Tema: La Casa Blanca ha indicado que habla en serio sobre su intención de impedir que Irán adquiera armamento nuclear.
Resumen: Una reciente oleada de declaraciones por altos cargos estadounidenses indica que EEUU ha optado por tomar una línea “dura” en lo que respecta a Irán, país que muchos analistas creen que podría construir una bomba nuclear dentro de los próximos cuatro años. Los líderes europeos se han apresurado a subrayar la necesidad de optar por la diplomacia en vez de la acción militar. La Casa Blanca ha sido cuidadosa en expresar públicamente su apoyo a la iniciativa diplomática llevada a cabo por el Reino Unido, Francia y Alemania que apremia a Teherán a que abandone sus ambiciones nucleares. Sin embargo, en privado, altos cargos estadounidenses ven esta iniciativa con el mismo escepticismo con el que vieron en su día el intento de la ONU con anterioridad a la invasión de Irak. Ciertamente, comentarios estadounidenses recientes en torno a la posibilidad de un ataque a Irán por parte de Israel tenían la intención de advertir a la UE que tomara una postura más firme contra Teherán. De cualquier modo, los comentarios sobre acciones militares contra Irán deben considerarse seriamente. Si la diplomacia de la UE fracasa en su intento de solucionar la actual situación de punto muerto a la que se ha llegado con Irán, parece inevitable una confrontación entre Washington y Teherán.
Análisis
Avivando las llamas
El pasado 20 de enero, en el transcurso de una entrevista realizada a tan sólo unas horas de que el presidente de EEUU George Bush prestara juramento para su segundo mandato, el vicepresidente estadounidense Dick Cheney señaló que la Casa Blanca tiene la intención de intensificar la presión sobre Teherán en lo que respecta a su programa nuclear. Cheney afirmó que si se buscaran potenciales puntos problemáticos en el mundo, Irán ocuparía el número uno de la lista. Más tarde comentó que los israelíes podrían decidir actuar primero y dejar que el resto del mundo se ocupara después de recomponer el caos diplomático. Añadió que EEUU no desea una guerra en Oriente Medio a menos que sea totalmente imprescindible, pero dejó una fuerte impresión de que si la diplomacia fallaba, la acción militar se pondría en marcha.
El día anterior, durante la sesión de confirmación del pasado 19 de enero, la secretaria de estado designada, Condoleezza Rice, anunció al Comité de Asuntos Exteriores del Senado estadounidense que la Casa Blanca tiene serias dudas respecto al éxito de los esfuerzos europeos. “Vemos con escepticismo que esto funcione” subrayó Rice. Además, también declaró que las diferencias entre EEUU e Irán van más allá de los programas nucleares y de misiles de éste último país, señalando a los senadores que es difícil encontrar puntos en común con un gobierno que cree que Israel debería ser aniquilado y que, en la actualidad, las políticas de Irán están “a 180º de nuestros propios intereses en este respecto”. Además, Rice enumeró a Irán entre los seis “reductos de la tiranía”, expresión que recuerda al “Eje del Mal” de Bush. Ello sugiere que en realidad la Casa Blanca no tiene ningún interés en retomar las relaciones bilaterales que se encuentran congeladas desde la crisis de los rehenes en Teherán en 1980.
Los comentarios surgen a raíz de un sensacionalista artículo publicado por la revista The New Yorker el 17 pasado de enero, que afirma que desde el pasado verano EEUU ha estado llevando a cabo una operación encubierta en Irán en un esfuerzo por localizar con exactitud la ubicación de instalaciones que podrían ser bombardeadas por vía aérea o en ataques de comandos. El artículo asegura que gran parte de la actividad se centra en la acumulación de inteligencia y en la obtención de información sobre objetivos como instalaciones nucleares, químicas y de misiles iraníes, tanto declaradas como de las que tan sólo se sospecha su existencia. La finalidad es identificar y aislar tres docenas, o incluso más, de objetivos que pudieran ser destruidos con ataques de precisión y en ataques de comandos de corta duración. Aunque el Pentágono replicó que el artículo estaba plagado de errores, no llegó a negar el argumento central. El pasado 18 de enero Bush respondió al artículo reiterando su respaldo a una política de resolución diplomática en lo que respecta al programa nuclear iraní, pero advirtió que no desestimaría ninguna opción.
Algunos analistas creen que el artículo forma parte de una campaña deliberada de desinformación dirigida contra Teherán. Otros, por el contrario, opinan que las misiones secretas de reconocimiento estadounidenses en Irán para obtener detalles sobre su programa son inevitables, y que no deberían ser motivo de sorpresa. En efecto, una de las críticas fundamentales efectuadas por la comisión del 9/11 a los servicios de inteligencia fue el hecho de que no realizaran las acciones encubiertas adecuadas contra al-Qaeda. Por esa razón, una incursión en Irán por las fuerzas especiales podría verse impulsada por la necesidad de encontrar evidencia fundada de las intenciones nucleares de Irán, tras haber demostrado ser poco fiables las pruebas recogidas por la inteligencia estadounidense de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.
En efecto, durante años EEUU ha proporcionado información a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) con el objeto de que lleve a cabo inspecciones más rigurosas de las instalaciones nucleares iraníes. Por ejemplo, unas imágenes de satélite estadounidenses provocaron que un equipo de cinco inspectores de la AIEA visitara una instalación en Parchin (un extenso complejo militar situado a 30 km al sureste de Teherán) el pasado 13 de enero. Según EEUU, dicha instalación se está utilizando para simulacros de pruebas de armamento nuclear. Las autoridades iraníes se opusieron a la inspección, proporcionando a los inspectores solo acceso limitado a las instalaciones; la AIEA se encuentra en estos momentos tratando de obtener permiso para efectuar una segunda inspección. De todos modos, los esfuerzos estadounidenses por contener a Irán en el marco de la AIEA se ven complicados por la difícil relación que Washington mantiene con la organización. Es más, la Administración Bush ha intentado reemplazar al director general de la AIEA, Mohammed El Baradei (cuyo mandato debe renovarse en 2005), a causa de su desacuerdo con las acusaciones estadounidenses con respecto a Irak e Irán.
Mientras tanto, en el Congreso estadounidense está aumentando el apoyo a un “cambio de régimen” en Irán. La Iran Freedom and Support Act insta a la Administración Bush a promover alianzas con los grupos de la oposición. La iniciativa se ha visto estrechamente coordinada con la Coalición por la Democracia en Irán (CDI), un grupo de presión creado por neoconservadores que tiene el objetivo de sentar las bases de la agenda política estadounidense con respecto a Irán. El CDI mantiene fuertes lazos con el hijo del Sha derrocado, Reza Pahlavi, que se encuentra en la actualidad en el exilio. Esto lleva a algunos analistas a la conclusión de que EEUU tiene la intención de financiar principalmente a grupos disidentes que se declaren a favor de la restauración de la monarquía en Irán.
La retórica de las autoridades israelíes en cuanto a Irán también ha ido en aumento. El director del Mossad, la Agencia de Inteligencia israelí, declaró el pasado 24 de enero que el programa nuclear iraní se estaba acercando a “un punto sin retorno”. Afirmó que si Irán retoma las actividades de enriquecimiento de uranio “el camino hacia la construcción de una bomba será corto”. El viceprimer ministro Simon Peres se hizo eco de dichas preocupaciones, declarando que Irán se ha convertido en el “centro de todos los peligros de Oriente Medio”. En un intento de conseguir el respaldo internacional para que se tomen acciones contra Teherán, también afirmó que un Irán nuclear es un problema “de Occidente”, y no simplemente una cuestión israelí. Declaró que el tema debería “preocupar a toda la comunidad internacional y no sólo a Israel”, añadiendo que el mundo se debe “movilizar contra la opción nuclear iraní”.
De todos modos, no existe un verdadero consenso internacional acerca del mejor modo de tratar a Irán. Aunque EEUU está intentando evitar una división pública elogiando la diplomacia de la UE, la Casa Blanca pone en duda que la UE verdaderamente desee o sea capaz de promover el tipo de políticas que Washington quiere llevar a cabo con respecto a Irán. El 21 de enero, el Secretario General de la OTAN Jaap de Hoop Scheffer hizo un llamamiento a Europa y a EEUU para que coordinaran una política de “incentivos y amenazas” hacia Irán y sus planes nucleares. Advirtió que “es de la mayor importancia que la Unión Europea y los Estados Unidos de América adopten una postura común con respecto a Irán. Únicamente de este modo es posible evitar que los esfuerzos de naciones o alianzas se anulen unos a otros.”
¿Será Irán la causante de la próxima ruptura trasatlántica?
De todos los problemas a los que se enfrentan las relaciones transatlánticas, Irán es el más grave. Sin embargo, existen importantes desacuerdos entre Europa y EEUU sobre la manera de tratar a Irán. Los países europeos han abogado por la negociación de un acuerdo aceptable para ambas partes, mientras que las Administraciones Clinton y Bush se han inclinado por una combinación de sanciones unilaterales y críticas públicas del régimen iraní. Ningún enfoque ha funcionado por sí solo.
El tema central de la actual situación de punto muerto gira en torno al programa del enriquecimiento del uranio iraní. Una opinión muy extendida es que Irán está haciendo uso de su programa civil de energía nuclear para encubrir el desarrollo de armas, aprovechando lagunas legales que permiten el enriquecimiento de uranio para fines pacíficos. EEUU cree que Irán está tratando de enriquecer uranio, pero no al reducido nivel necesario para generar energía, sino para obtener la calidad necesaria para armar cabezas nucleares.
El núcleo del esfuerzo diplomático es el frágil acuerdo al que llegaron el Reino Unido, Francia y Alemania (UE3) con Irán en noviembre de 2004, según el cual Teherán acordó temporalmente la suspensión de las actividades relacionadas con el enriquecimiento de uranio. El acuerdo hizo descarrilar los intentos estadounidenses de denunciar a Irán ante el Consejo de Seguridad de la OTAN por supuestas transgresiones del Tratado de No Proliferación (TNP). La AIEA está actualmente monitorizando la suspensión. No obstante, tan sólo días después de la firma del acuerdo, el anterior presidente iraní Akbar Hashemi Rafsanjani se jactó de que Teherán ya estaba “preparado para convertirse pronto en un miembro del club nuclear y que retomaría las actividades de enriquecimiento tras un período máximo de seis meses”.
La preocupación en torno a Irán aumentó después de que la AIEA descubriera en 2004 que Teherán había llevado a cabo actividades nucleares secretas durante más de dos décadas, infringiendo sus obligaciones bajo el Tratado de No Proliferación (TNP). Irán también admitió que había adquirido equipo nuclear en el mercado negro. Esto fue particularmente polémico, pues anteriormente Irán había informado a la AIEA que no había recibido componentes para centrifugadoras de fuentes externas. La admisión se hizo pública después de que Abdul Qadeer Khan, el principal científico nuclear paquistaní, confesara que había vendido secretos nucleares a Irán, Libia y Corea del Norte. Los inspectores de la AIEA pudieron comprobar que los componentes de las centrifugadoras iraníes coincidían con los planos del equipo encontrado en Libia y suministrado por la red clandestina paquistaní.
Irán ratificó el TNP en 1970 y aunque dicho tratado permite a los signatarios el enriquecimiento de uranio para proveerse de combustible para reactores, la misma tecnología también puede utilizarse para enriquecer uranio para armas nucleares. Por consiguiente, la AIEA insiste en que todo programa de enriquecimiento se declare y proteja. El problema de Irán es que ya sufre el estigma de haber mentido a la AIEA, y mientras que Teherán tiene razón al afirmar que bajo las condiciones del TNP le está permitido poseer un ciclo completo de combustible nuclear, el desarrollo de dicho ciclo se considera actualmente inaceptable tanto por los EEUU como por los países europeos.
Por lo tanto, la UE está intentando persuadir a Irán para que convierta su actual suspensión del programa de enriquecimiento en un compromiso de cese permanente de todo tipo de actividades similares. No obstante, la UE fue incapaz de conseguir tal promesa durante la segunda vuelta de negociaciones que tuvo lugar en Ginebra el pasado 17 de enero, incluso tras ofrecer a Irán el incentivo de un posible acuerdo de comercio. En efecto, Irán siguió con su acostumbrada política nuclear de jugar con fuego. Adelantándose a las negociaciones, un representante iraní comunicó en una rueda de prensa que si las negociaciones no eran satisfactorias Irán reanudaría sus actividades de enriquecimiento de uranio en marzo. Además, en lo que podría tratarse de una clara afirmación de la verdadera posición iraní, añadió que Irán “nunca abandonaría el trabajo realizado sobre el ciclo completo de combustible nuclear… que si el problema de los países europeos era dicho ciclo, entonces las negociaciones eran del todo inútiles”. Exasperado, Joschka Fisher, ministro alemán de asuntos exteriores, reaccionó advirtiendo a los negociadores iraníes que Teherán podría estar sobreestimando el poder de la UE para impedir que EEUU utilice la fuerza militar.
Los israelíes también se muestran escépticos respecto al enfoque de la UE. Un estudio con fecha de 16 de enero titulado Europe and Iran’s Nuclear Future, publicado por el Jaffee Centre for Strategic Studies de Tel Aviv (una institución que por lo general refleja el pensamiento oficial israelí), afirma que Israel no se encuentra satisfecho con las negociaciones de la UE, dado que los países europeos nunca han condenado abiertamente las ambiciones nucleares iraníes. El estudio sostiene que, como consecuencia, la UE es más susceptible a ser manipulada por Irán. Ciertamente, la UE ya ha vacilado en su decisión de desvincular el progreso en los derechos humanos iraníes en lo que a incentivos económicos se refiere. Además, parte del acuerdo de la UE gira en torno a la integración eventual de Irán a la Organización Mundial del Comercio (OMC), una propuesta que EEUU rechaza de pleno.
En efecto, es poco probable que los esfuerzos de la UE puedan alcanzar el éxito sin el liderazgo estadounidense. Bruselas y Washington reconocen que los países europeos carecen del peso necesario para conseguir acuerdos duraderos con Irán dado que la UE no se encuentra en posición de ofrecer a Teherán las garantías de seguridad que éste intenta conseguir a cambio de una congelación permanente de las actividades de enriquecimiento de uranio. Pero a pesar de que Washington se enfrenta con unas pobres opciones diplomáticas y militares, la Casa Blanca ha rehusado participar en las negociaciones de la UE, cosa que ha provocado que algunos críticos acusen a Bush de “subcontratar” la seguridad estadounidense a los países europeos. Por el contrario, otros analistas creen que EEUU ha seguido las negociaciones desde fuera en un esfuerzo por seguir manteniendo abiertas todas las opciones, posiblemente debido a que no ha deseado poner en peligro el entendimiento sobre Irak que mantiene con Irán y en previsión de las elecciones iraquíes del 30 de enero.
Razones por las que fracasará la diplomacia de la ONU
Algunos expertos argumentan que aquéllos en Washington que se encuentran a favor de la confrontación podrían estar esperando ansiosamente el colapso de las negociaciones entre la UE e Irán para así poder presentar la situación al Consejo de Seguridad de la ONU, donde EEUU trataría de conseguir la aplicación de sanciones económicas contra Irán. Algunos responsables de formular las políticas estadounidenses argumentan que, debido a que el sector petrolífero iraní representa el 50% de los ingresos del Estado y el 80% de los ingresos de exportación, la prohibición de invertir en su industria petrolífera o de comprar petróleo iraní podría llevar a Irán a reconsiderar su programa nuclear. Pero es poco probable que las sanciones se hagan efectivas, debido a que los socios comerciales principales de Irán (China, Francia y Rusia) tienen derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.
China ya ha amenazado con bloquear cualquier intento de imponer restricciones a Teherán, y ha declarado que desea que la controversia sobre los programas nucleares iraníes se resuelva “bajo los auspicios de la AIEA”. Esto se debe a que la búsqueda de fuentes de energía es el factor dominante en las decisiones políticas chinas. En efecto, en octubre de 2004 Beijing firmó un acuerdo energético con Teherán por valor de 100 mil millones de dólares, que garantiza a China 150.000 barriles de petróleo diarios a precio de mercado durante 25 años, y 250 millones de toneladas de gas natural líquido durante 30 años. En 2004 Irán fue la segunda mayor fuente de importación de petróleo de China. Esto ha anulado la efectividad de las sanciones económicas actuales que EEUU ha impuesto a Irán. La Administración Bush expresó su decepción el pasado 16 de enero cuando impuso sanciones a nueve grandes empresas chinas que habían facilitado tecnología de misiles y militar a Irán.
Asimismo, es poco probable que Rusia respalde las sanciones de la ONU a Irán. Moscú da una gran importancia al mantenimiento del proyecto de la planta nuclear de Bushehr. Efectivamente, Irán es esencial para el sector ruso de la energía nuclear. La industria nuclear rusa se enfrentó a un futuro incierto después de haber perdido clientes tras la caída del comunismo; además, el acuerdo con Irán genera la mayor parte de la actividad realizada por miles de empresas rusas. En octubre de 2003 EEUU convenció a Rusia para que retrasara la entrega de barras de combustible destinadas a Bushehr hasta finales de 2005, cosa que ha ralentizado el programa nuclear iraní, así como la puesta en funcionamiento del reactor valorado en 800 millones de dólares, que se pospuso recientemente hasta octubre de 2006. Mientras tanto, Rusia e Irán siguen inmersos en prolongadas negociaciones sobre la construcción de entre tres y cinco instalaciones adicionales, con un coste de 3.200 millones de dólares.
También es probable que Irán ponga a prueba las relaciones angloamericanas. Desde un punto de vista político, el primer ministro británico, Tony Blair, ha pagado un alto precio por su apoyo incondicional a Washington en la guerra de Irak. Blair y el partido laborista se enfrentan a elecciones nacionales en mayo, seguidos de cerca en las encuestas de opinión por el partido conservador, actualmente en la oposición. Por ello, cualquier incursión en Irak le podría costar caro en el ámbito nacional. Ciertamente, el pasado 23 de enero el Sunday Times anunció que el Secretario de Asuntos Exteriores, Jack Straw, había presentado ante la Cámara de los Comunes un estudio de 200 páginas exponiendo sus argumentos en contra de una acción militar en Irán. El documento presentaba las negociaciones que lleva a cabo la UE con Irán como la mejor opción para los intereses de Irán y de la comunidad internacional.
El pasado 24 de enero, entre temores de que la Administración Bush pudiera estar buscando apoyos en el conflicto con Irán, Straw se reunió con altos cargos de la Casa Blanca en un intento por acallar cualquier especulación sobre una posible acción militar. Sin embargo, después de su reunión con Rice, Straw admitió que no había preguntado si EEUU planeaba usar la fuerza militar contra Irán, y la nueva Secretaria de Estado tampoco le había ofrecido ningún comentario al respecto.
Todo esto significa que si EEUU decide iniciar una guerra contra Irán, deberá hacerlo solo, lo que resulta irónico, porque las razones existentes para iniciar una guerra contra Irán tienen bastante más fundamento que las razones para la guerra contra Irak. Pero ¿por qué no puede EEUU vivir con la idea de un Irán nuclear?
Razones por las cuales un Irán nuclear preocupa a EEUU
Irán está en el punto de unión entre dos de las mayores preocupaciones de seguridad nacional estadounidense: el terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva. El informe de la comisión del 11-S sugirió que Irán podría tener una mayor relación con al-Qaeda que Irak. Debido a la radical naturaleza del régimen iraní, se ha reavivado el temor sobre el acceso terrorista a armas de destrucción masiva. El Departamento de Estado estadounidense afirma que Irán es el mayor patrocinador estatal del terrorismo y que continúa apoyando a grupos militantes involucrados en diferentes conflictos regionales, incluido el palestino-israelí. El descubrimiento de más de 50 toneladas de armas iraníes con destino a Palestina en el barco mercante Karine-A a principios de la Administración Bush fue la causa de la inclusión de Irán en el “Eje del Mal”, poniéndolo claramente bajo las miras de la nueva política de acción preventiva estadounidense.
Irán también mantiene relaciones con centros de poder alternativos en Afganistán e Irak y podría incidir negativamente en ambos países tanto a corto como a largo plazo. Ciertamente, la adquisición de armas nucleares por parte de Irán podría animar a su agresivo liderazgo conservador a intimidar a sus países vecinos, neutralizar a Europa y respaldar al terrorismo en contra de los intereses de Israel y EEUU en Oriente Medio y otros lugares. Un Irán nuclear se encontraría en la posición única de poder bloquear el acceso a través del Golfo Pérsico, un enclave vital desde el punto de vista estratégico. Alrededor del 40% del comercio del petróleo pasa por el estrecho de Ormuz.
Asimismo, es muy probable que una bomba iraní provocaría una carrera armamentista nuclear en Oriente Medio. Si los países vecinos a Irán no están convencidos de la firmeza de EEUU en frenar la amenaza nuclear iraní, podrían empezar a pensar en la posibilidad de adquirir ellos mismos armas nucleares. Hay indicios de que tanto Arabia Saudí como Turquía (ambos rivales de Irán desde hace tiempo) están ya debatiendo la cuestión.
Dada la situación central que ocupa Irán en Oriente Medio, su conducta tanto interna como externa tiene importantes repercusiones para la región en su conjunto, así como para los intereses estadounidenses en ella. Por tanto, desde la perspectiva de EEUU, un Irán antinorteamericano y con armamento nuclear sería una enorme amenaza para la seguridad regional e internacional.
Como consecuencia, en Washington hay un amplio consenso bipartidista de que la contención de Irán debe ser una de las máximas prioridades de seguridad nacional para el segundo mandato de Bush. No obstante, sigue existiendo una clara discrepancia entre “halcones” y “palomas” en los círculos políticos de Washington sobre el mejor modo de actuar con respecto a Teherán. Algunas opiniones de línea dura (especialmente entre los neoconservadores) argumentan que el régimen no tiene rehabilitación posible y que las condiciones son favorables para una inminente revolución que lleve consigo un cambio democrático total en Irán. Aunque muchos analistas consideran este argumento excesivamente optimista, estas previsiones han ayudado a dar forma a la política estadounidense con respecto a Teherán, condicionando a la Administración Bush a realizar un acercamiento hacia supuestos líderes de la oposición y haciendo que los encargados de formular las políticas estadounidenses sean reacios a tratar con el régimen actual a fin de impedir su perpetuación en el poder.
El contra-argumento realista, tanto dentro como fuera de la Casa Blanca, es que el régimen iraní se encuentra demasiado arraigado como para que la influencia estadounidense lo pueda cambiar; controla todos los instrumentos de poder y la oposición no tiene un grado suficiente de unidad como para presentar un reto coherente al sistema actual. Por tanto, si Washington desea seguir manteniendo relaciones con Irán, debe seguir tratando con el régimen actual.
Un creciente grupo de expertos en política exterior estadounidense recomienda un diálogo limitado con Teherán. Un estudio realizado por el Consejo de Asuntos Exteriores en julio de 2004 titulado Iran: Time for a New Approach sostiene que el régimen de Teherán es en principio estable y que una intervención militar directa por parte de EEUU para cambiar el régimen no es viable (Irán es tres veces el tamaño de Irak y posiblemente ofrecería una mayor resistencia a una ocupación extranjera). Además, el ejército norteamericano ya se encuentra al máximo de su capacidad debido a su presencia en Afganistán e Irak. En cambio, el estudio sostiene que Washington debería incrementar sus esfuerzos por conseguir la cooperación de Irán en temas de interés común, porque la actual falta de una relación estable con Irán va en detrimento de los intereses estadounidenses. Concluye que, debido a la importancia económica y geoestratégica de Irán, el Gobierno estadounidense debería revisar su estrategia de acercamiento, fomentando el diálogo con Teherán como preludio a una normalización diplomática.
Estos puntos de vista opuestos, junto con la incertidumbre que rodea a la fecha exacta en que Irán complete su ciclo nuclear, han llevado a la Administración Bush a verse bajo una intensa presión de tener que comprometerse, sin ningún tipo de ambigüedades, o a una política de cambio de régimen o a una de compromisos limitados y dirigir sus acciones adecuadamente. Pero también se está debatiendo otra opción.
Razones por las que es concebible un ataque militar
Se especula intensamente sobre la posibilidad de que Israel y/o EEUU tienen la intención de atacar la planta nuclear de Bushehr, así como otras instalaciones en Irán, antes de que Rusia entregue las barras de combustible a finales de 2005. El presidente Bush ha afirmado que no tolerará el desarrollo de armamento nuclear iraní. El director del Mossad, comentó recientemente que las armas nucleares iraníes representan, por primera vez, una amenaza para Israel. De hecho, no se puede descartar un ataque preventivo (parecido al que Israel llevó a cabo contra el reactor iraquí de Osirak en 1981).
No obstante, incluso los (de algún modo) escarmentados neoconservadores admiten que Irán es cuantitativa y cualitativamente distinto de Irak. El número de diciembre de la revista Atlantic Monthly contenía un aleccionador artículo titulado Will Iran Be Next? Para elaborar dicho artículo, el autor reunió a un grupo de antiguos altos cargos de seguridad estadounidense para llevar a cabo un fascinante “juego de guerra” sobre Irán y así poder estudiar las opciones militares de EEUU y recomendar el enfoque más apropiado. Los resultados se pueden resumir en dos oraciones: “Sr. Presidente, no tiene ninguna solución militar para resolver el problema de Irán. Debe hacer que la diplomacia funcione”.
Las opciones israelíes para contrarrestar la amenaza nuclear de Irán son limitadas. Si Israel se decidiera a actuar solo, se enfrentaría a un reto mayor de lo que supuso Osirak porque la distancia es mayor. Además, los objetivos se encuentran muy bien protegidos (algunos incluso en profundas instalaciones subterráneas) y no es probable que Turquía, Arabia Saudí o Jordania permitieran a Israel sobrevolar su espacio aéreo en dirección a Irán. Si Israel utilizara la ruta de Jordania hacia Irán, EEUU se vería obligado a permitirle sobrevolar espacio aéreo iraquí, lo que se consideraría una complicidad estadounidense en dicho ataque.
Además, un ataque militar tendría muy pocas posibilidades de éxito en frenar el programa nuclear iraní. En realidad, el ataque que Israel llevó a cabo en Osirak apenas consiguió frenar las aspiraciones nucleares de Irak. Aunque sí retrasó temporalmente la capacidad iraquí, lo que realmente hizo fue aumentar los deseos de Sadam de poseer un arsenal nuclear. Un ataque preventivo contra las instalaciones iraníes podría mejorar las perspectivas nucleares de Irán a largo plazo, ya que le daría a Teherán una justificación para emprender un auténtico programa de disuasión nuclear. Además, a diferencia de Irak en 1981, Irán ya no depende de las importaciones extranjeras de tecnología nuclear y posee la materia prima, además de la mayor parte de las técnicas y diseños necesarios para un programa completo de armamento nuclear. Dada la sofisticada naturaleza de sus capacidades, incluso en el caso de que se destruyeran sus instalaciones principales, Irán ya dispone de los conocimientos necesarios para desarrollar un programa de armamento nuclear aún más pujante a largo plazo.
Un ataque militar preventivo también suscitaría duras represalias por parte de Teherán. Irán ya ha amenazado con destruir el reactor nuclear de Dimona en Israel si el Estado judío ataca sus instalaciones nucleares. También sería probable un contraataque con misiles por parte de Irán a las bases estadounidenses del Golfo Pérsico, seguido por un firme esfuerzo de desestabilización de Irak. Irán también podría optar por desestabilizar Arabia Saudí y otros Estados del Golfo y provocar al Hizbulah libanés para que lanzara ataques con misiles contra el norte de Israel.
Por consiguiente, la utilidad estratégica de un ataque preventivo unilateral contra dichas instalaciones nucleares tendría probablemente una corta duración y podría acarrear efectos adversos a los intereses estadounidenses en Oriente Medio. Aun así, EEUU debe tratar con Irán de algún modo. De hecho, un ataque militar preventivo no es una opción a descartar, especialmente si la Casa Blanca decidiera que una bomba nuclear iraní supondría una amenaza tan grave para los intereses estadounidenses que el simple hecho de posponer dicho proceso sería un objetivo en sí, a pesar del coste que conllevaría.
En caso de que EEUU consiga información válida en lo que respecta a las instalaciones iraníes, e incluso si la diplomacia de los países europeos fracasara en el intento de conseguir garantías reales por parte de Irán, la Administración Bush podría concluir que deberá, en un breve espacio de tiempo, hacerle a Irán lo que los israelíes le hicieron a Irak. Un ataque estadounidense a las instalaciones nucleares de Irán (utilizando misiles de crucero y misiles guiados desde bombarderos invisibles) no se anunciaría con antelación. En vez de ello, una emisión televisiva a la mañana siguiente anunciaría que la misión se habría llevado a cabo. Los líderes europeos expresarían públicamente su indignación colectiva, pero en privado muchos se sentirían aliviados de haberse librado de la amenaza.
Conclusión: Irán representa el reto más apremiante al que se enfrenta la Administración Bush. Si la diplomacia de los países europeos fracasa en impedir que se materialicen las ambiciones nucleares iraníes, EEUU podría llegar a la conclusión de que la única opción restante sería un golpe militar preventivo a las instalaciones nucleares iraníes.
Soeren Kern
Investigador Principal, Área de EEUU y Diálogo Transatlántico, Real Instituto Elcano