Tema: El Partido Comunista Chino acaba de aprobar el proyecto del 11º Plan Quinquenal (2006-2010), que será refrendado por la Asamblea Popular Nacional en marzo próximo. El proyecto incluye novedades importantes y podría anunciar el primer intento serio de las autoridades por cambiar sustancialmente la pauta de desarrollo económico que China ha seguido hasta ahora.
Resumen: El proyecto de 11º Plan Quinquenal de China, aprobado recientemente por el Comité Central del Partido Comunista Chino, incluye novedades importantes. Este análisis intenta situar el plan en su contexto. Aborda, en primer lugar, las prioridades económicas de la “cuarta generación” de líderes chinos, que llegó al poder en 2003. En segundo término, expone las líneas maestras del proyecto de Plan Quinquenal. Finalmente, aborda brevemente, a la vista de las prioridades enunciadas en el Plan, los principales problemas económicos de China.
Análisis: Entre los días 8 y 11 de octubre se reunió en Pekín la 5ª Sesión Plenaria del 16º Comité Central del Partido Comunista Chino (PCC) para discutir y aprobar el proyecto del 11º Plan Quinquenal (2006-2010), que se presentará a la Asamblea Popular Nacional en la próxima primavera.
Como es bien sabido, los planes quinquenales han tenido una importancia decreciente en la economía china, que se ha hecho cada vez más compleja y más dependiente de los mecanismos del mercado, y han dejado de ser determinantes de su evolución. Por ejemplo, el 10º Plan Quinquenal (2001-2005) preveía un crecimiento anual medio del PIB del 7% y unos objetivos determinados de aumento de la producción de carbón y de electricidad. En realidad, según estimaciones preliminares de la Oficina Nacional de Estadísticas, el crecimiento anual ha sido del 8,8% y los objetivos de aumento de la producción de carbón y de incremento de la generación de electricidad se han visto superados en un 100% y en un 20%, respectivamente.
Con todo, los planes quinquenales continúan siendo influyentes en un país en el que el Estado sigue controlando el sistema financiero y varios sectores industriales importantes (como la siderurgia y la energía, entre otros). Además, representan una fuente privilegiada de información sobre la habitualmente opaca política económica, al incluir una lista de los problemas principales del país y una enumeración de las prioridades gubernamentales.
Por añadidura, entre el año 2000, cuando se discutió el 10º Plan Quinquenal, y la actualidad, China ha aumentado mucho su influencia en la economía mundial, de manera que cualquier factor que afecte singularmente a su desarrollo tiene ya una notable repercusión internacional. A título de ejemplo, baste señalar que en 2000 China suponía el 3,4% del producto bruto mundial medido en dólares corrientes, el 11,6% del producto mundial en paridad de poder adquisitivo (PPA), el 6,6% del consumo de petróleo y el 3,9% de las exportaciones mundiales de mercancías. En 2004 China representó el 4,2% del producto mundial (13,2% en PPA), el 8,3% del consumo mundial de petróleo y el 6,5% de las exportaciones de mercancías. China ocupa hoy la sexta posición mundial en PIB (y la segunda en PIB en paridad de poder adquisitivo), la segunda en consumo de petróleo y la tercera en comercio exterior. El impacto comercial de China es cada vez mayor y ha adquirido una dimensión muy notable. Con datos previstos para 2005 y con arreglo a las estadísticas manejadas en la reunión mencionada del Comité Central del PCC, el volumen de comercio exterior (suma de exportaciones e importaciones) de China ha aumentado de 474.300 millones de dólares en 2000 a 1,38 billones en 2005, esto es, se ha triplicado en apenas cinco años.
Finalmente, el próximo Plan Quinquenal es importante porque será el primer Plan de la llamada “cuarta generación” de líderes chinos, esto es, de los dirigentes que, encabezados por el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, se hicieron con las riendas del Partido en 2002, del Gobierno en 2003 y del Ejército en 2004. Los hoy máximos dirigentes llegaron al poder prometiendo que harían todo lo posible por alcanzar hacia 2020 una sociedad moderadamente próspera para la inmensa mayoría de la población (xiaokang shehui), por reducir la desigualdad en la distribución personal y territorial de la renta y por acabar con la corrupción en el Partido y en el Estado.
Las prioridades económicas de la “cuarta generación”
En asuntos estrictamente económicos, las prioridades enunciadas por los máximos dirigentes chinos en los últimos dos años pueden enunciarse como sigue:
• Prioridad a la gente (yiren weiben) en vez de a los resultados cuantitativos de producción. En la práctica, tal cosa significa ayudar a quienes han sacado menos provecho del “milagro económico” chino: los campesinos pobres, los trabajadores migrantes y los empleados despedidos de las empresas estatales. El objetivo de esa prioridad es crear una “sociedad armoniosa” (hexie shehui).
• Un nuevo concepto de desarrollo, de carácter “científico”. El concepto “científico” de desarrollo (kexue fazhan guan) consiste, según reiteró recientemente el presidente Hu, en la reunión del G20 celebrada en Pekín el 15 de octubre, en promover una industrialización basada en la demanda interna, el aumento de la productividad, el progreso técnico y científico, la reducción en el consumo de recursos y una menor contaminación.
• Un nuevo modelo de desarrollo, que pase de extensivo (aumento de los factores de producción) a intensivo (crecimiento de la productividad), de estar dirigido por las exportaciones a estar basado en el mercado interior y de sustentarse en la inversión directa extranjera a depender, en primera instancia, de la iniciativa de empresas nacionales.
En octubre de 2003 la 3ª Sesión Plenaria del 16º Comité Central del PCC insistió en la idea del “concepto científico del desarrollo”, fundamentado en el respeto de los “cinco equilibrios” o las “cinco proporciones” (wuge tongchou): entre el desarrollo interno y la apertura a la economía mundial, entre las áreas geográficas del interior y las regiones costeras, entre la economía rural y la economía urbana, entre la sociedad y la economía y entre la naturaleza y los seres humanos.
Contenido del proyecto
El proyecto del 11º Plan Quinquenal (oficialmente denominado Programa para el Desarrollo Económico y Social Nacional) insiste en que China debe mantener un crecimiento “rápido y estable”. Sin embargo, abandona el énfasis en el crecimiento elevado de los Planes anteriores y hace hincapié en el desarrollo sostenible, tanto desde el punto de vista social como medioambiental. Prevé una mejora de los servicios sociales para hacer frente al aumento de la desigualdad que se ha registrado en los últimos años y que puede ser una amenaza grave para la estabilidad social e incluso política del país. Además, insiste en la necesidad de evitar el agotamiento rápido de los recursos energéticos y del agua, así como en la voluntad de luchar con más eficacia contra la contaminación del medio ambiente.
El proyecto pretende “acelerar la transformación de la pauta de crecimiento económico” para conseguir un desarrollo generalizado, armonioso y sostenible. Hasta ahora el desarrollo ha sido desigual o desproporcionado, al haber beneficiado principalmente a las regiones costeras frente a las interiores y al haberse basado fundamentalmente en la inversión y en la exportaciones, en detrimento del consumo interno. Aunque el conjunto de la sociedad china se ha beneficiado de la reforma económica, el modelo de desarrollo ha tenido también un alto coste social, en términos de aumento pronunciado de la desigualdad interpersonal de la renta. Sus efectos medioambientales han sido particularmente perniciosos.
Además de las miras generales de reducir la pobreza y aumentar el gasto público en sanidad y educación, el proyecto contiene también objetivos más concretos: la intención de duplicar en 2010 el PIB de 2004 y el PIB per cápita de 2000, la voluntad de reducir en un 20% el consumo de energía primaria por unidad de PIB entre 2005 y 2010 y el deseo de promover empresas nacionales que dispongan de sus propias marcas y de propiedad intelectual local.
El proyecto como síntoma
La pretensión de alcanzar un desarrollo más sostenible, desde el punto tanto social como medioambiental, refleja la honda preocupación de los gobernantes chinos ante una evolución que no es del todo satisfactoria (en cuanto a la pobreza) o que es claramente negativa (en cuanto a la desigualdad y al impacto medioambiental del desarrollo).
Es bien sabido que la pobreza en China ha disminuido de manera muy importante en el último cuarto de siglo, gracias a los efectos positivos de la reforma económica. Según datos del Banco Mundial, el número de personas pobres (con unos ingresos diarios inferiores a un dólar en PPA) habría pasado de 490 millones en 1981 (49% de la población total) a 88 millones en 2003 (7% de la población total). Utilizando criterios algo distintos (un umbral de 1,08 dólares en PPA para el consumo diario), los datos son bastante diferentes, aunque reflejan también un descenso sustancial de la pobreza: 634 millones en 1981 (64%) y 173 millones en 2003 (13%). Los datos oficiales del gobierno chino son, como es conocido, muy inferiores: 200 millones en 1981 (20%) y 52 millones en 2003 (4%).
En cualquier caso, a pesar de los exitosos resultados, la pobreza sigue afectando a varias decenas de millones de personas. Además, las diferentes estimaciones coinciden todas en que desde mediados de los años noventa la pobreza rural ha seguido disminuyendo pero que la urbana ha aumentado sustancialmente. En 2003, según los datos oficiales, había 23 millones de habitantes urbanos en condiciones de pobreza, lo que representa más del 4% de la población de las ciudades. En 1999 eran 11 millones (2,5%).
En cuanto a la desigualdad, la evolución es claramente negativa. El cociente 20/20 (entre la parte de la renta nacional del 20% más rico de los hogares y la parte del 20% más pobre) ha aumentado de 6,5 en 1990 a 10,6 en 2001, según datos del Banco Mundial. China es la sociedad más desigual de Asia: el cociente es de aproximadamente 5 en India o Indonesia y es inferior a 10 en Filipinas, hasta hace poco considerada la economía asiática más parecida a las latinoamericanas. Esa evolución negativa se confirma con los datos disponibles del coeficiente de Gini o del cociente 10/10. Por ejemplo, entre 1990 y 2001 la parte de la renta nacional del 10% más rico de los hogares ha pasado del 24,6% al 33,1%.
Existen, como es natural, otras dimensiones de la desigualdad, además de la de ingreso de los hogares. Por ejemplo, en 1990 la renta media en las ciudades era 2,2 veces más alta que la del campo. En 2002 ese cociente había pasado a 3,1. Entre 1981 y 2001 el cociente entre la renta por habitante de la región oriental y la renta per cápita de la región central ha aumentado de 1,2 a 1,5.
En cuanto al coste medioambiental de la industrialización acelerada, todos los estudios coinciden en que ha sido elevado. Desertización, degradación del suelo, contaminación de los ríos, de los mares y del aire, emisión de gases de invernadero y pérdida de biodiversidad, entre otros, han sido los efectos de una industrialización muy rápida y poco respetuosa con el medio ambiente en la costa y de la persistente pobreza, pese a las mejoras, en el interior. Por ejemplo, la contaminación de ríos y lagos es extremadamente grave, especialmente en el norte del país, y hace que al menos 60 millones de personas tengan dificultades para disponer de suficiente agua potable. En cuanto a la calidad del aire, 16 de las 20 (y cinco de las 10) ciudades más contaminadas del mundo son chinas. China es el segundo emisor mundial de dióxido de carbono (aunque sus emisiones por habitante son todavía bajas) y el primero de clorofluorocarbonos y de dióxido de sulfuro por superficie habitada. El crecimiento previsto del parque de automóviles, que podría pasar de 20 millones en 2004 a 60 millones en 2010 y a 90 millones en 2015, agravará sin duda la contaminación del aire en las grandes ciudades. El uso masivo de carbón de baja calidad y alto contenido en sulfuro es también causante de lluvia ácida, fenómeno que afecta al 30% del territorio y que además desborda ampliamente las fronteras del país. La erosión del suelo, provocada en buena medida por la deforestación, contribuye a agravar los efectos de las inundaciones.
Por otra parte, el “nuevo modelo de desarrollo” pretende superar la etapa de crecimiento extensivo, dirigido por las exportaciones y basado en la inversión directa extranjera e iniciar otra de crecimiento intensivo, basado en la demanda interna y con empresas nacionales. Hasta ahora, y especialmente en los últimos años, el crecimiento del PIB ha dependido mucho de la incorporación de factores de producción (capital y trabajo) y poco del progreso técnico. Por ejemplo, la tasa de inversión ha aumentado del 36% en 2000 al 47% en 2004, sustentándose en una tasa de ahorro que ha pasado del 38% al 50%. La inversión es particularmente ineficiente. Japón y Corea del Sur registraron tasas de crecimiento del PIB del 10% en los años sesenta y setenta, respectivamente, esto es, similares a la de China en el último decenio, pero con tasas de inversión sustancialmente menores (del 30%-35%).
La orientación exportadora de la producción ha crecido mucho y ha alcanzado un nivel excesivo. El cociente entre las exportaciones de mercancías y el PIB ha pasado del 22% en 1994 al 44% en 2004. Esa proporción es altísima, especialmente para un país del tamaño de China, y deberá ser reducida en los próximos años. Para incrementar la parte del consumo interno en el PIB, lo que además reduciría las fricciones comerciales con EEUU o la UE, el gobierno debe aumentar la seguridad social de la población urbana, la renta de la población rural (incluyendo los trabajadores migrantes) y el gasto público en educación y sanidad en detrimento de las inversiones en infraestructuras, así como reducir la desigualdad de rentas.
El peso de las empresas extranjeras en la economía ha crecido mucho. En 2004 las empresas con participación extranjera realizaron nada menos que el 57% de las exportaciones totales, proporción que era de una tercera parte a mediados de los años noventa.
Finalmente, hay que mencionar la presión sobre los recursos. China consume mucha energía por unidad de PIB. En 2003 China necesitaba 832 toneladas de equivalente de petróleo (tep) para producir un millón de dólares de PIB (en dólares corrientes), esto es, cuatro veces más que EEUU (209 tep), seis veces más que Alemania (138 tep) y siete veces más que Japón (118 tep). Además, la intensidad energética, que había caído hasta finales de los años noventa, se ha estabilizado en los primeros años 2000. En otro orden de cosas, la escasez de agua potable, especialmente al norte del río Yangtsé, es alarmante.
Conclusiones: El proyecto del 11º Plan Quinquenal insiste, por vez primera, en la dimensión social del crecimiento económico, con miras a la creación de una “sociedad armoniosa”, y en la voluntad de proteger el medio ambiente y de preservar los recursos, en aras de un desarrollo sostenible. También incluye el deseo, por parte de los gobernantes de la “cuarta generación”, de alterar sustancialmente el modelo de desarrollo vigente hoy en China en otros aspectos, que permitan una evolución más proporcionada entre regiones costeras e interiores y entre exportaciones y mercado interno.
Con todo, incrementar el gasto público en sanidad, educación, pensiones, subsidios agrícolas y protección del medio ambiente exigirá seguramente un aumento de los impuestos en las ciudades, lo que parece poco probable, al menos por el momento, por el temor de las autoridades de que tal cosa frene el crecimiento industrial. De ahí que los analistas se pregunten cómo va el gobierno a financiar los gastos sociales y de protección medioambiental.
Por otra parte, promover un crecimiento basado en la demanda interna, el progreso técnico, una mayor eficiencia energética y una menor contaminación es más fácil de decir que de hacer. Algunos analistas consideran sin embargo que se ha dado un primer paso importante, esto es, que ya existe, por vez primera, una clara voluntad política para conseguir tales metas.
En cualquier caso, si el gobierno consigue reorientar la pauta de desarrollo de China en las direcciones a las que apunta el programa para 2006-2010, las implicaciones internacionales serán sustanciales, en asuntos como las fricciones comerciales, la demanda y los precios del petróleo o el impacto en el medioambiente global, entre otros.
Pablo Bustelo
Investigador principal (Asia-Pacífico) del Real Instituto Elcano y profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid