Tema: Este ARI considera la crisis en el Cáucaso Sur y sus consecuencias.
Resumen: Tras el debilitamiento de la Unión Soviética en los años de la Perestroika y su desintegración en 1991, la región del Cáucaso del Sur se convirtió en un foco de crisis político-militar de larga duración. Primero “cruzaron las armas” Armenia y Azerbaiyán en la guerra por Nagorno Karabaj. Las guerras entre Osetia del Sur y Georgia en 1992 y entre Georgia y Abjasia en 1994 fueron también momentos muy críticos. Rusia, como anterior metrópoli, no fue parte pasiva en los dos últimos conflictos bélicos y se presentó después como mediador y pacificador entre las partes beligerantes. Todos los esfuerzos diplomáticos posteriores por resolver los problemas territoriales pendientes tuvieron nulos resultados. Los años de posguerra fueron para Georgia un simple aplazamiento en su intención de cortar el nudo gordiano de un solo golpe. Pero las fuerzas de paz rusas y su diplomacia protegían pequeñas regiones insurrectas de Osetia del Sur y Abjasia de los ataques armados directos por parte de su propia metrópoli, Georgia. La crisis se agudizaba paulatinamente y el 8 de agosto de 2008 estalló una nueva guerra, la tercera en la historia contemporánea de las relaciones entre Georgia y los surosetios y abjasios, en este caso con participación de Rusia.
Análisis: Cada época tiene su propia Torre de Babel con el consabido riesgo de catástrofe y destrucción. La nuestra se caracteriza por la desintegración de la Unión Soviética. La destrucción del “zigurat multinacional” soviético provocó el cambio brusco de todo el sistema global de relaciones internacionales y ha provocado varios conflictos bélicos en diferentes partes del territorio ex soviético, en primer lugar en el Cáucaso. No es ningún secreto que la guerra del pasado agosto es una consecuencia lógica de los conflictos congelados entre Georgia y Osetia del Sur y Abjasia en el Cáucaso del Sur desde el inicio del siglo XX.
La primera política expansionista que vivió esta zona fue la del efímero gobierno menchevique de la República de Georgia durante la guerra civil rusa en los años 1918-1921. En la época de Stalin, el territorio de Osetia se dividió en dos y la parte sur fue entregada a Georgia en calidad de región autónoma. Más tarde, Stalin incluyó en Georgia a la República de Abjasia como república autónoma. De este modo se formó la Gran Georgia, en la cual las relaciones interétnicas durante décadas estuvieron lejos de ser amistosas debido al notable chovinismo georgiano. Esta fue una de las causas de los conflictos armados de principios de los años 90 y de la proclamación de independencia de los dos territorios insurrectos. Al proclamar la independencia de su propia república, los líderes georgianos violaron la ley vigente de 1990 sobre la segregación de la URSS, sin escuchar a la población de los territorios autónomos, provocando así la secesión de Osetia del Sur y de Abjasia.
Osetia del Sur aspiraba a unirse con Osetia del Norte, que es parte integrante de Rusia, mientras que Abjasia simplemente quería permanecer con Rusia. La posición rusa frente a estos acontecimientos no fue contundente sino más bien confusa. Al ayudar indirectamente a los insurrectos, Moscú reconocía diplomáticamente la integridad territorial de Georgia en sus fronteras anteriores en vez de reconocer de jure la nueva realidad. Lo más probable es que Moscú tuviera miedo de que se repitiera a posteriori el intento de secesión de estas autonomías pero dentro de la propia Federación Rusa, repitiéndose el caso de Chechenia, un ejemplo real y sangrante de este fenómeno.
Pero, lógicamente, Rusia –por su peso político y militar, por historia y tradición– era el principal referente para la pacificación del Cáucaso. Así surge su actuación, hasta cierto punto, obligatoria y forzosa, durante casi 20 años como garante de seguridad de los pueblos de Abjasia y Osetia del Sur, por un lado, y partidario de la integridad territorial de Georgia, por el otro. Las fuerzas de paz rusas, en base a los acuerdos de posguerra de 1992 y 1994 y bajo el mandato de Naciones Unidas, servían como factor disuasorio de nuevos conflictos bélicos en la región. En Osetia del Sur, junto con los militares rusos, un contingente georgiano formaba parte de las fuerzas de paz conjuntas. Un grupo de representantes de la misión de la Organización para la Seguridad y Cooperación (OSCE) realizó tareas de observación y control en ambas zonas conflictivas. Pero las fuerzas pacificadoras eran solamente un instrumento para mantener el alto el fuego y no para resolver los problemas de la región.
Las conversaciones diplomáticas en diferentes niveles tampoco daban resultados positivos. La rigidez de las posiciones de las partes beligerantes no permitía avanzar en la resolución de los conflictos, llegando a un punto muerto. La cuestión más difícil y sensible para la labor diplomática resultó el destino de los más de 200.000 refugiados georgianos de la guerra en Abjasia en 1994.
Al llegar al poder en 2004, el joven presidente de Georgia y protagonista activo de la “Revolución de las rosas”, Mijail Saakashvili, declaró la integridad territorial del país y la puesta en marcha de los preparativos necesarios para que Georgia ingresara en la OTAN y en la UE, constituyéndose en objetivos prioritarios y fundamentales de su política. La prioridad de la política exterior georgiana del gobierno de Saakashvili era buscar apoyo y ayuda de EEUU y de países miembros de la OTAN. Saakashvili encontró en EEUU a un aliado siempre dispuesto a echar raíces más fuertes en la región transcaucasiana. Al convertirse en un socio menor de EEUU, Georgia empezó a realizar una política exterior evidentemente antirrusa. En este empeño el gobierno de Saakashvili recibió el activo apoyo, tanto moral como diplomático, de los nuevos miembros de la OTAN, sobre todo Polonia y los países bálticos. El presidente de Ucrania, Víctor Yushenko, se asociaba también con su amigo espiritual de Tbilisi. Como habitualmente suele suceder, los dirigentes de estos países deseaban ser más rígidos y más consecuentes en su política antirrusa que la misma Casa Blanca.
La importancia de Georgia en el Cáucaso Sur y el rearme de sus fuerzas militares
Una de las ventajas de Georgia es que ocupa una posición central en el Cáucaso sur. Este factor hace al país atractivo a los intereses geopolíticos de EEUU, que intenta acabar con la influencia tradicional de Rusia en la región transcaucasiana. Con la llegada del “gran petróleo” y gas del mar Caspio y la construcción del oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan y el gasoducto Bakú-Tbilisi-Erzurum, junto con el oleoducto reconstruido por la petrolera británica BP en Bakú-Supsá, y la línea férrea que liga Bakú con los puertos georgianos del Mar Negro, Georgia se ha convertido en un nudo esencial de gran importancia para el transporte de hidrocarburos al margen del territorio ruso, tanto de Azerbaiyán como de Kazajistán. Esta circunstancia se considera en Bruselas y en EEUU como un elemento fundamental para la seguridad energética y una manera de liberarse del monopolio ruso en el abastecimiento de hidrocarburos para Europa. Georgia es consideraba como un eslabón fundamental de seguridad la energética europea y por ende merecía ser protegida del peligro, más aparente que real, que representaba Rusia en esta materia.
Sin embargo, ante la incapacidad de los medios diplomáticos de resolver los conflictos y asegurar el objetivo georgiano de unificar el país, se comenzaron a buscar otras opciones. El gobierno de Saakashvili comenzó a trabajar en otra dirección, a su juicio más real y más segura, para la realización de los objetivos declarados.
Los esfuerzos organizativos y los recursos económicos del gobierno se destinaron a la reorganización y el rearme del ejército georgiano en función del modelo requerido por la OTAN. Instructores militares de EEUU, Turquía e Israel pasaron a adiestrar a las tropas georgianas y un gran número de oficiales georgianos se entrenaron en centros estadounidenses. El número de efectivos regulares en el país llegó hasta los 30.000, con otros 100.000 reservistas que podían ser movilizados ante un conflicto. Los gastos militares crecieron unas 30 veces durante los últimos cuatro años y llegaron a alcanzar aproximadamente el 10% del PIB. El presupuesto militar para el año 2008 llegó en cifras absolutas hasta los 1.000 millones de dólares. Se compró armamento de todo tipo en EEUU, Turquía, Israel y varios países de la OTAN, como Bulgaria y la República Checa. Curiosamente, Ucrania, miembro de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), vendió a Georgia más armas y tecnología militar que otros países, sin tomar en consideración la situación conflictiva y peligrosa en la región. El resultado fue que para el verano de 2008 Georgia tenía una fuerza militar fuerte y preparada para lo que pudiera surgir.
El conflicto se desencadena
Sin embargo, la política del Kremlin en relación a Georgia durante los últimos dos años era racionalmente poco explicable. Primero, fue declarado un embargo a la importación a Rusia de vinos georgianos y de agua mineral “Borzhomi”, ambos de uso habitual y amplio en Rusia y una importante fuente de ingreso para el presupuesto de Georgia. Tras esto siguió la campaña de la repatriación masiva de inmigrantes indocumentados georgianos. Era un acto justo desde el punto de vista de la ley pero dudoso desde el punto de vista moral, pues la campaña no incluía simultáneamente una repatriación tan pública de inmigrantes ilegales de otros países. Se introdujeron recíprocamente visados para los ciudadanos de ambos países. Al prohibir los vuelos de la compañía aérea georgiana a causa de su deuda financiera, Moscú cortó finalmente la comunicación aérea con Tbilisi. Con un millón o más de georgianos viviendo en Rusia, estas medidas despertaron la crítica y la incomprensión de muchos y ayudaron a Saakashvili a consolidar aún más su política antirrusa en la sociedad georgiana. Así se explican los resultados del referéndum (en enero de 2008) sobre el ingreso de Georgia en la OTAN, en el que más del 70% votó a favor del ingreso en Alianza atlántica.
En estas condiciones, Saakashvili demostró su decisión de acabar cuanto antes con los problemas territoriales pendientes. Provocando a los abjasios, ordenó la ocupación de parte del desfiladero de Kodori, introduciendo allí al exiliado gobierno georgiano de Abjasia. En las poblaciones georgianas de Osetia del Sur, Saakashvili formó una administración paralela a la de Eduard Kokoity con un osetio pro georgiano –Dmitry Sanakoev– a su frente, separando definitivamente las poblaciones osetia y georgiana del territorio. Al mismo tiempo, el gobierno georgiano intentó terminar con el mandato de las fuerzas pacificadoras rusas a fin de sustituirlas por las de la UE o de la ONU. La situación se agudizaba día a día. En Osetia del Sur los tiroteos entre ambas partes eran algo cotidiano y seguían provocando pérdidas humanas.
Según las “leyes” del teatro de Antón Chéjov, si un fusil está colgado en el escenario durante el primer acto de la pieza, al final del tercer acto debe oírse obligatoriamente un disparo. El presidente georgiano Saakashvili actuó la noche del jueves 7 de agosto siguiendo exactamente esta norma teatral. Tenía el ejército modernizado y adiestrado, contaba con tecnología militar y armamentística y confiaba en el apoyo moral, diplomático y financiero de sus amigos en Washington.
El ataque militar emprendido bajo el mando directo del presidente georgiano contra la ciudad de Tsinvali, capital de Osetia del Sur, y contra las fuerzas de paz rusas recibió esta vez la respuesta directa del ejército ruso. Los detalles de la guerra del 8 al 12 de agosto son bien conocidos. El gobierno de Saakashvili eligió para realizar el ataque un oportuno momento en el que los dirigentes rusos no se encontraban en Moscú. En Tbilisi se elaboró un plan de guerra relámpago: bombardear la ciudad mientras dormía, así como a las posiciones de las tropas de paz rusas, atemorizar a la población, desmoralizar las fuerzas osetias de resistencia y conquistar el territorio bloqueando el túnel de Roki para impedir la llegada de ayuda militar desde Rusia. La respuesta militar rusa se demoró unas 15 horas pero la resistencia de los surosetios y de las tropas rusas frustró el ataque relámpago de Tbilisi. El ejército georgiano logró destruir la ciudad de Tsjinvali y ocuparla temporalmente. Sin embargo, la llegada del 58° Ejército ruso al campo de batalla inclinó la balanza en contra de las tropas georgianas.
¿Y ahora qué?
Al perder Georgia esta guerra relámpago, se ha creado una situación absolutamente nueva en la región del Cáucaso Sur y más allá de sus límites. Pero Rusia, vencedora de la guerra, se encontró ante una situación complicada en el contexto internacional. Es falsa la acusación por parte de Tbilisi de que Rusia ocupara territorio georgiano. El conflicto militar puso en evidencia que el ejército ruso no ha sido modernizado, utilizando en combate armas de tiempos anteriores que no resultaban muy efectivas contra un enemigo que sí se había renovado. Esto obligó a Rusia a establecer temporalmente el control militar en algunos puntos estratégicos dentro del territorio georgiano para minimizar los bombardeos. Además, en estas circunstancias, el agresor siempre debe prever las consecuencias de su conducta. Es aún más falsa la acusación de que Rusia “actuó desproporcionadamente”. Por el contrario, debería considerarse como justa la exigencia rusa de que la infraestructura militar del agresor, Georgia, debe ser destruida y que su potencial ofensivo no debe ser renovado, para evitar en el futuro la repetición de los ataques contra la población civil y ciudadanos rusos.
El resultado directo de la guerra fue el reconocimiento de Rusia, el 26 de agosto de 2008, de la independencia tanto de Osetia del Sur como de Abjasia.
En el plano internacional, la guerra permitió a la diplomacia europea demostrar su responsabilidad internacional y el potencial diplomático del que dispone. Los acuerdos entre los presidentes ruso y francés, Dmitry Medvédev y Nicolás Sarkozy, del día 12 de agosto y 8 de septiembre lograron el alto el fuego, la retirada de las tropas de la línea de combate y la evacuación hasta el 10 de octubre de las fuerzas de pacificación rusas de la franja de seguridad en territorio georgiano. Las tropas de paz rusas fueron reemplazadas por 200 observadores internacionales de la UE en la frontera entre Georgia y Osetia del Sur.
Los lazos tradicionales y multifacéticos entre Rusia y la mayor parte de los países de Europa permitían a la UE ocupar una posición bastante ponderada en sus relaciones con las partes beligerantes y reconocer la culpa de Tbilisi por desencadenar la guerra. La postura de la UE contrasta claramente con la de EEUU y de algunos dirigentes que siguen hablando de agresión rusa y que consideran a su cliente y socio de Tbilisi como parte inocente en el conflicto.
La guerra terminó pero los problemas se han multiplicado. Los problemas de la seguridad en la región y de los refugiados continúan precisando de una difícil pero urgente solución. El primer encuentro internacional para abordar el conflicto, celebrado el 15 de octubre en la sede de Naciones Unidas en Ginebra, acabó en fracaso. Ni siquiera se logró sentar a las partes en una misma mesa. Tbilisi sigue manteniendo que las discusiones formales sólo deben incluir a representantes de Georgia, Rusia, EEUU, la UE, la ONU y la OSCE. Moscú, por su parte, insiste en que representantes osetios y abjasios deben sentarse también en la mesa de negociaciones. Ninguna de las partes desea por el momento escuchar a sus oponentes.
Las guerras empiezan cuando la diplomacia fracasa. Tarde o temprano habrá que buscar soluciones pacíficas para todas las partes involucradas pero no a costa de los derechos de los pueblos de Abjasia y Osetia del Sur. Según la antigua sabiduría china, gana el que sabe esperar. Deberemos aprender a esperar.
Conclusiones: Las relaciones entre los pueblos ruso y georgiano tendrán un antes y un después de la Guerra de agosto de 2008. El conflicto bélico, lejos de resolver los problemas existentes en la zona ha provocado algunos más, particularmente para Rusia. No cabe duda de que las consecuencias de esta guerra van a sentirse durante largo tiempo, complicando las relaciones internacionales de todas las partes beligerantes. Se puede decir que el único aspecto positivo será que los surosetios y los abjasios, bajo cobijo ruso, tendrán desde ahora la posibilidad de disfrutar su independencia. Rusia, al reconocer la independencia de dos nuevas repúblicas, se ha situado en una delicada posición pues se ven afectadas sus relaciones con Georgia, EEUU y los países de la UE, tanto por separado como en su conjunto, e incluso con sus partidarios dentro de la CEI. Sin embargo, no se puede esperar que Rusia, en estas circunstancias, vaya a dar un paso atrás. Cuanto antes se comprenda esto, tanto más rápido se normalizarán las relaciones entre Rusia y EEUU y la UE. Se deberá reconocer que la situación en la zona transcaucasiana nunca volverá a ser como antes.
Gennady Martyushev
Profesor de la Universidad de la Amistad de los Pueblos de Rusia (RUDN), Moscú