Tema: Este ARI repasa la situación política de Rusia y sus expectativas de cambio a raíz de la elección del nuevo presidente.
Resumen: A finales del año pasado y principios del actual han tenido lugar dos acontecimientos que van a cambiar la situación en Rusia. Se trata de las elecciones a la Duma y a la Presidencia. En mayo de este año Dmitriy Medvedev ha sido investido como nuevo presidente de Rusia y los cambios han comenzado a precipitarse. Vladimir Putin va a seguir siendo un agente estratégico y una política continuista se cierne sobre el país. No obstante, dada la dinámica económica y política de Rusia, seria previsible la introducción de cambios hacia mediados de la legislatura, de manera que dentro de cuatro años se abrirán interrogantes sobre cuál puede ser el futuro presidente o la situación política.
Análisis
Las claves electorales
En diciembre de 2007 tuvieron lugar las elecciones parlamentarias (Duma) y en marzo de 2008 las presidenciales en Rusia. Estas elecciones han cambiado la situación política en este país y abren un período de cambios e incertidumbres en Rusia.
Los resultados en las elecciones han sido de un 65% para Rusia Unida, el 11,7% para el Partido Comunista, el 8,2% para el Partido Liberal-Demócrata y un 7,8% para el partido Rusia Justa. Estos resultados significan, en primer lugar, la consolidación y dominio absoluto de Rusia Unida. En este caso, este partido ha conseguido agrupar a las fuerzas más influyentes del país, al tiempo que se ha apropiado de los logros más destacados obtenidos durante la etapa Putin, además de absorber parte de las reivindicaciones más relevantes de los otros partidos de la oposición, en especial del Partido Comunista. En segundo lugar, ha tenido lugar un desmoronamiento de los partidos de oposición. Por un lado, el Partido Comunista ha ido perdiendo influencia en el tejido social ruso a medida que las antiguas generaciones han ido desapareciendo y conforme las condiciones económicas y sociales en el país han mejorado. Por otra parte, en los casos de la Unión de Fuerzas de la Derecha y de Yabloko, han padecido un sinfín de rencillas internas y han mostrado una incapacidad de llegar a acuerdos mutuos y se han alejado progresivamente de la población rusa. Sus vinculaciones con la sociedad rusa quedan bien reflejados en los resultados electorales obtenidos (alrededor de un 1% de los votos) y prueba de los problemas que padecen es la crisis postelectoral interna que está cuestionando su supervivencia futura.
Dada la estructura del nuevo Parlamento y la génesis de Rusia Unida una de las claves políticas para poder interpretar la realidad rusa no será las relaciones partidistas en el arco parlamentario, sino los movimientos internos dentro de ese partido. Este partido constituye una coalición de intereses muy diversos, cuando no contrapuestos. Determinar su composición interna, su peso específico y las correlaciones de poder entre los diversos grupos que constituyen Rusia Unida pasa a un primer plano para llegar a comprender qué ocurrirá dentro del Parlamento y cuál será su proyección sobre la sociedad. Por tanto, aunque en términos formales se haya reducido la variedad de fuerzas parlamentarias, en la realidad existe una gran pluralidad, aunque sus formas de manifestación sean distintas a las tradicionales en las democracias occidentales.
El segundo hito que ha cambiado la estructura institucional rusa han sido las elecciones presidenciales de marzo de 2008. A estas elecciones se presentaron cuatro candidatos y el resultado fue el siguiente: Dmitriy Medvedev, obtuvo alrededor de un 70% de los votos, Gennadiy Zyuganov, el candidato comunista, sólo consiguió un apoyo del 18% de los votos emitidos, mientras que Vladimir Zhirinovskiy recogió el 9% y Andrey Bogdanov únicamente acaparó el 1%. Estos resultados son más representativos en la medida en que se tiene presente que la participación fue de alrededor del 70% del censo electoral.
Dado el carácter presidencialista del sistema político ruso, una de las claves importantes que determinará el futuro del país dependerá del nuevo presidente. Pero ¿quién es el Sr. Medvedev?. Se trata de un jurista, licenciado por la Universidad de San Petersburgo, que compatibilizó su trabajo de docente junto con el de asesoría a la alcaldía de esa ciudad rusa durante la primera mitad de los años noventa cuando estuvo encabezada por Anatoliy Sobchak. Éste último fue uno de los máximos exponentes, junto con Yeltsin, de la promoción de la transición política y económica en Rusia cuando desapareció la URSS. En esos años, la mano derecha de Sobchak fue Vladimir Putin, con quién Medvedev entabló una estrecha amistad, que ha perdurado hasta el momento. De hecho, cuando Putin fue elegido presidente del país, Medvedev fue designado vicedirector del aparato presidencial (estructura administrativa estratégica debido al carácter presidencialista de Rusia). Después de tres años en ese cargo, Putin ascendió a Medvedev hasta director del aparato presidencial. Después de la reelección de Putin en el segundo período presidencial, Medvedev pasó al gobierno en el que asumió el puesto de viceprimer ministro. Así pues, Putin ha diseñado la carrera administrativa de Medvedev y, en los últimos años, con el objetivo de sucederle en el cargo de presidente de Rusia.
En estas circunstancias y dado que Putin, por un lado, posee una enorme legitimidad en Rusia y, por otro lado, ha sido investido como primer ministro, existen síntomas de que Medvedev pueda desempeñar un papel secundario respecto al anterior presidente. No obstante, estas consideraciones olvidan dos aspectos esenciales. En primer lugar, el presidente del país ostenta unas potestades muy relevantes que pueden ser utilizadas independientemente del anterior presidente. Quizá el caso más significativo fue el del propio Putin, colocado en la presidencia como hombre de paja de Boris Beresovskiy que, una vez en el poder, se alejó de los designios de ese magnate ruso y llegaron a un enfrentamiento abierto, que ha conducido a este último a exiliarse en el Reino Unido. En segundo lugar, el ascenso de uno de los herederos de Putin significa el refuerzo de una de las elites putinianas, en detrimento de las otras, cambiando parte de las reglas del juego. Así pues, un clave esencial radica en qué medida Medvedev puede tener la voluntad y/o la posibilidad de desempeñar una política autónoma respecto al anterior presidente del país.
Las claves socio-económicas
Una de las bases del éxito de la estrategia sucesoria del Kremlin se sustenta en los buenos resultados económicos cosechados durante la etapa Putin. En términos agregados, la economía rusa ha presentado una estabilidad patente y constituye una de las más dinámicas mundiales (está incluida dentro de los BRIC). Durante el período Putin, la economía ha crecido a un ritmo anual cercano al 7% y se apunta que la actividad económica en la actualidad ya supera a la que tenía la Unión Soviética en 1990, antes de que apareciesen los dramáticos fenómenos de destrucción económica que acontecieron en la década anterior. El crecimiento apuntado ha gozado de una gran estabilidad puesto que, por un lado, la inflación se ha reducido del 21% al 9% en el período 2000-2007 y, por otra parte, se ha acrecentado sustancialmente la capacidad de captación de impuestos, situación que ha permitido aumentar el gasto público y obtener continuamente un superávit presupuestario.
Los cambios estructurales es donde más interrogantes se han levantado acerca de la gestión de Putin. Por ejemplo, las políticas agrarias, de servicios o de competencia han experimentado una falta de actividad notable y, por añadidura, la financiación en infraestructuras físicas, educación, sanidad e I+D ha sido escasa y poco eficaz. Sólo dos ámbitos se escapan a esta tendencia: la energía y la industria de defensa. Respecto al sector energético se han creado dos entidades “estatales”, Gazprom y Rosneft, que actúan como gestores de estas actividades económicas estratégicas para el país. Estas actuaciones, junto con las subidas sostenidas en los precios de los hidrocarburos, han aumentado los ingresos presupuestarios que han permitido financiar unos gastos públicos crecientes. En cuanto a la reestructuración en la industria de defensa, las empresas que han sobrevivido a la crisis pasada se están agrupando, no con poca dificultad, en grandes holdings empresariales. Esta reorganización está contando con el apoyo de fondos financieros crecientes destinados a defensa nacional.
En definitiva, durante la etapa Putin los resultados económicos han sido bastante positivos y se han derivado de la eliminación parcial de los grandes desequilibrios que padecía Rusia. Sin embargo, su eliminación total no resulta tan inmediata y los resultados positivos ulteriores requerirán de medidas aplicadas con mayor intensidad y cuyas consecuencias son inciertas. Es decir, es previsible que los resultados económicos que puedan llegarse a conseguir durante la presidencia de Medvedev sean menos llamativos, aún considerando que sean positivos, que los logrados en los últimos ocho años.
Cabe señalar dos problemas macroeconómicos que atosigarán a la nueva presidencia: las dificultades para reducir más la inflación y la simplificación en la balanza de pagos. Respecto al primer problema, además de los aspectos estructurales a los que responde la inflación rusa, aparece la baja productividad que existe en el país. En cuanto al segundo, a pesar de tratar de promover la exportación de bienes con elevado componente de valor añadido, las ventas rusas en el exterior se concentran cada vez más en energía y materias primas. Esta característica significa la aparición de obstáculos hacia la renovación del aparato productivo y a la elevación en el nivel de vida de la población. Ambos problemas dificultarán la introducción de mejoras en las condiciones económicas y de vida, de manera que las expectativas de progreso futuro de la población se verán truncadas y pueden conducir a un cuestionamiento del nuevo presidente.
Otro de los grandes problemas a los que tendrá que hacer frente el nuevo presidente es a las reformas estructurales. Estas son uno de los interrogantes más importantes que existen en la actualidad. Los problemas de integración regional, de inversiones en infraestructuras, de mejoras en el ámbito de las nuevas tecnologías o la reforma en la administración del Estado son dimensiones que deberían ser prioritarias, pero cuyos resultados no está claro que mejoren, siendo una fuente de conflictos internos. Estos límites en las actuaciones estructurales transforman en muy posibles la aparición de tensiones y estrangulamientos económicos en Rusia que cuestionen su futuro crecimiento económico. Por este motivo, aquello que acontezca con estos problemas económicos será clave dentro de los próximos años.
Quizá uno de los efectos más destacados de los buenos resultados económicos durante la etapa Putin se ha reflejado sobre las condiciones de vida de la población. Por un lado, el crecimiento económico sostenido ha supuesto un incremento en la actividad económica. De hecho, mientras que en 2000 la tasa de paro se encontraba en un 11%, en 2007 se había reducido a un 6%. Junto a este logro, la evolución de los ingresos de la población resulta muy llamativa. En primer lugar, debe destacarse que a finales de los noventa, no sólo los salarios era bajos, sino que, por añadidura, no se pagaban: los impagos constituyeron una de las características de la transición rusa. Durante la etapa Putin, desde el principio, se ha obligado a pagar los salarios, que ha otorgado una cierta solvencia monetaria a la población. En segundo lugar, los ingresos reales de la población han subido continuamente, a un ritmo de una media anual del 13% durante toda la década. Estos aspectos son esenciales para explicar la enorme popularidad de Putin y los resultados electorales obtenidos en las dos campañas recientes.
No obstante, los posibles problemas económicos apuntados tendrán una incidencia negativa sobre la población, poniendo en un primer plano la clave social en la evolución futura política de Rusia. Por un lado, la ausencia en la aplicación de políticas estructurales puede generar estrangulamientos económicos que dificulten el crecimiento económico y limiten las posibilidades de dar trabajo a la población. Por otro lado, la baja productividad se constituye en un obstáculo para aumentar en términos reales los ingresos de los trabajadores. Así pues, dos de los elementos que más han legitimado a Putin pueden entrar en crisis en unos años, cuestionando las expectativas de la población y poniendo interrogantes sobre el futuro de Medvedev. Más aún, aquello que resulta más probable es que las condiciones económicas del país mejoren pero de una manera ralentizada, tendencia que se aleja de las expectativas creadas en la población en los últimos años. En estas condiciones, hacia el final de la legislatura que comienza ahora, puede tener lugar una pérdida de legitimidad del sistema político. A este respecto, Medvedev puede ver mermar su apoyo social y suscitarse la aparición de otros candidatos políticos. En efecto, uno de ellos podría ser el propio Putin, pero no sería descartable la entrada en juego de otras personas. Este último aspecto puede encontrarse vinculado a la pérdida de cohesión interna de Rusia Unida, es decir, parte de los grupos políticos que han apoyado a esta organización y que se hayan quedado ubicados en un plano secundario viendo incumplidas sus expectativas político-económicas pueden constituir un frente de oposición independiente. Adicionalmente, el malestar social restará apoyos a Rusia Unida y, grupos internos y externos a esa formación política pueden encontrar en estas tensiones sociales el respaldo para constituir partidos alternativos.
Las claves políticas
Durante los últimos ocho años se ha configurado una estructura de elites políticas heterogéneas que han dado apoyo a Putin. Por un lado, se encuentran las relacionadas directamente con Putin. Dentro de éstas se pueden distinguir el grupo de San Petersburgo (donde se encontraba Medvedev), el grupo relacionado con las fuerzas de seguridad del Estado (siloviki) y finalmente los tecnócratas. Por otra parte, aparecen las elites yeltsinianas adaptadas al nuevo marco político. Dentro de estas se encuentran las de corte político (como Surkov, que gestionaba las cuestiones parlamentarias) o económico (por ejemplo Deripaska o Abramovich). Cabe señalar que las elites políticas más dinámicas putinianas fueron el grupo de San Petersburgo y los siloviki, pero finalmente Putin inclinó la sucesión hacia el primer grupo. Esta decisión ha entrañado el empuje de la elite de San Petersburgo a un primer plano y la necesidad de adaptación del resto de elites a las nuevas condiciones que tendrán lugar en el futuro. Es decir, la entrada en juego de Medvedev como presidente supone la aparición de una fuente de tensiones dentro de las altas instancias políticas rusas. No obstante, la designación de Putin como primer ministro lo transforma en un mediador estratégico entre las elites putinianas y, por consiguiente, en una pieza esencial para limitar el alcance de los conflictos.
Los primeros cambios que afectan a las elites políticas se han referido a la constitución del nuevo gobierno y del nuevo aparato presidencial. Tanto en uno como en el otro, los cambios han sido más bien formales y, en su mayoría, corresponden a un trasiego de personas de una estructura de poder a la otra. En el gobierno destaca que se ha constituido una estructura muy piramidal. En la parte superior se encuentra el primer ministro, Putin, en el segundo nivel dos viceprimeros ministros primeros, entre ellos el hasta el momento primer ministro Víctor Zubkov. En el tercer nivel, aparecen cinco viceprimeros ministros, entre ellos Sechin, estrecho colaborador de Putin en el aparato presidencial. En el cuarto nivel se encuentran los diversos ministerios, en los que la mayoría de sus cabezas han renovado cargo y ha tenido lugar una ligera reorganización ministerial. Esta nueva pirámide organizativa permite entrever que Zubkov actuará como un primer ministro en funciones, desarrollando funciones similares a las que venía realizando. Asimismo, Sechin jugará un papel de supervisor de Putin en el gobierno. En estas circunstancias, el gobierno puede funcionar sin una especial atención dedicada por Putin, que podrá concentrarse en actividades extra-gubernamentales. Es decir, Putin actuará como un presidente a la sombra: constitución del tándem “presidencial” Medvedev-Putin.
Respecto a la reforma en el aparato presidencial, cabe destacar que se ha puesto en su cabeza a Naryshkin, que posee características más de técnico que de político. Vladislav Surkov se ha mantenido en esta estructura, que con la salida de Sechin, con quien tenía mala relación, pasa a ser uno de los elementos estratégicos del nuevo aparato presidencial. El problema es que esta persona presenta discrepancias con Medvedev, de manera que le quitará operatividad al aparato presidencial para mantener una postura unificada y autónoma. Así pues, el aparato presidencial tiene graves debilidades que le restarán capacidad de acción frente al gobierno.
Quizá uno de los problemas para aumentar la relevancia del aparato presidencial radica en que Medvedev no tiene en la actualidad un grupo propio de hombres de confianza independiente del de Putin. Es previsible que progresivamente Medvedev vaya ganando autonomía y en las futuras renovaciones en cargos administrativos y empresariales consiga colocar a gente de su única confianza. Este grupo de personas constituirá una elite vinculada directamente a Medvedev. A finales de esta legislatura, esta elite estará relativamente formada y, por supuesto, sus intereses no tienen por qué coincidir con los de las elites putinianas. La constitución de esta nueva elite y su autonomía de funcionamiento constituyen un factor clave para explicar la evolución de la realidad política rusa, en especial en la segunda mitad de la esta legislatura. En efecto, en el caso más extremo, la nueva elite podría entrar en conflicto con las de base putiniana, constituyendo un foco de tensiones entre Medvedev y Putin. Aunque tal situación puede agredir severamente el tándem Medvedev-Putin con el que se inicia la legislatura, la amistad entre ambos líderes puede limitar el distanciamiento entre ambos.
Otra fuente de conflictos entre Medvedev y Putin puede surgir a raíz de las futuras elecciones presidenciales. No debe olvidarse que el actual presidente de Rusia puede tener la pretensión de renovar su cargo en el año 2012, objetivo sobre el que pueden surgir diferencias con Putin y en particular si éste último tuviese la voluntad de presentarse también a las elecciones. En estas circunstancias, los resultados podrían ser muy inciertos, más aún si se tiene presente que dentro de cuatro años la legitimidad de la que goza Putin en la actualidad puede estar parcialmente olvidada. Por supuesto este tipo de consideración aparece condicionada por la evolución en las condiciones económicas, porque en el caso de un empeoramiento, tal como se ha apuntado, entonces Medvedev podría encontrarse en malas condiciones para renovar su cargo en la Presidencia del país. En este supuesto, la candidatura de Putin podría tener más visos de realismo, siempre que la evolución económica desfavorable y la crisis de confianza de la sociedad rusa no se identifique también con él.
Conclusión: La sucesión presidencial y la composición del Parlamento ruso han sido el resultado de una estrategia exitosa urdida desde el Kremlin. Durante los próximos dos años funcionará en Rusia el tándem presidencial Medvedev-Putin que dará un continuismo a la política llevada por el Kremlin durante los últimos años. No obstante, en la segunda mitad de la legislatura pueden comenzar a tener lugar cambios relevantes, que supongan la aparición de tensiones políticas. En ese momento, Medvedev se habrá consolidado en su cargo y al menos una nueva elite competirá con la existente durante la etapa Putin. La capacidad de Medvedev para consolidarse en el poder de manera autónoma dependerá de la efectividad de esta elite para ubicarse en la estructura del poder ruso, pero también de la evolución de los resultados económicos globales y de la capacidad de maniobra de Putin por limitar la capacidad de maniobra del actual presidente ruso.
En cualquier caso, en los próximos años se asistirá a una creciente actividad de la política exterior rusa, con el objetivo de consolidar a este país como un agente esencial en las relaciones internacionales. Por supuesto, los hidrocarburos constituirán un instrumento esencial de la proyección exterior de Rusia. En particular, la capacidad de producir gas licuado constituirá una de las piezas que pueden incrementar el papel de Rusia en el escenario internacional. Sin embargo, el elemento más novedoso puede tener lugar en el poderío militar de Rusia, que se verá acrecentado y proyectado hacia el exterior.
Antonio Sánchez Andrés
Departamento de Economía Aplicada, Universidad de Valencia