Tema
Importancia del agua y su reutilización como factor para aumentar la competitividad y resiliencia en la Unión Europea.
Resumen
Se analizan los elementos clave de la economía circular y su aplicación al ciclo del agua para reforzar la resiliencia y competitividad de regiones con escasez hídrica, como la mediterránea, en el contexto del nuevo ciclo político europeo. Se destaca el caso de España, presentando los resultados de una encuesta sobre la reutilización del agua para evaluar la aceptación social de su uso.
Análisis[1]
La nueva Comisión Europea incluye una cartera específica en Medio Ambiente, Resiliencia del Agua y Economía Circular, destacando la resiliencia hídrica como un área estratégica para la competitividad y la sostenibilidad. En esta línea, el informe de prospectiva estratégica de la Unión Europea (UE) 2023 resalta por primera vez la necesidad de reforzar la resiliencia hídrica, sobre la que la UE acaba de lanzar una consulta pública acerca de su nueva estrategia en esta área. La UE ya implementó planes de acción para la economía circular en 2015 y 2020. En este momento, la ambición del Clean Industrial Deal y de la ley de Economía Circular planificada para 2026 es convertir la UE en líder mundial en economía circular para 2030.
La economía circular promueve el uso eficiente de los recursos, reduciendo la dependencia externa y el agotamiento de los recursos finitos. Según un artículo reciente de escenarios a nivel global de economía circular, ésta podría aportar beneficios económicos y ambientales como un aumento del PIB del 2% y del empleo en un 1,6% en 2030, además de ayudar a reducir significativamente las emisiones de CO2. El caso concreto de la reutilización del agua es un ejemplo de cómo la economía circular puede mejorar la resiliencia económica, ambiental y la autonomía estratégica de la UE ante el reto de la escasez de recursos –en este caso, hídricos–. Este enfoque resulta especialmente relevante para sectores clave como son la energía, la digitalización, la agricultura y la gestión del ciclo urbano del agua.
Las nuevas tecnologías, los marcos regulatorios predecibles, la gobernanza y la aceptación ciudadana son esenciales para implementar prácticas de economía circular y mejorar la eficiencia de los recursos para lograr un crecimiento sostenible y resiliente. Para entender mejor la aceptación de estas prácticas en materia de agua se presentan los resultados de la encuesta realizada por el Real Instituto Elcano con el objetivo de aportar datos empíricos sobre la autoeficacia[2] percibida por los ciudadanos respecto al ahorro de agua y su disposición a utilizar agua regenerada,[3] ambos esenciales para fomentar la circularidad del agua. Según ésta, el 78,8% de los encuestados en España estarían dispuestos a usar agua regenerada (un 18,2% están muy de acuerdo y un 60,6% están de acuerdo en usar agua regenerada), variando según edad, educación, ideología e ingresos. No obstante, la brecha entre las intenciones (aceptar teóricamente el uso de agua regenerada) y las acciones (usarla de facto) puede ser significativa.
Aunque la transición a una economía circular, particularmente en lo que respecta al agua y su reutilización, ofrece importantes beneficios económicos y ambientales, todavía se enfrenta a barreras legales, económicas, tecnológicas y sociales que deben superarse para aprovechar los potenciales beneficios para una economía competitiva, sostenible y resiliente en importantes sectores económicos.
1. Resiliencia y economía circular en el sector del agua
El uso anual de agua a nivel global ha aumentado en aproximadamente 3.500 mil millones de metros cúbicos entre 1900 y 2024 y se prevé que la demanda de agua continúe en ascenso. Un informe reciente de Naciones Unidas-Agua advierte que este incremento en la demanda de los recursos hídricos se enfrenta a una oferta cada vez más limitada, tanto en cantidad como en calidad. Cada año, 25 países que albergan casi una cuarta parte de la población mundial sufren un estrés hídrico extremadamente alto, con un uso consuntivo superior al 80% de sus recursos de agua dulce. Además, hasta 4.000 millones de personas, algo menos del 50% de la población mundial, están expuestas a condiciones de grave estrés hídrico (Figura 1).
Figura 1. Estrés hídrico global

En la UE, la escasez de agua ya afecta anualmente a una quinta parte de su territorio y a casi un tercio de su población, lo que incrementa los riesgos de seguridad hídrica. Según el Banco Mundial, la escasez hídrica podría reducir el PIB hasta un 6% en algunas regiones hacia 2050 –porcentaje que podría ascender sin mejores políticas de gestión hídrica–, especialmente en áreas con climas áridos o una gran dependencia del agua para la agricultura y la producción de energía, como la hidroeléctrica. Asimismo, la pérdida de calidad del agua también tiene un coste económico significativo: regiones aguas abajo de ríos muy contaminados ven reducciones en su crecimiento económico de entre el 1,4% y el 2,5%, dependiendo del nivel de desarrollo y contaminación.
Esta creciente presión sobre los recursos hídricos, agravada por el cambio climático, ha generado la necesidad urgente de adoptar soluciones innovadoras que fortalezcan la resiliencia hídrica, como la economía circular.
En la UE, los esfuerzos en esta materia comenzaron en 2015 con el primer Plan de Acción para la Economía Circular, seguido en 2020 por un segundo plan que se consolidó como un pilar clave del Pacto Verde Europeo y un marco de monitoreo de la economía circular con una serie de indicadores clave para el seguimiento de su aplicación. En este momento la ambición del Clean Industrial Deal y la Ley de Economía Circular planificada para 2026 es convertir la UE en el líder mundial en economía circular para 2030. A modo de ejemplo, la semana verde europea de 2025 en junio arranca con el lema “Soluciones circulares para una Europa competitiva”.
La circularidad en el sector del agua ya se había situado en los últimos años como un eje prioritario en la agenda europea y nacional. El objetivo que se persigue en ambas agendas es lograr la sostenibilidad de los recursos hídricos y, por ende, de otros sectores con alta dependencia hídrica como la agricultura de regadío y el sector energético (cuya demanda de agua se espera aumente con la transición hacia una economía de emisiones netas nulas).
El agua, sin duda, ofrece un gran potencial para la transición hacia una economía más circular y resiliente. Como se aprecia en la Figura 2, la circularidad hídrica involucra numerosos actores y fases del ciclo del agua, desde la planificación hidrológica hasta la reutilización y valorización de lodos y otros subproductos. La reutilización, en particular, es una de las prácticas de economía circular más conocidas, al permitir optimizar el uso de los recursos hídricos antes de su retorno al medio natural.
Figura 2. El ciclo del agua en la economía circular

Además, por primera vez, la Comisión Europea cuenta con una cartera específica en Medio Ambiente, Resiliencia del Agua y Economía Circular, consolidando la resiliencia hídrica como un eje estratégico para preservar la calidad y cantidad del recurso. La comisaria de medio ambiente de la UE, Jessika Roswall, ya ha advertido sobre la importancia de gestionar el riesgo de la escasez de agua para la economía europea.
En esta línea, el informe de prospectiva estratégica de la UE para 2023 subraya la necesidad de fortalecer la resiliencia hídrica a nivel comunitario. Como parte de estos esfuerzos, se ha lanzado recientemente una consulta pública sobre la futura Estrategia Europea de Resiliencia del Agua, que tiene entre sus objetivos priorizar el uso eficiente del agua y promover la circularidad del agua mediante inversiones e innovación en todo el sector hídrico.
2. La reutilización como clave para la autonomía estratégica europea
La reutilización del agua representa un elemento fundamental para afrontar los retos de escasez y competencia por los recursos. Integrada en una planificación hidrológica sostenible, puede garantizar una fuente de agua segura y predecible, contribuyendo al mismo tiempo a la competitividad europea, en línea con el Informe Draghi.
El compromiso de la UE con esta práctica se refleja en los sucesivos Planes de Economía Circular y el Reglamento europeo de reutilización del agua. Este reglamento establece requisitos mínimos de calidad, seguimiento y disposiciones sobre gestión de riesgos y da especial prioridad a la reutilización del agua en el sector agrícola, el cual representa el 50% consumo anual de agua en la UE y hasta un 70% en las zonas con más escasez, como la mediterránea. Asimismo, la nueva Directiva sobre Tratamiento de Aguas Residuales Urbanas (Directiva TARU), en vigor desde enero de 2025, y la Directiva sobre emisiones industriales refuerzan esta apuesta por la reutilización del agua y su optimización en diferentes sectores.
En Europa, la reutilización de agua es una realidad en muchos países, aunque su desarrollo es heterogéneo y está mucho más avanzado en los países del sur, en los que el estrés hídrico es más evidente. En 2020, sólo seis Estados miembros (Portugal, España, Italia, Grecia, Francia y Chipre) contaban con legislaciones nacionales de reutilización, que sirvieron de base para el desarrollo de la normativa a nivel europeo.
Según Water ReUse Europe, sólo el 2% de las aguas residuales tratadas en Europa se reutiliza, muy por debajo de su potencial, y se destinan principalmente a la agricultura (39%), la industria (15%) y para fines recreativos (11%). La mayoría de los proyectos clasificados como industriales (68%) están ubicados en el norte de Europa y los agrícolas en el sur.
En España, líder europeo en reutilización, entre el 7% y el 13% del agua residual tratada es reutilizada, llegando al 98% en regiones como Murcia. Del volumen total, el 61,9% se destina a la agricultura, el doble de la media europea, el 18% al riego de jardines y zonas de ocio, el 17,4% a la industria, el 2% a la limpieza de alcantarillado y/o baldeo de calles, y el 0,8% a recarga de acuíferos. Además, en épocas de sequía prolongada, se ha llevado a cabo una reutilización indirecta para consumo humano como es el caso de las cuencas de Cataluña.
En el contexto del nuevo ciclo político europeo, la reutilización del agua se perfila como un posible vector de aumento de la competitividad, así como de la seguridad y resiliencia hídrica en un marco de autonomía estratégica.
Así, el informe de prospectiva estratégica de la UE para 2023 ha reconocido por primera vez el agua como un elemento crucial para la autonomía estratégica. El agua es un recurso indispensable para la mayoría de los procesos productivos y tiene un papel clave en sectores estratégicos como la energía, la agricultura y la industria. Pese a su importancia estratégica, existen pocos datos sobre su contribución al PIB y empleo. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (2021) reveló que el 65% de los puestos de trabajo a nivel mundial tienen una vinculación directa con el agua: el 95% de los puestos en la agricultura, el 50% en la industria y el 10% en los servicios dependen directamente de este recurso. Además, se estima que el valor económico anual del agua y de los ecosistemas acuáticos equivale al 60% del PIB mundial de 2021.
En este sentido, la reutilización del agua puede contribuir a la autonomía estratégica y competitividad de tres maneras:
- Aumento de la oferta de recursos de agua in situ, lo que reduce el riesgo de escasez, especialmente en sectores clave como la energía, la minería y la agricultura –sobre todo en las regiones del sur de Europa, más vulnerables al cambio climático–. En el sector agrícola, clave para nuestra autonomía estratégica, se estima que el uso de agua regenerada podría ahorrar entre el 1% y el 17% de las extracciones totales actuales, dependiendo del país y la región. España, país de la UE con mayor volumen potencial de reutilización, podría ahorrar hasta 1.200 millones de metros cúbicos anuales. Además, la reutilización puede aportar seguridad hídrica en sectores en expansión como el hidrógeno verde, las baterías, los centros de datos y los semiconductores, que demandan grandes cantidades de agua. A modo de ejemplo, las necesidades hídricas asociadas al despliegue de soluciones de hidrógeno podrían aumentar en más de un 30%.
- Reciclaje de materiales secundarios, lo que permite recuperar materiales secundarios como nitratos y fósforo, reduciendo la necesidad de importaciones y fortaleciendo la autonomía en actividades económicas como la producción de fertilizantes. El tratamiento de aguas residuales podría generar nitrógeno, fósforo y potasio y compensar el 13% de la demanda mundial de fertilizantes en la agricultura, disminuyendo la dependencia de fertilizantes sintéticos. En esta línea, la UE ha planteado un plan integrado de gestión de nutrientes para asegurar una aplicación más sostenible y estimular los mercados de nutrientes recuperados, identificados en el Plan de Economía Circular de la UE como una cadena de alto valor. La resiliencia de las cadenas de valor europeas en el contexto de las transiciones verde y digital fortalecen nuestra competitividad industrial, reduciendo el uso de energía y materiales. Además, una gestión eficiente de la cadena de valor de los fertilizantes podría evitar futuros costes en litigios al ayudar a cumplir con la normativa vigente. Un ejemplo reciente es la sentencia contra el gobierno neerlandés, que debe reducir la contaminación por nitratos antes de 2030 o si no, exponerse a sanciones económicas.
- Descarbonización de la economía y generación de energía renovable: la reutilización del agua contribuye a la mitigación del cambio climático a través de soluciones como las biofactorías (Recuadro 1) y la producción de biometano, ayudando a reducir la dependencia de los combustibles fósiles y fortaleciendo la seguridad energética. Las aguas residuales tienen el potencial de generar cinco veces más energía de la que se necesita para su tratamiento, lo que representa una oportunidad para alcanzar los objetivos de neutralidad climática en 2050, en línea con la Ley Europea del Clima. En este contexto, la Directiva TARU establece el objetivo de neutralidad climática, lo cual implica que las plantas de tratamiento de aguas urbanas deben garantizar que la energía renovable total producida sea equivalente a la energía total consumida por las instalaciones.
Recuadro 1. Las biofactorías como modelo de economía circular en el sector del agua
Las biofactorías son Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales (EDAR) construidas bajo principios de sostenibilidad. Estas instalaciones transforman el enfoque tradicional del tratamiento de aguas, pasando de ser grandes consumidoras de recursos y enfrentar problemas de aceptación social, como el fenómeno Not In My Back Yard (NIMBY), a convertirse en modelos de economía circular. A diferencia de las EDAR convencionales, las biofactorías no sólo regeneran el agua tratada para su reutilización, sino que también generan energías renovables y valorizan residuos, como los lodos, convirtiéndolos en recursos de alto valor para otros sectores, como fertilizantes para la agricultura. Este enfoque optimiza el uso del agua, la energía y otros materiales, reduciendo el impacto ambiental y promoviendo un aprovechamiento eficiente de los recursos. En España, destacan casos de éxito como las biofactorías de Bio Sur Granada y del Baix Llobregat, que demuestran el potencial de este modelo para transformar el sector del agua.

Fuente: Salas Rodríguez (2019), Modelo lineal vs. modelo circular en el tratamiento de las aguas residuales.
3. La reutilización del agua: el reto de la aceptación social
La aceptación social del uso de agua regenerada se ha identificado como una de las principales limitaciones para su implementación efectiva. Proyectos de reutilización de agua regenerada, aunque técnica y económicamente viables, pueden fracasar debido al rechazo social. La confianza en la tecnología utilizada, el marco regulatorio, la gestión del proyecto y la calidad del producto final influyen en la percepción y aceptación social.
La desconfianza y el rechazo social han llevado al fracaso de proyectos como los de Toowoomba (proyecto de reutilización para consumo humano) y Western Corridor (uso del agua regenerada para aumentar las reservas de agua en embalses destinados a consumo humano) en Australia, y el proyecto de reutilización indirecta del agua para consumo humano en San Diego (Estados Unidos) en los años 90. No obstante, hay ejemplos donde una estrategia eficaz de educación y comunicación ha favorecido la aceptación.
Singapur es un claro ejemplo de éxito en la reutilización del agua. Para lograr la aceptación social se desarrolló una campaña intensiva de educación, se creó un centro de visitas para los ciudadanos y se dio un mensaje positivo como “agua nueva” (NEWater) al agua regenerada para consumo humano. El resultado de una encuesta realizada por Forbes Research en 2002 mostró que el 98% de los ciudadanos apoyaron el proyecto y el 82% incluso bebería el agua regenerada directamente, sin mezclarla con agua potable.
En España, la reutilización de aguas regeneradas se ha convertido en una clara opción para aumentar la oferta de recursos hídricos en regiones deficitarias, como son la costa este mediterránea, el sur y las islas. No obstante, persisten barreras para su aceptación social, como la preocupación por la calidad del recurso, la seguridad alimentaria y el coste del recurso. El denominado “factor asco[4]” y el riesgo percibido para la salud pública resultan ser los principales determinantes del rechazo del agua regenerada en España para consumo humano directo, prohibido por la normativa española, salvo situaciones de declaración de una catástrofe.
Una encuesta de 2021 realizada en los Países Bajos, el Reino Unido y España sugiere que el “factor asco” podría no ser tan significativo como se pensaba. Los resultados indican una posible mejora en la percepción pública hacia la reutilización del agua, ya que el 67% de los encuestados en el Reino Unido, el 73% en España y el 75% en los Países Bajos, apoyaron o apoyaron firmemente el uso de agua regenerada para beber. Además, en los tres países se apoyó más el consumo de alimentos cultivados con nutrientes recuperados de las aguas residuales tratadas que el consumo de agua regenerada. Los porcentajes de encuestados que apoyaron o apoyaron firmemente el uso de nutrientes recuperados para cultivar alimentos fueron del 74% (Reino Unido), 75% (Países Bajos) y 85% (España).
A finales de 2023, el Real Instituto Elcano realizó una encuesta telefónica a 1.000 ciudadanos representativos de la sociedad española. El objetivo de dicha encuesta fue analizar el conocimiento, las actitudes, la disposición a actuar y los comportamientos de los ciudadanos con respecto al cambio climático. Se preguntó a las personas encuestadas si estarían dispuestos a consumir agua regenerada. Los resultados, que se muestran en el gráfico 1, indicaron que el 18% de los encuestados está muy de acuerdo con consumir agua regenerada, el 60,6% estaba de acuerdo, el 10,4% estaba en desacuerdo y un 2,9% se muestra muy en desacuerdo (Figura 3).
Al analizar las respuestas según las características sociodemográficas, se observa que el porcentaje de entrevistados que está muy de acuerdo con consumir agua regenerada disminuye significativamente según aumenta la edad de los encuestados –sólo el 11,9% de las personas encuestadas mayores de 65 años estarían dispuestas a consumir este tipo de agua, frente al 21,7% de las personas encuestadas con edades comprendidas entre los 18 y los 29 años–. En relación con el nivel de estudios, un menor nivel de estudios también se traduce en una menor disposición a usar agua regenerada; el apoyo es del 11% entre los entrevistados con educación obligatoria, mientras que dicho apoyo es del 19,1% en aquellos con educación universitaria. En cuanto al nivel de renta, un 37% de las personas con ingresos brutos mensuales entre 3.001 euros y 3.500 euros estarían dispuestas a usar agua regenerada, mientras que el apoyo de aquellas personas con rentas bajas (menos de 1.080 euros netos mensuales) es del 17,2%.
Por lo que se refiere a la ideología, para aquellos ubicados más a la derecha en el espectro ideológico, un 14,3% están muy de acuerdo con consumir agua potable regenerada, frente a un 24% de los encuestados situados más a la izquierda en el espectro ideológico. Finalmente, el porcentaje de personas muy de acuerdo con consumir agua regenerada aumenta significativamente con la visión proecológica del mundo, medida a través de la escala New Ecological Paradigm de Dunlap (NEP) 2002. El 30% de aquellos con mayor visión proecológica estarían muy de acuerdo con consumir agua regenerada, frente al 10,4% de aquellos que tienen menor visión proecológica.
Los resultados de la encuesta revelan avances en la aceptación social del consumo de agua potable regenerada. No obstante, se requiere más investigación para comprender en profundidad las dinámicas de aceptación social y orientar futuras políticas públicas y estrategias de comunicación que aceleren la transición hacia una economía circular del agua.
Conclusiones
El agua es un recurso cada vez más limitado a nivel global y en la UE, debido a los efectos del cambio climático y la contaminación. Todo esto reduce los recursos disponibles, lo cual aumenta los riesgos para nuestra seguridad hídrica, requiriendo un enfoque diferente en el uso y reutilización de este recurso: la economía circular.
La UE y España tienen como objetivo alcanzar la circularidad de la economía para mejorar el medio ambiente, aumentar la eficiencia y lograr una mayor competitividad. El análisis sobre el agua y su reutilización en diferentes sectores clave de la economía apunta a la oportunidad de aumentar nuestra resiliencia hídrica para reducir nuestra exposición a la escasez de agua. Esto no sólo incrementaría la seguridad hídrica, sino que también impulsaría la competitividad.
Un enfoque de economía circular –teniendo en cuenta el contexto geopolítico actual– permitiría reforzar la autonomía estratégica, aumentando, por ejemplo, la capacidad de reciclaje de nitratos y fósforo y ayudando a reducir las importaciones de fertilizantes. Una línea de investigación importante a futuro, en concordancia con la venidera estrategia de resiliencia hídrica de la UE, sería tener un conocimiento empírico más profundo de cómo un modelo productivo circular nos permitiría utilizar menos recursos en sectores críticos para la transición como son la energía y la digitalización, lo cual ayudaría a reducir nuestra dependencia de terceros países en estos sectores, reduciendo a su vez los costes de producción y la gestión de residuos.
Además, el agua como recurso estratégico representa una oportunidad para aumentar nuestra competitividad. La UE y España ya son pioneras a nivel global en la provisión de productos y servicios en el sector agua. Y de este liderazgo dependen muchos sectores económicos que directa o indirectamente necesitan recursos hídricos para sus procesos productivos, como el sector industrial y el agroalimentario.
En este artículo se ha analizado brevemente el caso concreto de la reutilización del agua, que empieza el año con un nuevo marco legislativo en la UE coincidiendo con el nuevo ciclo europeo. El futuro inmediato se centrará en el desarrollo de estos marcos regulatorios y en el fortalecimiento de la competitividad ante posibles shocks externos. Para ello es fundamental abordar las barreras legales, económicas, tecnológicas y sociales que obstaculizan el avance hacia la circularidad en el sector.
En el caso de las barreras sociales, se abre un importante campo de acción para involucrar más activamente a la ciudadanía en estos cambios de modelo. Superar las barreras de aceptación social en el uso del agua regenerada, a través de transparencia, estrategias de comunicación y sensibilización, indicadores basados en datos y una buena gobernanza, permitirían aumentar la competitividad y resiliencia de sectores económicos clave.
La transición hacia una economía circular exigirá la adopción de innovaciones no sólo tecnológicas, sino también de gobernanza, organizativas y sociales, imprescindibles para acelerar la transformación hacia una sociedad y una economía basadas en una gestión circular de nuestros recursos. En esta transición, el agua será un factor habilitante o limitante para el futuro de las economías competitivas, limpias y resilientes frente a los impactos del cambio climático.
[1] Agradecemos a Enrique Escalante (TRAGSA), Daphne Hermosilla (Universidad Politécnica de Madrid), Elisa Vargas (Comisión Europea) y Belén Ramos (AEAS) sus comentarios y sugerencias a este artículo. Agradecemos también los comentarios y conversaciones mantenidos en el contexto del Proyecto de la Fundación PRIMA TRUST No 2024 (Gestión de la reutilización de aguas residuales industriales tratadas como medidas de mitigación de la escasez de agua en el cambio climático) para contextualizar y validar la información de este artículo. Los posibles errores y opiniones son responsabilidad de las autoras.
[2] La autoeficacia se puede definir como la confianza en la capacidad propia de poder contribuir a resolver un problema ambiental como la escasez de agua, por ejemplo, porque la persona estime que puede ahorrar agua en su domicilio.
[3] Agua regenerada es el agua reutilizada después del tratamiento de depuración.
[4] Según Ricart y Rico (2022: 432) el “factor asco” es la sensación de “miedo y asco que se asocia a beber o comprar productos agrícolas producidos con aguas residuales”. El factor asco también se ha definido como ‘repugnancia psicológica’, ‘repugnancia’ o ‘profundo malestar’”.