Tema
Breve análisis de la transnacionalización de la ficción seriada producida en Turquía, conocida en ese país como dizi, y su potencial influencia en el poder blando turco.
Resumen
El dizi, la ficción televisiva seriada turca, ha experimentado un auge en la última década que lo ha llevado a convertirse en un fenómeno cultural con repercusiones tanto a nivel nacional como internacional. En Turquía, el dizi ha contribuido a la construcción de una identidad nacional neo-otomana y, en esa línea, el gobierno turco ha utilizado el dizi como herramienta de poder blando, proyectando una imagen positiva del país en el extranjero y fomentando el turismo. Sin embargo, el éxito del dizi también ha generado controversia. Se le critica por su sesgo histórico y su contenido islamista conectados con la transformación ideológica del país desde 2017. Además, la producción y distribución del dizi se ha visto afectada por las tensiones políticas y geopolíticas que rodean a Turquía. En el plano internacional, el dizi ha conquistado audiencias en varias regiones, especialmente en Oriente Medio y América Latina. Su éxito se debe a una serie de factores, como la calidad de las producciones, la identificación cultural con las historias y personajes, y la accesibilidad a través de televisiones transnacionales y plataformas digitales. No obstante, el dizi también ha sido objeto de críticas por la orientación neo-otomanista de su contenido.
Análisis
Cien años después de la desaparición del Imperio otomano con el fin de la Primera Guerra Mundial, Turquía ha conmemorado la construcción del país por una élite ilustrada, laica y occidentalizada liderada por el general Mustafá Kemal Pashá (1881-1938), llamado Atatürk (literalmente, padre de Turquía). Es bien sabido que, para los padres de la nación turca, las costumbres islámicas eran la base del subdesarrollo del país: “No tengo religión, y a veces me gustaría que todas las religiones estuviesen en el fondo del mar”[1], se dice que afirmó Atatürk. Sus reformas afectaron a todos los ámbitos de la sociedad, pero sobre todo redefinieron –más bien, construyeron– una nueva identidad cultural nacional, fuertemente occidentalizada.
Un siglo después de la fundación del país, el actual proyecto neonacionalista y autócrata de Recep Tayyip Erdoğan desde el Adalet ve Kalkınma Partisi (Partido de la Justicia y el Desarrollo, AKP) en las últimas dos décadas ha transformado la economía y la sociedad turcas –multiplicando por cuatro su PIB, por tres su renta per capita y expandiendo su población un 25%–, pero también ha cambiado su sistema político al presidencialismo, ha centralizado el poder deteriorando derechos y libertades y ha reforzado su papel como potencia regional en un tiempo de fuerte inestabilidad en Oriente Medio, en particular por la guerra civil que comenzó en Siria en 2011. Este tiempo de profundos cambios se ha visto acompañado por un fenómeno cultural sorprendente y extraordinario: el éxito internacional de la ficción televisiva seriada turca, conocida como dizi, en varias regiones del mundo.
El papel de la cultura en la construcción nacional de Turquía es un asunto clave, con epicentro en la tensión entre reformistas y tradicionalistas respecto al papel público o privado de la religión y de las costumbres de la sociedad otomana.[2] Con la creación del país fue necesario centralizar un nuevo sistema educativo, las “escuelas de la nación”, encargado de construir la nueva identidad cultural. Algunas décadas antes, durante la era de reformas del Tanzimat, el turco otomano había eliminado préstamos léxicos árabes y persas, fomentando neologismos y el uso de términos locales. Desde fines del siglo XIX, el turco se convirtió en la lengua oficial y el movimiento Jön Türkler (Jóvenes Turcos) impulsó un otomanismo inclusivo, diferenciando la identidad turca de las árabes y persas. En 1928, la Turquía de Atatürk adoptó el alfabeto latino para el turco, reemplazando el árabe y el persa en la educación y expresando los ideales de la civilización europea. La reforma lingüística en Turquía culminó con la creación de la Türk Dil Kurumu (Sociedad de la Lengua Turca, TDK) en 1931 para normalizar y regular el turco, establecido como lengua nacional desde la Constitución de 1924. Esta normalización buscó diferenciar el “turco verdadero” del “turco otomano” imperial. Además, se estableció una Sociedad de la Historia Turca que, mediante congresos, definió la doctrina oficial sobre la identidad nacional y el papel histórico de los turcos en Oriente Medio.
En el contexto de la construcción nacional turca, la reforma del idioma buscaba no sólo cambiar el turco otomano sino también “aportar un sentido de orden que reflejara la nueva nación”[3], según Atatürk. Este proceso incluyó una ley de apellidos de 1934 que instauró la patrilinealidad occidental y prohibió nombres de origen árabe y persa, considerados una amenaza a la unidad nacional. También se reemplazaron miles de topónimos para “liberar la lengua del yugo de la palabra extranjera”.[4] El gobierno, en su afán de modernización, prohibió las órdenes religiosas, elementos de la vestimenta tradicional como el fez, adoptó el sistema métrico y el calendario gregoriano en 1926, además de prohibir la música otomana en la radio estatal en 1934. En 1920, Turquía fundó la agencia estatal de noticias Anadolu Ajansı y en 1927 se iniciaron las emisiones de radio por la Turkish Wireless Telephone Inc., que luego pasó al control de la Posta ve Telgraf Teşkilatı (PTT) y en 1964 fue integrada en la Türkiye Radyo ve Televizyon Kurumu (TRT). Radio y televisión funcionaron como “voz de la nación”, promoviendo la identidad nacional y minimizando la diversidad cultural. Desde los años 60, la televisión se consolidó como el principal medio de cohesión identitaria y lingüística, empezando con las emisiones experimentales en 1952 de ItüTV en Estambul. La TRT se expandió rápidamente, lanzando TRT2 en 1986, TRT3 y GAPTV en 1989, y TRT4 y un canal internacional en 1990. Hoy, TRT opera 16 canales en 34 lenguas y dialectos, cubriendo una amplia gama de audiencias nacionales e internacionales.
Desde la apertura al multipartidismo en los años 50, Turquía ha experimentado más intensamente las constantes tensiones entre el tradicionalismo islamista y los principios de secularización y occidentalización del kemalismo que el ejército ha custodiado con firmeza, como se puso de manifiesto en sucesivos golpes de Estado en 1960, 1971 y 1980. Tras el golpe de 1980, la reforma política y la elección de Turgut Özal en 1983 marcaron un cambio significativo, propiciando la aparición de una élite económica conocida como los “tigres de Anatolia” y la expansión de medios de comunicación privados que fomentaron un incremento del islam en el espacio público y debilitaron el modelo laico estatalista. El monopolio audiovisual de Turquía, establecido con la creación de TRT en 1964, persistió hasta 1992. Ese año, las emisiones vía satélite de Star-1desde Alemania y ShowTV desde Francia presionaron hacia una desregulación que se concretó en 1993 dentro de una reforma constitucional. Esta reforma permitió las emisiones privadas y estableció el Radyo ve Televizyon Üst Kurulu (Consejo Estatal de Radio y Televisión, RTÜK) para regular el sector tanto en estructura como en contenidos. Con la expansión de la oferta televisiva en Turquía, las crecientes horas de programación se nutrieron tanto de series estadounidenses como de telenovelas latinoamericanas. Sin embargo, también se incentivó la creación de grandes producciones entre las que destacan Kartallar Yüksek Uçar (1983), Yarın Artık Bugündür (1987) y Yildizlar Gece Büyür (1992). Además, TRT produjo series históricas como IV Murat (1981) y Kuruluş (1986), que reconectaban Turquía con su pasado otomano. Este aumento en la producción impulsó una intensa competencia por las audiencias, colocando las ficciones nacionales en el centro del prime time y generando una fuerte competencia de los canales en torno a las series propias que elevó tanto el número como la calidad de las producciones.
Figura 1. Canales generalistas de la televisión abierta en Turquía (2024)
Canal | Propietario actual (2024) | Año de creación | % audiencia 2023 |
---|---|---|---|
TRT1 | Estatal | 1964 | 5,32 |
Star TV | Doğuş Media Group | 1989 | 5,77 |
Show TV | Ciner Yayın Holding | 1991 | 6,22 |
ATV | Turkuvaz Medya Grubu | 1993 | 11,06 |
Now (Fox)[5] | Disney Group | 1993 | 6,09 |
Kanal D | Demirören Group | 1993 | 6,44 |
Kanal 7 | Albayrak Holding | 1994 | 3,11 |
TV8 | Doğuş Media Group | 1999 | 5,62 |
teve2 | Demirören Group | 2008 | 1,26 |
Beyaz TV | Kanal Beyaz Televizyon Radyo Yayıncılığı Sanayi ve Ticaret A.Ş. | 2010 | 1,18 |
Esta recomposición del paisaje mediático turco parece seguir contribuyendo a la intensificación de la tensión entre el laicismo de las élites fundadoras de la república y la religiosidad de sectores tradicionalistas nostálgicos del Imperio otomano, las dos corrientes que han marcado las divisiones sociales y políticas en la Turquía moderna. El AKP de Recep Tayyip Erdoğan cristalizó con su hegemonía el desplazamiento desde la revolución secular y occidentalizadora de Atatürk hacia una orientación más tradicionalista e islamista, con Turquía dejando de enfocarse en Occidente para mirar hacia Oriente y el sur, cooperando con países como Qatar e IraK y desplegando tropas en Libia, Siria y el Cáucaso.
La política de Erdoğan ha estado marcada por una estrategia conocida como “neo-otomanismo” (yeni-Osmanlıcılık), una forma de identidad, una visión del mundo y una orientación en política exterior, además de una reacción melancólica a la desaparición del Imperio otomano marcada por la orientación autocrática, la revisión del Estado secular kemalista, la reconstrucción nostálgica y romantizada de la memoria histórica y la búsqueda de un papel central en Oriente Medio. Esta melancolía se nutre de emociones que podrían parecer contradictorias: por un lado, el trauma y los agravios derivados de la persecución de los musulmanes por las potencias europeas durante los siglos XIX y XX; y, por otro, un anhelo por la gloria y grandeza perdidas, dado que Turquía es vista en ciertos sectores sociales como la legítima heredera del califato islámico responsable de proteger a los musulmanes suníes del mundo. El neo-otomanismo no sólo trata de enraizar las nociones modernas de identidad nacional turca dentro de su herencia islámica otomana, sino que también implica un compromiso cultural y económico más profundo y renovado con los territorios y sociedades que alguna vez formaron parte del Imperio otomano y busca renovar el liderazgo de Turquía en el mundo musulmán, posicionándose como un defensor frente a las influencias y las invasiones percibidas como destructivas tanto de Occidente como de Rusia.
Como cabría suponer, la cultura popular y de masas desempeña un papel fundamental en la construcción de la identidad turca contemporánea y, en este campo, el fenómeno global más destacado en la cultura turca es el éxito internacional del dizi, las series televisivas que han trascendido el formato tradicional de las soap operas y telenovelas para crear un género distintivo. Los diziler exploran las tensiones culturales entre la cultura occidental y la tradición derivadas de la globalización, abordando temas como los roles de género, las diferencias entre la vida urbana y rural, la importancia de la familia, el Estado y la religión. El formato de las series dizi típicamente incluye un número elevado de episodios, entre 80 y 100, cada uno con una duración de 90 minutos, que a menudo se adaptan a formatos más cortos de 45 minutos para facilitar su emisión y competir en el panorama audiovisual global.
El primer impacto internacional del dizi llegó con la emisión de Gümüş (conocida como Noor en la región árabe) en 2005 y Binbir Gece (Las mil y una noches) en 2006. Gümüş capturó la atención del público árabe al ser emitida por la cadena saudí-emiratí MBC en 2008 y su éxito se extendió rápidamente a los Balcanes y América Latina. La serie trata sobre la vida de una mujer después de un matrimonio concertado con su primo, un tema que resonó profundamente en diversos contextos culturales. La acogida de estas series abrió camino a otras producciones como Asi (2007), Ask-i Memnu (Amor prohibido, 2008), Öyle Bir Geçer Zaman ki (Mar de amores, 2010), Ask ve Ceza (Amor y castigo, 2010) y Fatmagül’ün Suçu Ne? (¿Qué culpa tiene Fatmagül?, 2010).
Una decisión crucial en la expansión del dizi fue el doblaje al árabe sirio, en lugar del árabe estándar moderno (fuṣḥā) que se venía utilizando para la exportación, una decisión que contribuyó a conectar las series turcas con la audiencia de Oriente Medio, en parte porque Siria, hasta la guerra civil iniciada en 2011, había sido un importante productor de ficción dramática. El crecimiento del dizi coincidió con el declive de la industria televisiva siria debido a la guerra civil, marcando un significativo cambio en la influencia cultural en la región. Las series turcas no sólo llenaron el vacío dejado por Siria, sino que también se convirtieron en herramientas de “diplomacia de la telenovela”, influyendo en las culturas de países árabes desde Marruecos hasta Irak, lo que enseguida llamó la atención del mundo.
Tras una primera década de consolidación de este fenómeno, la producción de series televisivas ha evolucionado para incluir tanto dramas románticos como narrativas que exaltan el discurso neo-otomanista impulsado por el gobierno. Por ejemplo, Muhtesem Yüzyil (El siglo magnífico, El Sultán) (2011) sobre Solimán el Magnífico, alcanzó una audiencia global de más de 500 millones de personas, reflejando el interés internacional en el pasado otomano. La serie fue seguida por otras producciones históricas como Muhtesem Yüzyil: Kösem y Mehmed: Bir Cihan Fatihi. La cadena estatal TRT ha producido series como Diriliş: Ertuğrul (una respuesta directa a las críticas de Erdoğan hacia Muhtesem Yüzyil por su enfoque en las intrigas palaciegas en lugar de las conquistas) y Payitaht: Abdulhamid, que se alinean con los intereses políticos actuales y refuerzan la imagen de líderes históricos admirados por el gobierno actual.
Existe, por tanto, cierta distribución entre los géneros producidos por los canales estatales y privados, aunque la realidad es más compleja debido al fuerte control gubernamental sobre los medios. Según Reporteros Sin Fronteras, aproximadamente el 90% de los medios de comunicación turcos están bajo algún nivel de control gubernamental, ya sea a través de la propiedad directa o la influencia sobre conglomerados mediáticos cuyos dueños tienen estrechos lazos con el partido gobernante. Esta interacción entre el poder político y los medios de comunicación refleja cómo el entretenimiento y la información pueden ser utilizados para apoyar una agenda política específica, en este caso, la revalorización y glorificación del pasado otomano como parte de la identidad nacional turca contemporánea.
El reciente boom de la producción de ficción puede comprobarse por el número de nuevas producciones iniciadas en el país por año: si en los años 80 se crearon 10 nuevas series, fueron 48 en los 90, 242 en los 2000, 525 en los 2010 y, hasta el momento, son 353 en los primeros cuatro años de la década presente. Sólo en 2021, tras el parón de la pandemia, las productoras del país pusieron en marcha un centenar de nuevos dizi.
El fenómeno global del dizi turco en la última década es un testimonio del poder blando de Turquía y de su habilidad para la influencia a través de sus series televisivas. Estas producciones no sólo han sido exitosas en países de cultura musulmana –gracias en parte a la transnacionalización de la televisión satelital en el golfo Pérsico, que ha servido de plataforma para su difusión– sino también en otras regiones del mundo. En el mundo árabe, los diziler son vistos como representaciones de una sociedad musulmana que es a la vez moderna y fiel a sus tradiciones, ofreciendo una imagen aspiracional a otros países con culturas más o menos próximas como Pakistán, Bangladés, los países balcánicos y Somalia, pero también en España (con varios éxitos en los canales generalistas). En América Latina, Las mil y una noches introdujo el boom de las series turcas en Chile, Colombia, Argentina y Uruguay superando con el dizi la audiencia de eventos deportivos como la Copa Mundial de Fútbol. Además, la presencia de Turquía en mercados internacionales como el festival de televisión de Cannes MIPTV refuerza su posición como uno de los nuevos exportadores de contenido televisivo a nivel mundial. Esta expansión cultural no sólo refuerza el perfil internacional de Turquía, sino que también permite un intercambio cultural que fortalece su influencia y lazos con regiones tan distintas como África y América Latina.
La expansión internacional de los diziler turcos ha sido estratégicamente impulsada tanto a través de canales generalistas como de plataformas de streaming, adaptándose así a diferentes mercados y preferencias de consumo global. Un ejemplo notable de esta estrategia es la plataforma FilmBox+ del grupo francés Vivendi, que desde 2021 ha lanzado su canal y portal Dizi.com, especializados exclusivamente en series turcas. Este servicio está disponible en varios países, incluyendo España, donde se introdujo en colaboración con Mediaset y su plataforma Mitele Plus. Además, cadenas turcas como Kanal D han expandido su alcance global mediante la creación de canales y plataformas internacionales que difunden su contenido más allá de Turquía. De manera similar, la cadena estatal TRT ha innovado en la distribución digital con su plataforma Tabii, que ofrece suscripciones a través de YouTube, facilitando el acceso a su contenido a una audiencia global.
El impacto global de las series televisivas turcas ha tenido un efecto notable en las exportaciones de servicios audiovisuales de Turquía. Según datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), estas exportaciones han experimentado un aumento significativo, cuadruplicándose de 78 millones de dólares en 2013 a 328 millones una década más tarde. Este crecimiento también se refleja en las cifras del Turkish Statistical Institute (TSI), que reporta un volumen total de exportaciones audiovisuales de aproximadamente 18.000 millones de liras (unos 530 millones de euros) en 2022. Estas estadísticas, a pesar de las habituales diferencias metodológicas, confirman una tendencia de crecimiento sostenido en el sector, con un incremento del 212% según la OMC y hasta un 350% de acuerdo con los datos del TSI en la última década.
Figura 3. Exportaciones culturales de Turquía*, 2014-2022
2014 | 2015 | 2016 | 2017 | 2018 | 2019 | 2020 | 2021 | 2022 | % | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Libros y prensa | 419.206 | 526.601 | 550.824 | 762.863 | 1.076.434 | 1.469.386 | 1.767.832 | 2.852.436 | 7.817.674 | 4 |
Patrimonio cultural, archivos y bibliotecas | 755 | 941 | 1.102 | 1.113 | 1.307 | 10.184 | 15.321 | 16.554 | 9.288 | 0,01 |
Artes visuales | 70.029 | 70.729 | 87.841 | 126.113 | 221.076 | 250.160 | 278.515 | 422.160 | 944.101 | 1 |
Artes escénicas y eventos | 32.833 | 35.703 | 44.288 | 45.657 | 74.038 | 79.106 | 95.488 | 190.694 | 401.035 | 0,2 |
Medios audiovisuales | 4.449.025 | 4.725.754 | 4.619.332 | 5.801.268 | 7.643.408 | 8.121.486 | 8.630.308 | 13.098.237 | 18.071.214 | 10 |
Arquitectura y diseño | 5.160 | 4.943 | 2.222 | 2.319 | 1.817 | 2.963 | 937 | 1.188 | 4.606 | 0 |
Artesanía | 11.340.587 | 12.483.434 | 13.820.955 | 17.919.563 | 24.997.962 | 33.105.162 | 30.540.548 | 70.455.656 | 151.348.296 | 85 |
Total anual (miles de liras turcas) | 16.317.595 | 17.848.105 | 19.126.564 | 24.658.896 | 34.016.042 | 43.038.448 | 41.328.949 | 87.036.925 | 178.596.214 |
El Estado ha desempeñado un papel crucial en el auge del dizi, implementando diversas medidas de apoyo que incluyen subvenciones directas, créditos blandos del Türkiye Sınai Kalkınma Bankası (Banco de Desarrollo Industrial de Turquía) y exenciones fiscales. La Sinema Genel Müdürlüğü (Dirección General de Cine, SGM), parte del Ministerio de Cultura y Turismo, desempeña un papel específico al financiar series de televisión que hayan logrado exportarse al menos a 10 países de tres continentes diferentes, a través de un fondo especial diseñado para respaldar producciones de los últimos dos años. Estas ayudas se centran exclusivamente en series que han tenido éxito internacional y que contribuyen a la promoción de Turquía en el extranjero, reflejando una estrategia clara de usar el dizi como herramienta de diplomacia cultural. Las autoridades atribuyen al auge del dizi un impulso significativo al turismo, aunque establecer esta relación directa no resulta sencillo. Entre 2012 y 2019, Turquía experimentó un aumento del 43% en el número de visitantes, de 35,6 millones a 51,1 millones. Específicamente, el turismo procedente de Oriente Medio y países culturalmente próximos como Marruecos, Argelia, Líbano y Albania muestra crecimientos que van desde el 104% al 208%.
El esfuerzo de Turquía por reforzar su influencia en la esfera internacional está condicionado tanto por el complejo juego de alianzas y tensiones de la región como, en el plano interno, por la permanente tensión interna entre el kemalismo y el nacionalismo tradicionalista del partido gobernante, AKP. En julio de 2016, el intento de golpe de Estado de un sector de las Fuerzas Armadas, organizado según el gobierno por el opositor Fethullah Gülen, acabó con 300 muertos, miles de heridos y detenidos. Tras el golpe, el gobierno cerró por decreto numerosos medios de comunicación críticos, aunque esta medida fue posteriormente anulada por el Tribunal Constitucional. El referéndum de julio de 2017, que llevó a la transformación del sistema político del país al presidencialismo, marcó un punto de inflexión significativo en la política turca, ampliando los poderes del presidente Erdoğan y facilitando la represión de la disidencia política. Desde entonces, Turquía ha experimentado un deterioro en los derechos y libertades públicos, reflejado en la caída en las clasificaciones de libertad de expresión de Reporteros Sin Fronteras, que en 2023 colocó a Turquía en el puesto 165 y en la calificación de “no libre” por parte de Freedom House en su evaluación de la libertad de expresión en las redes digitales.
Figura 5. Turquía: indicadores de libertades y derechos públicos, 2000-2022
La retracción de libertades en Turquía ha llevado a un incremento de la vigilancia sobre los medios de comunicación y las redes sociales. Desde 2014, el país ha iniciado más de 160.000 investigaciones por “insultos al presidente”, amparadas en el artículo 299 del Código Penal turco. En 2021, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró este artículo incompatible con la libertad de expresión. Sin embargo, las restricciones continúan. En 2022, Erdoğan emitió una circular que cita los artículos 41 y 58 de la Constitución turca, instando a tomar medidas urgentes contra programas de televisión considerados perjudiciales para los valores nacionales y espirituales de Turquía. Como resultado de estas políticas, medios internacionales como Deutsche Welle y Voice of America optaron por no renovar sus licencias de emisión en Turquía y, posteriormente, el gobierno turco bloqueó el acceso a estos canales y cerró sus oficinas. En 2024, Turquía también bloqueó 16 servicios de VPN que los ciudadanos usaban para acceder a medios internacionales sorteando las barreras impuestas desde el Estado. Además, en 2023, el gobierno retiró la subvención pública al Festival de Cine de la Naranja de Oro de Antalya debido a la inclusión de la película El decreto, de Nejla Demirci, que trata sobre las secuelas del intento de golpe de 2016, acusada de ser propaganda a favor de Fethullah Gülen. Este continuo endurecimiento de la censura refleja el severo deterioro en la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales en Turquía.
Este nuevo contexto de represión ideológica ha afectado también al dizi. El RTÜK, bajo el amparo de la ley 6112 de 2011, vigila los contenidos mediáticos basándose en denuncias ciudadanas, muchas de las cuales se refieren a contenidos que supuestamente contravienen los valores nacionales y la moral pública. Así, el RTÜK ha suspendido series, presionado para su cancelación y prohibido ciertos contenidos. Esta rigurosa regulación ha fomentado un ambiente de autocensura entre los guionistas, especialmente en canales alineados con el gobierno, hasta el punto de prohibir palabras como “vino” en los guiones. Además, las tensiones internacionales, como las disputas con Arabia Saudí, que en 2018 retiró todos los contenidos turcos de la cadena MBC debido a acusaciones políticas, han influido en la difusión del dizi en los países que lo convirtieron una década atrás en un fenómeno transnacional.
Conclusiones
Las series televisivas turcas se han convertido en un fenómeno transnacional que ha permeado regiones clave para los intereses geopolíticos de Turquía, transformando su presencia y proyección internacional. Este efecto no se debe sólo a la calidad de la industria audiovisual turca y a su rica y compleja cultura, sino también a factores como la transnacionalización de la televisión satelital en Oriente Medio y la guerra civil en Siria, que desplazó a este país como principal proveedor de contenido televisivo regional. Así, el dizi ha emergido como una herramienta de poder blando para Turquía, en la que podemos apreciar tanto las tensiones políticas del escenario interno como las relaciones exteriores del país enmarcadas en una voluntad neo-otomanista de recuperar la centralidad de Turquía en esa región del mundo.
[1] Mango, A. (2002), Atatürk: the biography of the founder of modern Turkey, The Overlook Press, Woodstock, N.Y.
[2] Yesil, B. (2016), Media in new Turkey: the origins of an authoritarian neoliberal state, Urbana, University of Illinois Press.
[3] Bayar, Y. (2014), Formation of the Turkish nation-state, 1920-1938, Palgrave, New York.
[4] Ibid.
[5] El canal abierto Fox, propiedad del grupo estadounidense Disney, pasó en 2024 a denominarse Now.