Mueven las ideas el ejercicio del poder en el sistema internacional; y se ejerce el poder en éste para producir las ideas y normas que determinan su funcionamiento. Interrelación entre poder para las ideas e ideas para el poder. Como muestra el hecho de que los cambios en la estructura y equilibrio de poder del sistema han conllevado el de las ideas en que se basa éste y su funcionamiento. De ahí que el poder de un actor en el seno del sistema internacional sea también el de formulación y promoción de ideas como paradigma dominante. Ideas en el sistema internacional, y sobre el sistema internacional y la Política Exterior. Pues se basan en definitiva las reglas que orientan y regulan el funcionamiento del sistema internacional y éste mismo en conceptos compartidos.
Vivimos una era de cambio y un cambio de era, determinado por la globalización de la sociedad de la información y sus efectos. Determinado, también, por el desplazamiento del centro de gravedad global hacia Asia Pacífico y la emergencia simultánea de China y la India. Determinado por la conformación de China como potencia global y su centralidad en el sistema internacional. Lo que plantea la cuestión de si dicha emergencia y transformación va a conllevar simplemente un cambio de la estructura, distribución y equilibrios de poder en el sistema internacional existente, o una reconfiguración del mismo y de las ideas y paradigmas en que se sustenta.
Sostiene la “maldición de Tucídides” que el cambio de potencia hegemónica en el sistema internacional es resultado de una confrontación de ésta con la anterior. Parece la intuición decirnos que puede cumplirse la maldición de Tucídides si seguimos en el mundo la lógica de Tucídides, la lógica tesis-antítesis-síntesis que caracteriza la visión occidental de la Historia; mas no necesariamente si, al tiempo que asistimos a esa emergencia y a la transformación de la distribución del poder que conlleva, construimos un mundo distinto de una manera distinta. Es en ese contexto y con esa potencial trascendencia que está teniendo lugar en China un proceso de búsqueda y propuesta para la reformulación de la Teoría de las Relaciones Internacionales. Un debate con una doble dimensión internacional y nacional, reflejo y expresión del ascendente posicionamiento de China en la geopolítica del pensamiento, a partir de su reelaboración en el mundo académico chino de la Teoría de las Relaciones Internacionales desde y a partir de la propia realidad, desde la propia tradición de pensamiento y cultura políticos, sean obras de Filosofía política u otras global y horizontalmente referenciales de la cultura china. Y se da para ello un proceso de búsqueda inspiradora en las de la propia tradición, que encuentra dos grandes fuentes: por un lado, la obra de las siete grandes figuras de la Filosofía política china anterior a la unificación Qin en el 221 a.C. –Lao-Tse, Confucio, Mencio, Mozi, Zhuangzi, Xunzi y Hanfeizi–, única etapa de la Historia de China en que ésta vivió, salvando las distancias, en un sistema de varias potencias comparable al sistema internacional contemporáneo, pues posteriormente fue considerado el Emperador, el Hijo del Cielo, el Señor de “Todo bajo el cielo”, y el Imperio del Centro el centro de un sistema de dominios tributarios extendido hasta los límites de la Tierra conocida; por otro, Las estratagemas de los reinos combatientes, texto fundacional de la historiografía china –comparable en ello al de Tucídides–, del que tantas lecciones se han extraído y se extraen en la formulación de estrategias políticas. Búsqueda en las fuentes con el propósito de extraer conceptos útiles para la formulación o reformulación de la Teoría de las Relaciones Internacionales, desarrollada, como veremos a continuación fundamentalmente en tres direcciones –los que Qin Yaqin denomina enfoques anverso, reverso e interactivo, en función de su relación con la Teoría de las Relaciones Internacionales elaborada en Occidente–.
Mientras la primera se refiere a la interpretación de la realidad a través de un sistema conceptual chino establecido y la segunda emplea un sistema conceptual extranjero – en este caso, la Teoría occidental de las Relaciones Internacionales – para interpretarla, la interactiva construye un diálogo intercultural, reflexivo y crítico, que aplica simultáneamente marcos conceptuales autóctonos y extranjeros”. Corrientes que cuentan cada una con figuras referenciales: Zhao Tingyiang y su teoría del sistema de la Tianxia en el enfoque anverso; Yan Xuetong y su obra Ancient Chinese Thought, Modern Chinese Power en el reverso; y el Qin Yaqin con su teoría de la relacionalidad en el interactivo.
Aproximaciones alternativas, con un elemento común: el de constituir expresión e instrumento del paso de los “valores asiáticos” a las ideas asiáticas. Pues, así como la primera oleada proclamatoria de los “valores asiáticos” en los años 90 insistía precisamente en éstos, en los valores, como clave o perspectiva alternativa desde la que interpretar y realizar ideas universales y compartidas; hemos asistido al surgimiento de un modelo de desarrollo y gobernanza alternativo, cuyo éxito se basa en ideas distintas, de modo que la primera década de este siglo se contemplará en perspectiva como la del paso de los “valores asiáticos” a las ideas asiáticas, del que es expresión el replanteamiento de la Teoría de las Relaciones Internacionales objeto de análisis.
Construye Zhao Tingyang su teoría a partir del concepto de Tianxia –lo que está bajo el cielo– y se remonta al sistema creado bajo éste durante la dinastía Zhou (1046-256 a.C.) para sostener que era el sistema mundial ideal, que se basaba en tres ideas subyacentes: “en primer lugar, las soluciones a los problemas de la política mundial dependen de un sistema mundial universalmente aceptado y no de la fuerza coercitiva; en segundo lugar, dicho sistema está justificado en términos políticos si sus acuerdos institucionales benefician a todos los pueblos de todas las naciones; y, en tercer lugar, dicho sistema funciona si genera armonía entre todas las naciones y todas las civilizaciones…”. Un sistema global necesariamente diferente al basado en la polis, pues se refiere “el Tianxia a la política del mundo, siendo así esencialmente diferente de la práctica griega de la polis que se reduce a la política de los estados”, basado en la extensión al conjunto del mundo de la idea de la sociedad familiar, caracterizada por la integridad del vínculo familiar, de modo que “la cuestión del ego-alter no se plantea en absoluto”. Lo que le lleva a considerar el mundo actual como “un “no mundo” que, en el plano filosófico e institucional, no es un mundo en absoluto”, sino más bien como un escenario geográfico en el que realizar los intereses de los estados que la encarnación de un sujeto colectivo; y plantea el reto de convertir el “no mundo” en un verdadero mundo a partir de la toma de conciencia del vínculo familiar universal.
Al intentar desarrollar un enfoque que combine las teorías internacionales occidentales con el pensamiento cultural chino, parte Qin Yaqin de la tesis de que las teorías sociales occidentales se basan en la racionalidad, mientras el pensamiento tradicional chino se basa en la idea de relacionalidad, que Confucio consideró la conceptualización fundamental de la gobernanza. Y a partir de ese concepto, desarrolla una teoría de la relacionalidad con tres componentes fundamentales: el proceso en términos de relaciones, la metarrelación y la gobernanza relacional.
Proceso definido por relaciones interactivas en movimiento y las dinámicas por ellas generadas en la sociedad. Ontológicamente significativo, hace de las relaciones unidad de análisis primordial; mientras las Teoría occidental de las Relaciones Internacionales prioriza el análisis de los actores y la estructura del sistema internacional. Necesita por ello la Teoría de las Relaciones Internacionales de una teoría sistémica sobre las relaciones; y procede para ello recurrir al concepto de relacionalidad, que sostiene que el establecimiento relacional de redes en la Sociedad Internacional ayuda a los estados-nación a formar sus identidades y genera poder internacional, al tiempo que se centra en las prácticas entre los actores internacionales y subraya la ontología independiente de los procesos y su incidencia en el desarrollo de las normas del sistema y las identidades de sus actores. Lo que implica un cambio de paradigma, de planteamiento, de perspectiva, de introducción del factor tiempo en el análisis.
Metarrelación o naturaleza de las relaciones y la lógica a ellas subyacente: frente a la hegeliana tesis-antítesis-síntesis y el pensamiento dicotómico de que una cosa no puede ser ésa y la contraria; la de que el yin coexiste con el yang en un todo armónico y al tiempo lo genera, de que más que una tesis y una antítesis enfrentadas pueden existir y existen co-tesis simultáneas. La dialéctica china o Zhongyong (la “vía intermedia” o “vía mutuamente inclusiva”), establece la hipótesis de que las relaciones entre los dos polos (yin y yang) no son conflictivas, sino que pueden evolucionar juntas para formar una síntesis armoniosa, una nueva forma de vida que contiene elementos de los dos polos y que no se puede reducir a ningunos de los dos. Y tiende por ello a canalizar las relaciones por la vía de la cooperación.
Gobernanza relacional caracterizada por el énfasis en la negociación frente al control; la consideración de la gobernanza como un proceso de toma de acuerdos, destacando su naturaleza dinámica; la consideración en las relaciones, y no los actores, como el objeto de gobierno; y su fundamentación en la confianza.
Desde una perspectiva occidental, la propuesta de Qin Yagin no puede sino suscitar percepciones encontradas. Pues, por un lado, no puede sino compartirse el diagnóstico de que para articular la gobernanza global debe el sistema internacional fijarse en las relaciones y su gobierno; además de la estática y la estabilidad coyuntural, debe contemplar la dinámica y la evolución. Pero, por otro, para una UE y un Occidente que afrontan una perspectiva de disminución progresiva de su peso relativo en el sistema internacional en las próximas décadas, no puede dejar de recordarse aquel viejo adagio jurídico de que para el débil el Derecho es la fuerza, de que en ese mundo en que su poder no podrá ya imponerse la mejor garantía de pervivencia de sus valores y modelos de sociedad radica en la transformación del sistema internacional en un sistema de Derecho. En cualquier caso, nos muestra evolución reciente de la gobernanza global y la arquitectura diplomática –de APEC o ASEM al G20– la plasmación e incidencia de las ideas asiáticas en los nuevos foros regionales y globales que canalizan las relaciones regionales e interregionales y la gobernanza global.
Recurre Yan Xuetong en su intento de reformulación de la Teoría de las Relaciones Internacionales al estudio del pensamiento político de los filósofos chinos anteriores a la unificación Qin y al de Las estratagemas de los reinos combatientes; y nos ofrece en Ancient Chinese Thought, Modern Chinese Power un itinerario analítico del que se desprenden conceptos relevantes para la Teoría de las Relaciones Internacionales, a partir de los que acometer su reconsideración, y lecciones aprendidas para el ascenso de China. Conceptos como el del Tianxia como el quién del sistema internacional, lo que hace de éste un intento de regulación política del conjunto de la humanidad, necesitado de jerarquía y autoridad moral para la construcción de un mundo armonioso. O como el de poder y autoridad internacional, en el que, según el énfasis dado a la influencia o autoridad moral, distingue entre la autoridad compasiva o humanitaria, la hegemonía basada en el poder material y la tiranía, basada en el recurso a la fuerza militar y las estratagemas. Formula en este sentido su teoría del poder nacional total, que, a diferencia de la distinción aditiva entre poder duro y blando de Joseph Nye, destaca el carácter multiplicativo y determinante del poder político. Así, mientras Nye establece la distinción entre poder duro (PD) –que comprendería el poder militar (PM) y el poder económico (PE)– y poder blando –que comprendería el poder político (PP) y el poder cultural (PC)–, de modo que el poder total de una potencia sería no sólo el poder duro sino también el blando, el resultado de la suma de ambos –Poder Nacional Total PNT = PD + PB = M + E + P +C–, sostiene Yan Xuetong que no es tal la fórmula que determina el poder total de una potencia, sino PNT = (M + E + C) x P. Poder político a su vez determinado por la capacidad de atraer a los mejores a su servicio, lo que a su vez requiere la apertura. Autoridad compasiva o humana emanada en el mundo de hoy de la democracia como ideal compartido de la humanidad. Conceptos o teorías, también sobre el conflicto inherente a la naturaleza humana, canalizable en sociedad a través del Derecho y las jerarquías que a su vez conllevan responsabilidades. O sobre los cambios en la estructura de poder en el sistema internacional y el ascenso de los poderes hegemónicos, respecto al que sostiene que no existe una estrategia definida y universal para alcanzar la hegemonía, sino que resulta la creatividad un elemento esencial al efecto, así como la capacidad de transformarse internamente, de producir ideas e innovar. Requiere también alcanzar el liderazgo mundial desarrollar las tres bases del poder, y un mínimo de poder o base material. Afronta en su ascenso toda potencia hegemónica el reto de proponer nuevas normas, de afirmarse como nuevo líder, y obtener aceptación, y resultan para ello claves las alianzas.
Formula a partir de ahí propuestas para la reconsideración de la Teoría de las Relaciones Internacionales, respecto a la investigación sobre el poder de las potencias; el sistema internacional; y la teoría de la “gran estrategia” (Grand Strategy, o estrategia para el ascenso al liderazgo global). Y considera que constituye el ascenso de China fundamentalmente una cuestión de gobernanza, interna e internacional. Interna, para construir una sociedad próspera y civilizada, considerando que debe superar la consigna de Deng Xiaoping de concentrarse en el crecimiento económico y mantener un perfil bajo en la arena internacional, y afirmando que ese impacto moral exterior requiere de la transformación interior, hacer del propio modelo de sociedad chino plataforma y ejemplo desde el que promoverlo. De la lectura de Mencio deduce que afronta China dos opciones fundamentales en su ascenso hacia el liderazgo global: convertirse en un Estado hegemónico que sustituya en el liderazgo a los que le han precedido, y que como los que le han precedido pierda su liderazgo un día, con el riesgo de que se cumpla en uno u otro proceso de cambio la maldición de Tucídides; o que su ascenso suponga un caso único en la Historia de ascenso o transformación al tiempo hacia la autoridad compasiva o humanitaria, rompiendo así los ciclos de la Historia y su repetición, y haciendo posible la transformación del propio sistema internacional hacia un punto de equilibrio superior. Considera en esa perspectiva que le falta a China en su Política Exterior un ideal moral universal, y que más bien es percibido internacionalmente como un Estado sediento de poder, percibido por algunos su ascenso como una amenaza a la estabilidad del sistema internacional. Y que para alcanzarlo y proyectarlo hacia fuera debe en primer lugar convertirse en sí misma en un modelo político y socioeconómico con vis atractiva hacia el exterior. Que el proceso de desarrollo y evolución de China no pasa sólo por el aumento de su poder, sino también por la proyección de sus ideas y su modelo. Necesita China fortalecer y ampliar su liderazgo, y para ello fortalecer y desarrollar su poder en todos los ámbitos, atraer talento no sólo en el económico, sino en todos, incluido el político; y, para ello, abrirse al mundo. Necesita superar las inercias que se derivan de los principios que han orientado su política y acción exterior, como las que se derivan de su participación en el Movimiento de los No Alineados, y optar por la creatividad, construir y desarrollar alianzas y conseguir apoyo internacional. Asumir que el Estado de Derecho la democracia y la celebración de elecciones constituyen hoy norma universal de legitimidad. Promover un orden internacional basado en el equilibrio entre responsabilidades y derechos, que aplique el doble estándar inverso y asuma que “Todo bajo el cielo” es uno, puede resultar determinante en la evolución de China hacia la autoridad compasiva.
Más allá y junto al debate que se desarrolla en el mundo académico y de pensamiento chino sobre la Teoría de las Relaciones Internacionales y la configuración y transformación del sistema internacional, el que se da sobre la Política Exterior de China en la actual coyuntura y ante su perspectiva de ascenso global. Un debate que es objeto de análisis por Zhu Liqun en su trabajo China’s Foreign Policy Debates, en el que nos ofrece para ello un esquema de análisis basado en los conceptos de shi, identidad y estrategia, reflejando el estado de debate y los posicionamientos en torno a ellos. Shi: configuración de poder y estado y tendencia de evolución del mundo, que sería hoy la paz, el desarrollo y la cooperación, destacando el cambio de percepción china respecto al sistema internacional, de la oposición y el aislamiento al compromiso y la participación constructiva. Identidad internacional de China, determinada por su progresiva integración en éste, en la sociedad y la economía internacional a partir de sus políticas de reforma y apertura, participando en el statu quo y asumiendo su responsabilidad y participación en su funcionamiento. Estrategia internacional de China, que afronta la disyuntiva entre concentrarse en el desarrollo y el incremento del bienestar de la población, o construir poder internacional y afirmarse como potencia.
Debate sobre la Política Exterior de China ante su ascenso global que presupone, por otro lado y a su vez, el debate sobre la identidad global de China, que al tiempo que constituye expresión de éste lo relaciona con el debate sobre el sistema internacional y la Teoría de las Relaciones Internacionales. Debate que responde en definitiva a la concepción que pueda tener China de sí misma y de su papel en el mundo ante su ascenso global, respecto a lo que se dan diferentes posiciones o visiones entre los académicos, especialistas de think-tanks y policy makers, no necesariamente excluyentes entre ellas, en algunos casos incluso simultánea y compatiblemente defendidas por algunos autores. Posiciones o visiones entre las que David Shambaugh, director del China Policy Program de la George Washington University, distingue las de los nativistas, los realistas, los partidarios de fortalecer la relación con las grandes potencias, los partidarios de fortalecer la relación y proyección regional en Asia, los de promover la alianza global del Sur, los del multilateralismo selectivo y los globalistas; estableciendo un continuum entre ellas que definiría por ese posicionamiento relativo el espectro de las visiones o posiciones sobre la identidad global de China. Sostiene Shambaugh que la evolución reciente de la sociedad y la opinión pública china favorece el fortalecimiento de las visiones nativista y realista en el marco de un resurgir nacionalista, lo que condiciona la toma de posición de los decisores políticos; y se pregunta por las consecuencias del desarrollo de cada una de las escuelas o corrientes y la posible interacción desde EEUU con ellas. Se pregunta, también, si el predominio de la visión o enfoque realista en China debería ser respondido por la priorización a su vez de éste desde EEUU, frente a lo que advierte del riesgo de retroalimentación negativa entre ambas visiones y sostiene el interés de promover una estrategia más sofisticada y compleja.
Debate sobre el sistema internacional y la Teoría de las Relaciones Internacionales, sobre la identidad global de China o sobre su Política Exterior a su vez reflejo y expresión del proceso de reflexión acometido en China sobre su propio ascenso global y sus implicaciones, posibilidades y responsabilidades, acometido con una profundidad y conciencia, con esa perspectiva y sentido histórico que otorga una Historia continuada de varios milenios, que constituye en términos comparativos una especificidad del ascenso global de China. Debate que se plantea cómo promover el “ascenso pacífico”, por utilizar la denominación con que a partir de mediados de la pasada década vino a denominarse la conceptualización del ascenso global de China en el discurso oficial, combinada en éste con la de un “mundo armonioso”, frente a otras visiones triunfalistas defendidas por algunas voces y autores. Debate cuya comprensión nos lleva, por un lado, a la reflexión sobre el poder y su legitimidad; y, por otro, a la consideración de la cultura estratégica china, inscrita en una perspectiva histórica que carece de precedentes en el ascenso global de ninguna otra potencia en la Historia –que permite contemplar la emergencia actual como reemergencia y vuelta a la centralidad habitual– y de la que resulta ilustrativa la comparación entre las ideas subyacentes a la conducción de la guerra de Clausewitz y de Sun Tzu o al juego del ajedrez y del wei qi; entre ganar la guerra ganando batallas y ganarla sin llegar a tener necesidad de éstas, entre la ocupación de la centralidad del tablero con el movimiento decisivo y la larga campaña de rodeo estratégico ocupando el vacío.
Tiene este debate exterior o sobre el exterior en el mundo académico y del pensamiento chino una doble dimensión más allá de su ámbito internacional o exterior; pues si por un lado tiene una dimensión o reflejo interior, es por otro reflejo en el exterior de un debate global. Potencialidad transformadora interior, en el doble sentido de que un sistema internacional diferente puede justificar un sistema nacional diferente, y de la participación en la conformación de la universalidad global y la incidencia de ésta en la universalidad de la propia evolución interior. Conciencia de que el sueño chino tiene que ser visto y vivido por los chinos y por el mundo como un sueño hecho realidad, un sueño que vale la pena soñar y vivir. Mas, también y al tiempo, reflejo en el exterior de una tendencia global: el recurso al neo-confucianismo como discurso legitimador y explicativo que ha caracterizado el mandato de Hu Jintao al frente de la República Popular China.
Mas no nos encontramos tan sólo ante ideas asiáticas sobre la Teoría de las Relaciones internacionales, o ante un debate sobre la Política Exterior de China de consecuencias globales, sino ante la emergencia de un mundo policéntrico en el plano de las ideas y modelos, caracterizado, entre otras cuestiones, por la de propuestas asiáticas para la gobernanza global, de lo que constituye buen ejemplo la figura y la obra de Kishore Mahbubani, quien fuera embajador de Singapur ante las Naciones Unidas y es hoy decano fundador de de la Escuela de Política Pública de su Universidad Nacional. Propuestas objeto de dos libros de necesaria referencia al respecto, a los que en el Informe se ofrece una aproximación: The New Asian Hemisphere. The Irresistible Shift of Global Power to the East (2008), que marca, junto al ¿Qué piensa China?, de Mark Leonard, el paso de los “valores asiáticos” a las ideas asiáticas, al ofrecernos la visión desde Asia de su propio ascenso y sus consecuencias, así como del porqué de ésta, a partir precisamente de un mejor manejo de factores clave en el desarrollo de Occidente; y The Great Convergence. Asia, the West and the Logic on One World (2013), en que desde Asia piensa el mundo y realiza sus propuestas de reforma del sistema internacional para hacer posible la gobernanza global. Ideas formuladas desde Asia, mas al tiempo universales: difícilmente desde un Occidente coherente con su proclamada vocación de universalidad pueden dejar de escucharse, lo que nos plantea el reto de asumir la contradicción in términis de la universalidad occidental, la necesidad de construir entre todos la universalidad de todos, y la gobernanza global; de contar imprescindiblemente para ello con las ideas asiáticas. De participar en la gran conversación que nos lleva a la gran convergencia.
No son o pueden ser sólo ideas las ideas; sino también realidades. No sólo desde Asia propuestas para la gobernanza global o para la gestión de la economía, la sociedad o la política; sino en Asia realizadas. Allí encarnadas, hechas realidad. En esa realidad expuestas y explicadas, a través de ella hacia el mundo proyectadas y exportadas. Especial mención merece, entre los ejemplos de sociedades transformadas por la realización de las ideas, el caso de Singapur, aunque sólo fuera por el hecho de haber multiplicado su renta per cápita por 80 en 47 años de independencia. Profunda y radical transformación cuya explicación radica en lo fundamental en la realización de las ideas; en la encarnación de la política como transformadora de la realidad. Primero y ante todo la propia; y después y a partir de ahí la del mundo, a través de la proyección internacional y la exportación de ese know how transformador, de la réplica o reproducción en otros lugares de esa realidad transformada. Transformación, en definitiva, de la Asia que copia, a la que es copiada. A ser lo que nadie es, para promover que otros lleguen a ser. Pues se concibe Singapur de alguna manera a sí mismo como Estado laboratorio y escaparate en el que hacer que lo que no es llegue a ser, y a partir de ahí mostrarlo y exportarlo, exportarse a sí mismo. Exportación de realidades, de sí mismo; mas también de ideas como tales, participando activamente en el debate global sobre ellas, como nos muestra su posicionamiento en la geopolítica del pensamiento.
Si los años 90 son los de la emergencia estructural del centro de gravedad del Pacífico, la articulación de una nueva arquitectura internacional en torno a ella y la proclamación de los “valores asiáticos”, y la primera década del presente siglo la del paso de los “valores” a las ideas asiáticas, marca en este sentido 2008 un parteaguas no sólo por la publicación de The New Asian Hemisphere de Kishore Mahbubani, sino también por la de ¿Qué piensa China? El debate interno sobre su futuro, de Mark Leonard, pues la pregunta sobre qué piensa China que se plantea y nos plantea marca también un punto de inflexión en el interés desde Europa y Occidente no sólo por lo que hace China o Asia, sino por lo que piensa, como cuestión determinante para nuestro futuro global y compartido.
Una pregunta que es hoy objeto de intensa atención en el mundo del pensamiento anglosajón. Pues se encuentra EEUU en una posición única ante la maldición de Tucídides. Pues sólo para EEUU es ésta al tiempo el dilema de Tucídides. Pues sólo afronta como dilema la maldición la potencia hasta ese momento hegemónica en el sistema internacional, que ve potencialmente cuestionada su posición por el ascenso de otra. La consideración de cómo pueda afrontarlo nos lleva, por un lado, a la consideración sobre EEUU y su tradición de actoría internacional; y, por otro, a la de que, a diferencia de la confrontación por la hegemonía en la Guerra Fría –que en definitiva lo era de dos modelos con aspiración de universalidad igualmente emanados del pensamiento occidental– el reto que plantea el ascenso global de China es diferentes por su carácter civilizacional. Reto de asumir que no nos encontramos ante un sistema internacional que evoluciona hacia la multipolaridad, sino también y sobre todo hacia el policentrismo. De asumir ese carácter policéntrico como elemento esencialmente definidor del mismo. En el qué, y en el cómo: tal vez la dinámica yin-yang nos permita mejor que la tesis-antítesis llegar a la síntesis compartida. Reto que afronta EEUU desde la experiencia única de creación de una relación de cooperación para el equilibrio y el funcionamiento global del sistema internacional, de esa “quasi alianza”, como la denomina Henry Kissinger al relatarnos su construcción en On China, en la que nos ofrece un recorrido y al tiempo reflexión sobre China y la relación estratégica entre China y EEUU y sus lecciones, entre las que tal vez la primera y principal sea, a pesar de las diferencias, la de la posibilidad misma de entendimiento, de punto de encuentro, de construir y desarrollar una relación estratégica de mutuo interés. Nos señala al concluirlo que afrontan EEUU y China no tanto el reto de construir una asociación o una alianza como de promover una co-evolución. A un triple nivel: el de los problemas que surgen en la normal interacción entre grandes potencias; el de encuadrar la discusión o diálogo sobre las crisis en un marco omnicomprensivo o más amplio que permita la superación de las causas o razones subyacentes a las tensiones; y el del miedo, por un lado, a que EEUU intente contener a China, y, por otro, a que China intente expulsar a EEUU de Asia. Y nos propone que, así como la construcción de la paz y el orden internacional tras la Segunda Guerra Mundial llevó a la conformación de una Comunidad Atlántica, ésta afronte hoy la de la Comunidad del Pacífico.
Una pregunta que en el caso europeo está siendo objeto de especial atención por parte de los think-tanks paneuropeos, como el European Council on Foreign Relations, a través de su programa China&Asia, que ha dado lugar a la publicación de China 3.0 (2012), editado por Mark Leonard, relevante por el qué, al pasar de preguntarse qué piensa China sobre sí misma a qué piensa China sobre el mundo, y por el quiénes, al reunir las aportaciones de figuras referenciales en el debate chino. O como el European Union Institute for Security Studies EUISS, que en septiembre de 2010 publicó como Chaillot paper el ya referido trabajo de Zhu Liqun“China’s Foreign Policy Debates”.
Paso adelante especialmente significativo en el intento de formulación de una propuesta de gobernanza global desde Occidente resulta el desarrollado por el Instituto Berggruen, cuyas conclusiones quedan recogidas en el libro de Nicolás Berggruen y Nathan Gardels Gobernanza inteligente para el siglo XXI. Una vía intermedia entre Occidente y Oriente (2012), al asumir en la formulación de sus propuestas ese tránsito de los valores a las ideas asiáticas para proponer para la construcción de la gobernanza global un sistema híbrido o sintético de la democracia consumista estadounidense –por utilizar los términos con que la describen– y el sistema meritocrático de mandarinato chino.
Plantea el itinerario analítico recorrido un reto de conocimiento, y de reflexión e interacción. De conocimiento del debate al quisiera haber contribuido este trabajo. De reflexión e interacción hacia nosotros mismos, hacia y con China, hacia y con la UE.
Hacia y con China, desde la conciencia de que nuestra relación con China no sólo es esencial para nuestra economía e inserción económica internacional, sino para la conformación del mundo en que vivimos y del sistema internacional y su evolución; de que nuestra capacidad de propuesta, de pensamiento, de interacción e intercambio con China en el ámbito del pensamiento constituye un reto y un activo para nuestra acción exterior y nuestro posicionamiento internacional.
Hacia y con la UE, pues no puede España ir hacia China o plantearse las relaciones con China sino a través de la UE, como UE. Frente a China, en China se construye Europa. Constituye uno de los retos fundamentales de Europa en las próximas décadas pivotar hacia Asia, contar en ella, constituirse en actor significativo en su poder e inserción internacional. Lo que requiere pensar globalmente nuestra relación con China, y pensarla en relación al pensamiento, tener en cuenta el pensamiento chino sobre las Relaciones Internacionales. Lo que nos plantea a los europeos el reto de conocerlo, definir nuestro propio pensamiento, interactuar con él, buscar síntesis e ideas comunes para definir en común el futuro común y hacer posible la gobernanza global. Europa se construye, también, pensando frente a China y pensando con China.
Hacia nosotros mismos, pues la experiencia china de recurrir a su propia tradición cultural, a su Historia y a su Filosofía política, para intentar aplicar sus conceptos y lecciones a la comprensión del mundo de hoy y la conceptualización del sistema internacional, nos plantea en el espejo el interés de abordar la reflexión sobre éstos desde nuestra propia experiencia y tradición. De recordar que hubo un momento en que España fue potencia hegemónica, en que descubrió un mundo nuevo y tuvo que pensar –o desde España se pensó– de nuevo el mundo. Y que ese pensamiento influyó decisivamente entonces en la conformación de la Teoría de las Relaciones Internacionales y en la conformación de los conceptos sustentadores del sistema internacional, como nos muestran la controversia de Valladolid o las aportaciones fundacionales de Suárez y Vitoria, y en general de la Escuela de Salamanca, al Derecho Internacional. Ideas paradójicamente con mayores posibilidades de encuentro con las ideas chinas, pues se fundamentan igualmente en una Filosofía del todo. Requiere esa búsqueda en nuestras propias fuentes, esa recuperación de la propia tradición, de la voluntad no sólo de conocer, comprender y considerar las ideas que conforman y determinan el sistema internacional, sino también de formularlas; no sólo de importarlas, sino también de exportarlas desde la conciencia de que nuestro posicionamiento internacional en la geopolítica del pensamiento requiere también de la capacidad de pensar y proponer qué sistema internacional queremos construir, cómo, para qué y por qué queremos que evolucione y se conforme.
El itinerario hasta ahora recorrido adquiere más pleno sentido desde la perspectiva del desarrollo histórico de la Teoría de las Relaciones Internacionales, que Celestino del Arenal nos muestra en Etnocentrismo y Teoría de las Relaciones Internacionales: una visión crítica (2014) como la conformación de una narrativa occidental y canónica construida sobre la visión del realismo y su interacción con el idealismo y el liberalismo en su adaptación a las circunstancias cambiantes y la evolución histórica. Lo que conlleva que el etnocentrismo –o, más específicamente, el americanocentrismo– se constituya en rasgo esencial y definidor de la disciplina y la Teoría de las Relaciones Internacionales. Vivimos sin embargo una nueva era, una transformación global del mundo, en que ya no nos sirven, para su comprensión y aprehensión, para conducirnos en él, las categorías y mapas mentales de que hasta ahora disponíamos, la Teoría de las Relaciones Internacionales que hemos venido utilizando. No es de extrañar así que desde finales de los 80 la disciplina navegue sin rumbos teóricos claros; que se dé, como nos señala Arenal, “un cuestionamiento radical del lenguaje, los conceptos, los métodos y la Historia, que habían marcado la teoría y la disciplina de las Relaciones Internacionales” hasta el punto que haya quienes cuestionen su propia existencia, o propugnen deconstruirla o repensarla. Es ahí donde los caminos se cruzan, donde los itinerarios analíticos se encuentran. La perspectiva a cuya luz contemplar las implicaciones de los desarrollos analizados de la Teoría de las Relaciones Internacionales en China no sólo en clave y como expresión de su ascenso global, sino también en clave y como expresión de la evolución de la Teoría de las Relaciones Internacionales y sus retos de futuro. Pues afronta ésta dos posibles escenarios de evolución y de futuro: el de la universalidad y el de la fragmentación. Implica el primero, necesariamente, la superación de la contradicción in términis de la universalidad occidental, la deconstrucción/reconstrucción, la construcción de una universalidad universal, entre todos, por todos y para todos. Clave, ahí, la presencia y aportación de China, desde China. No sólo; mas imposible sin ella; sin las ideas chinas, sin el diálogo e integración de sus ideas y propuestas sobre la Teoría de las Relaciones Internacionales. Imposible sin ellas la reconfiguración de ésta; previsible sin su reconfiguración su fragmentación. Pues tal es el escenario alternativo: la fragmentación de la Teoría de las Relaciones Internacionales, el surgimiento de diferentes narrativas teóricas preeminentes en diferentes ámbitos geográficos. Constituye ese camino, ese intento de comprensión y aprehensión de las propuestas desde China realizadas para la reformulación de la Teoría de las Relaciones Internacionales, ese diálogo e interacción con China sobre ella y sobre ellas, elemento fundamental, insustituible y decisivo para la superación del etnocentrismo en la conformación de la Teoría de las Relaciones Internacionales. Mas no sólo: necesita ésta de otras aportaciones, otras voces, otras superaciones. Desde otras culturas, ubicaciones y visiones no occidentales. Y desde Occidente mismo, especialmente desde el mundo no anglosajón. Desde España y desde Europa.
Está en juego, en definitiva, disponer de un metarrelato compartido para un mundo compartido. Que se refleja en la Teoría de las Relaciones Internacionales; pero va más allá. Nos lleva a la cultura, a las ideas subyacentes y supuestos implícitos, los paradigmas que por ser para nosotros evidentes siquiera explicitamos, pero que no lo son para el otro. Tenemos que ir al nivel filosófico, y por ello necesariamente más allá de donde se ha desarrollado la disciplina y la teoría, contemplarla desde fuera, desde el conjunto de nuestro saber sobre el mundo y la vida. Un gran angular lleva a otro gran angular, las preguntas primeras acaban llevando a las preguntas últimas, un viaje a otro viaje. En la era de la globalización de la sociedad de la información, nosotros somos, querámoslo o no, necesariamente todos. Y, sin embargo, nuestras culturas y civilizaciones nos llevan a contemplarnos como un nosotros frente o contra los otros. En la superación de esa contradicción radica en buena medida la clave de la construcción de la gobernanza global.
Manuel Montobbio
Diplomático, doctor en Ciencias Políticas y autor del libro “Ideas chinas. El ascenso global de China y la Teoría de las Relaciones Internacionales”, coeditado por Icaria Editorial y el Real Instituto Elcano (2017) | @ManuelMontobbio