 1950. Desde finales de los años setenta, con la reforma económica, ese peso relativo comenzó a aumentar y en 2004 fue del 13%. En otros términos, China va camino, en el mejor de los casos, de recuperar el peso económico que ya tenía en el último tercio del siglo XIX. En segundo lugar, China supone el 13% de la economía mundial (en PPA) pero tiene el 20% de la población del planeta. En otros términos, su PIB per cápita en PPA fue de 5.530 dólares en 2004, cifra que hay que comparar con los 40.000 de EEUU y los 30.000 de Japón (España tiene 25.000 dólares). Incluso en 2039, cuando, con arreglo a las estimaciones de Goldman Sachs, China adelante a EEUU en PIB medido en dólares corrientes, su PIB per cápita será todavía una cuarta parte del que tendrá entonces EEUU.
Desde el punto de vista militar, el Ejército de Liberación Popular (ELP) se ha modernizado mucho en los últimos años. El gasto militar ha crecido, en términos reales, a una tasa anual media del 14% entre 1994 y 2004, mientras que el PIB lo hizo al 7%. En 2004 la cifra oficial fue de 25.500 millones de dólares, aunque estimaciones de centros extranjeros de investigación sitúan la cifra real entre 35.000 y 60.000 millones, mientras que el Departamento de Defensa de EEUU lo estima en 50.000-75.000 millones (el tercer o segundo presupuesto militar del mundo y el primero, con diferencia, de Asia). Informes recientes del Pentágono o de la Agencia japonesa de Defensa consideran que China se está convirtiendo en una “amenaza a la seguridad regional”.
Finalmente, desde el punto de vista político el peso de China en el mundo ha crecido mucho. Ha sido invitada a las reuniones anuales del G8. Ha impulsado mucho la integración regional en el Pacífico occidental, con el proceso ASEAN+3 y la cumbre de Asia oriental. Ha participado más activamente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y en las instituciones internacionales.
Ese auge económico, militar y político se ha manifestado abiertamente en la política exterior china, que ha pasado de estar basada en la introspección y en el victimismo (a veces justificado) a sustentarse en una mentalidad cada vez mayor de gran potencia.
Como es natural, el auge de China ha sido observado en otros países con diferentes prismas: admiración, envidia, precaución, suspicacia, antipatía o temor.
La tesis de la “amenaza”
La tesis de la “amenaza” de China se expresa de muy diversas formas. Dejando de lado las más demagógicas y apocalípticas, cabe destacar las tres siguientes: (1) el enfoque realista, según el cual esa amenaza es inevitable, tanto por la experiencia histórica del siglo XX como por las grandes dimensiones de China; (2) la insistencia en las continuas fricciones con EEUU; y (3) la idea de que China está esperando a desarrollarse para dominar el mundo.
Algunos especialistas estadounidenses insisten en que el auge de las grandes potencias crea inestabilidad en el sistema mundial, especialmente cuando tales potencias son países no democráticos y con escasez de recursos naturales. Recuerdan los casos de la Alemania anterior a la Primera Guerra Mundial, de Alemania y Japón en los años treinta del siglo XX y de la URSS de la época de Breznev. Señalan que el ascenso de esos países tuvo como consecuencias guerras de agresión, conflictos mundiales o regionales, bloques militares y carreras de armamentos. Y son propensos a poner especial énfasis en el carácter no democrático del régimen de la República Popular China (RPC), en la represión de las libertades públicas en Hong Kong, en la amenaza de recurrir al uso de la fuerza contra Taiwan y en el fuerte crecimiento pasado y potencial del consumo chino de energía y otras materias primas. Un buen ejemplo reciente de toda esa argumentación es un contundente artículo de Max Boot, investigador del Council on Foreign Relations, en la revista The Weekly Standard (10 de octubre de 2005), titulado “Proyecto para un nuevo siglo chino”.
En cuanto a las fricciones con EEUU, es muy significativo el discurso que pronunció Robert Zoellick, número dos del Departamento de Estado, el pasado 21 de septiembre, ante el Comité Nacional para las Relaciones entre EEUU y China. Zoellick señaló que el auge de China está creando un “caldero de ansiedad” en el mundo y acusó a Pekín de no hacer lo necesario para hacer más transparente su opaca estrategia militar, acabar con la piratería industrial y las ventas de copias ilegales o ajustar realmente el tipo de cambio del yuan a su valor de mercado. En términos más generales, exigió a China una política exterior menos dirigida a defender sus intereses particulares y más orientada a promover la prosperidad y la paz en el mundo. Citó en particular los casos de los programas nucleares de Corea del Norte e Irán, la estabilización de Irak y Afganistán y las relaciones de Pekín con Sudán o Myanmar.
En asuntos estrictamente militares, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld señaló en una conferencia del IISS en Singapur el pasado mes de junio que los gastos militares chinos son mucho más altos que los oficialmente reconocidos, que Pekín está comprando y desarrollando sistemas avanzados de armas y que China está expandiendo sus fuerzas de misiles y su capacidad para proyectarse militarmente. Rumsfeld añadió que “puesto que ningún país amenaza a China, cabe preguntarse: ¿por qué ese creciente gasto militar?, ¿por qué esas continuas compras de armas amplias y crecientes?, ¿por qué esos continuos despliegues robustos de poder?”.
Por último, la tesis más sutil es la que afirma que China está sencillamente esperando a tener más poder económico para empezar a mostrar claramente sus tendencias hegemónicas. ¿Acaso no dijo Deng Xiaoping que había que “esconder nuestras capacidades y ganar tiempo”? China estaría simplemente acumulando fuerzas para ser más poderosa y crear en su momento su propia “doctrina Monroe” para el resto de Asia e incluso una “Pax Sinica” internacional.
El “ascenso pacífico”
La teoría del “ascenso pacífico” (heping jueqi) ha sido desarrollada por especialistas chinos en relaciones internacionales con el apoyo de la dirección actual del Partido Comunista Chino (PCC) y del gobierno. Pretende precisamente dar respuesta a la tesis de la “amenaza”.
Ese enfoque ha sido asociado en particular a Zheng Bijian, quien fue vicepresidente ejecutivo de la Escuela Central del PCC durante la época (1993-2002) en la que su presidente era Hu Jintao, que además sería vicepresidente de la RPC desde 1998.
Zheng Bijian, que ahora preside un think tank próximo al hoy presidente Hu Jintao, ha manifestado repetidas veces que China quiere adoptar y adoptará un camino de “desarrollo pacífico” (heping fazhan) hacia el “auge pacífico”. Sus discursos y escritos más recientes (por ejemplo, su intervención en el Foro Boao, en abril de 2005, o su artículo en la revista Foreign Affairs, de otoño de 2005, que reproduce un texto publicado en una revista china en septiembre de 2004) han insistido en la idea de que China tiene que hacer frente a varios desafíos importantes en los próximos decenios (escasez de recursos, deterioro medioambiental y desproporciones económicas) y que para resolverlos adecuadamente necesita (y por tanto defiende) un sistema internacional en el que “coexistan pacíficamente países y regiones con sistemas y culturas diferentes y que progresan por vías distintas, a un ritmo diferente y con modelos distintos”. China, dicen Zheng Bijian y otros defensores de la teoría del “ascenso pacífico”, no sólo respeta y respetará el orden internacional vigente sino que además contribuye y contribuirá sustancialmente a su desarrollo, con la apertura de un mercado enorme, la ayuda a países más pobres, el fortalecimiento de la seguridad internacional mediante acuerdos regionales y bilaterales basados en el respeto y la cooperación mutua, y una participación activa en el tratamiento colectivo de los desafíos transnacionales (amenazas a la salud, tráfico de drogas, peligros para el medio ambiente o terrorismo).
En particular, el “auge pacífico” supone rechazar la vía de la lucha por los recursos, el pillaje de los mismos y las guerras de agresión, vía adoptada por Alemania antes de la Primera Guerra Mundial o por Alemania y Japón antes de la Segunda Guerra Mundial. También implica el rechazo a la “mentalidad de la guerra fría” basada en la confrontación ideológica, expresada, como en el caso de la URSS pero también de EEUU, en la “exportación de ideas y valores, la política de bloques y el rechazo a la paz, el desarrollo y la cooperación”.
En términos más generales, se dice que China puede y quiere ascender sin poner en cuestión, desafiar o incluso perturbar el orden internacional existente. Se suelen dar dos argumentos para defender esa idea: que China se ha beneficiado mucho hasta ahora del sistema internacional vigente, con su relativa estabilidad y su acceso libre a los mercados de los países ricos, y que su desarrollo económico es una tarea prioritaria y a largo plazo. Por ejemplo, se menciona a menudo que la pretensión de China es alcanzar una renta por habitante de apenas 3.000 dólares en 2020 y un nivel de desarrollo similar al actual de los países ricos hacia 2050.
Además, se afirma que el auge de China beneficiará no sólo a los chinos sino a los vecinos y socios del país, mediante un “desarrollo común” y una “prosperidad común”. En particular, se pone especial cuidado en insistir en que, con su mayor desarrollo, China hará mayores contribuciones al bienestar de la humanidad.
En cuanto a las relaciones con EEUU, los teóricos del “ascenso pacífico” señalan que China no busca la rivalidad con Washington y que la convivencia es perfectamente posible porque el poder internacional no se ejerce en un juego de suma cero sino en uno en el que ambas partes pueden ganar.
Un balance del debate
Es muy posible que esa percepción del auge de China sea un “concepto por rellenar” (unfilled concept), como ha subrayado Avery Goldstein, profesor de la Universidad de Pennsylvania y autor del libro Rising to the Challenge: China’s Grand Strategy and International Security (Stanford University Press, Stanford, 2005). Esto es, la creencia de que China será una amenaza hace que se interprete la más mínima acción de fortalecimiento de su poder como una indicación de que tal amenaza se está gestando.
Además, China no tiene una historia de expansión territorial y de agresiones exteriores. En los últimos años, ha arreglado sus disputas territoriales con sus vecinos (Rusia, Vietnam e India) de manera pacífica y constructiva. Incluso en el codiciado Mar del Sur de China, en donde están las islas Spratly y Paracel, China ha dado muestras de contención y firmó en 1992 un Código de Conducta entre las partes, con miras a resolver pacíficamente los contenciosos y explotar conjuntamente los recursos.
Pekín ha mostrado colaboración con la comunidad internacional en asuntos diversos. Por ejemplo, renunció a devaluar su moneda a mediados de 1998, cuando las crisis financieras asiáticas estaban en su apogeo. De haberlo hecho, hubiese no sólo agravado tales crisis sino desencadenado incluso una recesión mundial. Ha colaborado en la ayuda a los países víctimas del tsunami de finales de 2004, sin ampararse en su condición de país en desarrollo. Está suministrando ayuda oficial al desarrollo a países pobres de Asia oriental, como Camboya, Laos y Myanmar. Ha abandonado, en julio pasado, el tipo de cambio fijo del yuan con el dólar, en una medida que no era en absoluto imprescindible para su economía interna y que puede entenderse como una manifestación de su voluntad de reducir las fricciones comerciales con EEUU. China es también un factor esencial para que las conversaciones nucleares con Corea del Norte lleguen a buen puerto.
En cuanto a los temas económicos, conviene tener presentes varios hechos. En primer lugar, China ha contribuido mucho al crecimiento económico mundial. Por ejemplo, entre 1999 y 2004, según datos del Fondo Monetario Internacional, el crecimiento del producto bruto mundial en PPA se debió en un 21% a China, un 18% a EEUU, un 16% a la UE, un 7% a la India y un 5% a Japón. Esto es, la verdadera locomotora mundial es la china.
En segundo lugar, si bien es verdad que las exportaciones chinas de mercancías han crecido mucho (se han multiplicado por cinco entre 1994 y 2004), también han aumentado considerablemente sus importaciones, desde 115.600 millones de dólares en 1994 hasta 561.400 millones de dólares en 2004; esto es, se han multiplicado por 4,8.
En tercer lugar, la acusación de que China está atrayendo una inversión extranjera desproporcionada no está respaldada por los hechos. En 2004 recibió 60.630 millones de dólares en inversión directa, cifra equivalente al 9,3% del total mundial. Ese porcentaje es alto, pero todavía inferior al peso de China en el producto bruto mundial en PPA (13,2% en 2004).
En cuarto lugar, acusar a China de ser la causa principal del alza reciente de los precios del petróleo o de provocar escasez mundial de recursos energéticos no parece muy riguroso. Aunque es cierto que la demanda china de petróleo ha crecido mucho en los últimos años, en 2004 China consumió 6,6 millones de barriles al día (mbd) mientras que la cifra correspondiente a EEUU fue de 20,5 mbd, esto es, tres veces mayor. En ese año las importaciones de petróleo de China fueron de 3,4 mbd, una cuarta parte de las importaciones de EEUU (12,9 mbd). Es más, tampoco parece que se pueda culpar a China de lo que pase de aquí a veinte años: algunas previsiones sugieren que la demanda china llegará a 14,2 mbd en 2025, año en el que sus importaciones alcanzarán 11 mbd. En ese año, EEUU consumirá 27,3 mbd e importará 20,7 mbd, esto es, casi el doble que China.
En lo que se refiere a asuntos militares, baste señalar que los gastos de defensa han sido estimados, para el año 2004, en 35.400 millones de dólares por el SIPRI de Estocolmo y en 60.200 millones de dólares por el IISS de Londres. Esas cifras son en cualquier caso muy inferiores a los 455.000 millones de dólares que gastó EEUU. Además, los partidarios de la “amenaza” china tienden a sobrevalorar la modernización militar conseguida hasta ahora y a infravalorar los inmensos retos que tiene por delante el ELP.
Por último, el auge continuado de China en el próximo medio siglo no está totalmente garantizado. Los retos a los que se enfrenta el desarrollo económico del país durante los próximos decenios son enormes: problemas del sector financiero, exceso de deuda pública, desigualdad en la distribución personal y territorial de la renta, migraciones masivas, protección social todavía inadecuada, corrupción, etc. Esos obstáculos pueden desencadenar inestabilidad política y frenar el crecimiento económico y el fortalecimiento militar.
Conclusiones: De todo lo anterior parecen desprenderse dos conclusiones generales.
En primer término, la amenaza actual y potencial de China ha sido claramente exagerada por algunos analistas y muy especialmente por los últimos gobiernos de EEUU, que parecen no poder vivir sin enemigos reales o imaginarios. ¿Puede ser una amenaza para Washington un país con apenas 1.300 dólares de renta per cápita, con unos gastos militares que, en el peor de los casos, son una séptima parte de los de EEUU y con casi medio siglo por delante antes de alcanzar el grado actual de desarrollo de los países ricos?
En segundo lugar, la idea misma de la amenaza puede, sin embargo, ser una profecía que se cumple a sí misma. Como ha recordado Joseph Nye, citando a Tucídides, la creencia en la inevitabilidad de un conflicto puede convertirse en una de sus causas principales. Si EEUU reacciona al auge de China tomando medidas de fortalecimiento militar encaminadas a contener a Pekín, China puede verse empujada a una carrera de armamentos. Así, China debe insistir en el “ascenso pacífico”, promover su soft power a nivel mundial y, claro está, hacer movimientos más rápidos hacia una sociedad libre y un gobierno representativo. En cuanto a EEUU, no debería confundir las predicciones de algunos analistas ni sus temores más profundos con la prosaica realidad.
Pablo Bustelo
Investigador principal de Asia-Pacífico, Real Instituto Elcano, y profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid