Tema: Los ataques terroristas de Casablanca tendrán consecuencias económicas para Marruecos, aunque convendría distinguir entre las inmediatas, prácticamente inevitables y no excesivamente graves, y las que podrían venir a medio plazo, mucho más graves pero totalmente evitables.
Resumen: El escaso desarrollo de Marruecos es la principal causa de los atentados de Casablanca y España puede evitar que la modernización del Reino sea su principal víctima. A corto plazo, los atentados pondrán la balanza por cuenta corriente del país en números rojos, aunque esto no supondrá una grave amenaza para sus cuentas externas, donde el turismo es sólo la tercera fuente de divisas, muy lejos de las exportaciones y remesas de los emigrantes. A medio plazo existen otras incertidumbres, pero el Primer Ministro Driss Jettou tiene una demostrada capacidad para afrontarlas
Análisis: De forma inmediata y a muy corto plazo, los atentados de Casablanca tendrán las mismas consecuencias que en mayor o menor medida han sufrido otros países tras ataques similares, desde Indonesia a Túnez pasando por Kenia o, ya hace años, Egipto: caída del turismo y/o de los ingresos turísticos con el consiguiente deterioro de las cuentas externas. El daño ha sido más agudo cuando la incertidumbre asociada a un ataque de esta magnitud ha adquirido un significado económico, normalmente por la inepta gestión de la comunicación, o de la liquidez financiera. No obstante, las crisis turísticas asociadas a estos hechos son breves y, en circunstancias normales, casi nunca se han prolongado durante más de dos ejercicios.
En el caso de Marruecos, el impacto en la economía de este efecto, que podríamos llamar estándar, será limitado por tres razones:
La primera es que Kenia o Túnez sufrían en el momento de los ataques notables déficit en la balanza corriente, pero Marruecos lleva dos años consecutivos de superávit. En este periodo, el país ha ido acumulando unas reservas en divisas de tamaño récord, superiores a 100.000 millones de dirhams (9.300 millones de euros) que suponen nueve meses de importaciones. Este colchón representa el doble del que tenía Túnez tras el atentado de la isla de Djerba, que costó la vida a 21 personas en 2002. Gracias a estas reservas, Marruecos podrá afrontar con más tranquilidad que los anteriores países la previsible caída del turismo.
En segundo lugar, el peso específico del turismo en Marruecos es muy limitado. Algo que hasta hoy era una de las singularidades de la economía marroquí frente a la de otros países del mediterráneo sur como Túnez, Egipto o Turquía. Sus ingresos por turismo, que en 2002 alcanzaron 23.700 millones de dirhams (2.200 millones de euros), representaron a lo largo de los últimos cinco años una media del 5,9% del PIB. El peso específico del turismo en Túnez es bien superior, con una media de ingresos turísticos en los últimos cinco años equivalente al 7,5% del PIB.
En tercer lugar, los funcionarios marroquíes tienen una capacidad, o al menos un cartel, que está muy por encima de lo que se podría esperar del país más pobre del Mediterráneo sur en términos de PIB per cápita. Sobre todo en los departamentos encargados de evitar las tensiones económicas asociadas a la incertidumbre. Por ejemplo, el último informe de las consultas del FMI con Marruecos contenía un muy inhabitual elogio afirmando que «los directores (del Fondo) subrayaron la hábil gestión monetaria del Bank Al-Maghrib (Banco central)» (ver http://www.imf.org/external/np/sec/pn/2003/pn0360.htm ).
¿Hasta dónde llegará el déficit?
Para evaluar en detalle este efecto «estándar» hay que considerar que las cuentas externas de Marruecos ya estaban deterioradas por la guerra en Irak en su doble efecto de mayores gastos por el alza del petróleo y menores ingresos por la caída del turismo.
Hasta el mes de marzo, las importaciones marroquíes crecieron un 9.3% en valor, mientras que las exportaciones cayeron un 9,6%. La consecuencia es que el déficit comercial del país se agravó nada menos que un 68%, mientras la tasa de cobertura ha perdido 13,1 puntos. Marruecos, el único país del Magreb que no produce cantidades significativas de petróleo, ha tenido que afrontar, además, la reconstrucción de la principal refinería del país, situada en Mohamedia, que quedó inutilizada por unas inundaciones a finales del año pasado.
De forma inmediata, no parece que el comercio de Marruecos vaya a verse afectado por los atentados de Casablanca, y menos el comercio con España. Esta relación es notablemente robusta debido a su alto grado de reciprocidad (véase ARI 34/2002 ) y para deteriorarla haría falta una catástrofe de magnitud superior. Por ejemplo, en el año 2002, a pesar de la crisis de Perejil, las ventas españolas en Marruecos crecieron un 12% hasta 1.683 millones de euros, en línea con la previsión que enunciamos en el artículo anterior, redactado durante la crisis. En los dos primeros meses de 2003, las ventas españolas en Marruecos han ascendido a 279 millones de euros, lo que supone un 20% más que enero-febrero de 2002.
¿Hasta dónde puede caer el turismo?
Al igual que España, Marruecos sufre un crónico déficit comercial que equilibra con sus ingresos turísticos. Antes de los atentados de Casablanca ya estaba claro que esto no iba a ocurrir en 2003. El sector había sufrido un serio correctivo en 2002, con una caída de los ingresos en divisas de nada menos que del -19%, situándose en 23.700 millones de dirhams. El gobierno esperaba una recuperación en 2003, año que comenzó de forma notable. En el mes de enero visitaron el país 226.000 turistas, un 15% más que en enero de 2002. Pero la guerra en Irak cortó en seco este veranito. A finales de marzo, los ingresos turísticos sólo ascendieron a 4.320 millones de dirhams, lo que suponía un -4,3% frente al ya malo primer trimestre de 2002.
Antes de los atentados no parecía verosímil que Marruecos cerrase el año turístico en mejores condiciones que el terrible 2002. Ahora es absolutamente seguro que cerrará el año en números rojos.
Considerando que en marzo los ingresos turísticos ya caían un -4.3%, sería una hipótesis optimista calcular que cerrasen el año un 10% por debajo de 2002, perdiendo 2.370 millones de dirhams (225 millones de euros). Túnez sufrió en la primavera de 2002 un atentado en la isla de Djerba. Las cifras oficiales del gobierno tunecino dicen que en 2002 el turismo cayó un 6%, mientras los ingresos turísticos lo hicieron en un 13,5%. Cabe pensar que las cifras reales han sido mucho peores, ya que la principal gestora de hoteles extranjera en el país, la española Sol Meliá, ha rescindido en los últimos seis meses cuatro contratos de administración en el país, y parece haber renunciado a otros dos hoteles que estaban en construcción. Según sus cuentas auditadas de 2002, los ingresos por habitación de sus hoteles en Túnez se han reducido un -41%.
En todo caso, se podría utilizar este ejemplo para calcular en Marruecos un escenario intermedio con una caída de los ingresos turísticos en torno al 15%, o 330 millones de euros menos. Si la caída llegase al 20% supondría 450 millones de euros menos.
Sea cual sea la caída, no hay ninguna duda de que el sector se recuperará, como han hecho todos los mercados afectados por estas situaciones. Egipto, escenario de periódicos ataques de integristas, ha sido capaz de ir remontando las crisis por insalvable que llegase a parecer la situación. Sobre todo tras el asesinato de 58 turistas en Luxor en 1997. Aquel año el país logró 3,6 millones de turistas y 3.727 millones de dólares de ingresos turísticos. Ambos conceptos cayeron de forma aguda en 1998 hasta los 3,2 millones de turistas y 2.564 millones de dólares, pero un año después, en 1999, alcanzaron niveles récord con 4,4 millones de turistas y 3.903 millones de dólares.
Sólo ligero déficit gracias a las remesas
Las remesas de los emigrantes, el otro recurso que permite equilibrar la balanza marroquí, sí parece que acudirán a la cita en 2003. Fue el notable incremento de este componente el que permitió equilibrar la balanza corriente de Marruecos tanto en 2001 como en 2002. Las remesas de los emigrantes son hoy el primer ingreso neto en divisas del país. Hasta marzo, estos flujos mantenían una insolente salud, con un incremento del 15% hasta alcanzar los 8.564 millones de dirhams. La evolución de esta partida ha sido fantástica, casi doblándose entre 1999 y 2001, en que alcanzaron los 36.162 millones de dirhams (3.500 millones de euros). Nada hace pensar que se resentirán por los atentados de Casablanca. Quizá incluso la devastación podría atizar su fundamento solidario.
Gracias a la aportación de las remesas, Marruecos tenía a finales de marzo de 2003 un leve superávit en su balanza corriente de unos 800 millones de dirhams (75 millones de euros). Esta cifra es muy inferior a los 4.596 millones de dirhams (430 millones de euros) de marzo de 2002.
Una simple extrapolación al resto del año de los incrementos del primer trimestre arrojaría una balanza por cuenta corriente levemente en positivo al cierre de 2003. Manteniéndose el resto estable, si los ingresos turísticos caen un 10%, la balanza ya entraría en déficit. Pero aunque cayeran un 20%, el déficit no superaría el 1% del PIB, lo que sería fácilmente financiable.
No parece que el PIB marroquí se vaya a resentir de forma relevante por esta vía. Además del escaso peso del turismo en el conjunto de la economía, las demás variables marchan razonablemente bien. A principios del mes de mayo, el FMI realizó sus Consultas anuales con el país (http://www.imf.org/external/np/sec/pn/2003/pn0360.htm ). Aunque Marruecos elaboró su presupuesto para 2003 con una previsión de crecimiento del 4,5%, el FMI elevó hasta el 5,5% el posible crecimiento del Reino en 2003, gracias a la extraordinaria cosecha de cereales que da por terminada la prolongada sequía que asoló los campos durante los últimos años. En realidad, la agricultura es el verdadero pulmón de la economía marroquí, donde aporta, de año en año, una media del 15% del PIB.
Balanza de capitales
No es fácil determinar el posible impacto de la situación en la balanza de capitales marroquí, que siempre refleja las expectativas a largo plazo del capital extranjero. Sus inversiones en Marruecos vienen suponiendo una media del 50% de las entradas en esta balanza, con años como 2001 en que aportaron el 73% de todos los ingresos de la cuenta de capital. Para calcular su evolución es necesario elaborar un escenario para los próximos meses, que en nuestra opinión muy bien podría ser el de un ataque único gracias a la serena detención de los culpables.
En primer lugar, hay que señalar que parece bastante posible que estemos ante un ataque aislado, al estilo del sufrido por Túnez en Djerba en 2002, al menos en lo que al grupo responsable se refiere. La fortuna permitió capturar a un miembro de los comandos. Y la eficaz acción de los cuerpos de seguridad marroquíes consiguió desarticular la red limpia y rápidamente, evitando tensiones adicionales. Estas tensiones adicionales se podrían haber derivado de una acción policial menos profesional, en un país donde existe un sustancial movimiento islamista, con el principal partido de la oposición parlamentaria a la cabeza, el PJD, además de otro movimiento mucho más popular, aunque extraparlamentario, el grupo Justicia y Caridad dirigido por el jeque Yassin. Ambos grupos tienen en las capas más desfavorecidas de la sociedad su principal sostén.
Con todo, el rápido éxito policial no logrará que Marruecos atraiga capitales especulativos, y cabe esperar que la actividad extranjera en la Bolsa de Casablanca disminuya. Esto no tendrá un impacto relevante ya que sólo un porcentaje mínimo, cercano al 3% de los títulos, están en manos extranjeras.
En cambio, la eficaz respuesta a los atentados consolida por dos vías los flujos de inversión directa. Por un lado, dando la impresión de que se trata de un atentado aislado. Por otro, consolidando la visión del Primer Ministro Driss Jettou. Frente a los que puedan pedir la simple «erradicación» del integrismo, una caja de Pandora de consecuencias imprevisibles, Driss Jettou reúne en su currículum la dureza frente los «asesinos con excusa religiosa» y el respeto democrático a todas las ideas políticas. Mientras fue ministro del Interior desarticuló en 2002 el primer grupo de asesinos integristas capturados en Marruecos. Este grupo fue acusado del asesinato de seis ciudadanos marroquíes. Al mismo tiempo, Jettou organizó y dirigió las elecciones del pasado 27 septiembre de 2002 en las que el islamista PJD pasó de ser una agrupación marginal a convertirse en la principal fuerza de la oposición. Jettou ha demostrado que es capaz de distinguir entre unos y otros y, según la definición clásica de la justicia, ius suum quique tribuere.
En este escenario, las inversiones directas no se detendrán. Quizás en el sector turístico podríamos ver una desaceleración, pero sólo en lo que se refiere a compra-venta de hoteles operativos, no para los proyectos de nueva planta, realizados al menos a dos años vista, cuando el sector, siguiendo el modelo de Egipto, ya estará en fase de recuperación. No parece que se vaya a frenar la privatización de la tabacalera marroquí, la Régie des Tabacs, en la que están interesadas empresas como Altadis o Philip Morris. La valoración de este monopolio, de ingresos muy estables, no se verá afectada por los acontecimientos de Casablanca. Tampoco se frenarán las inversiones que responden a la mayor integración de la economía marroquí, gracias a su Acuerdo de Asociación con Europa.
Quedan por analizar dos elementos relevantes en los atentados de Casablanca, cuyos componentes económicos son difícilmente trasladables a una balanza de pagos. El primero es el efecto que provocaría en la economía una posible pérdida de confianza. A esta causa se suele imputar una súbita aversión al riesgo económico definida por un bajo nivel de inversión, tanto interna como externa. La intensidad de su efecto suele estar asociada al nivel previo de confianza, que en el caso de Marruecos era bastante alto y tenía su origen en el interesante mecanismo de diálogo aplicado por el Primer Ministro. Driss Jettou lo estaba utilizando para tomar por los cuernos los asuntos que acucian el Reino, algunos desde hace décadas, en lo que apuntaba a ser el más serio proceso de modernización emprendido en el país. Se dialogaba con España gracias a un inteligente mecanismo de grupos de trabajo separados, propuesto por Madrid, para desactivar los conflictos que condujeron al incidente de Perejil. El primer ministro Jettou dialogó durante semanas con los agentes sociales hasta alcanzar una reforma del Código de Trabajo, anunciada el 1º de Mayo. Rabat también había retomado el diálogo con Argelia, con la que discutía una posible reapertura de la frontera cuyo impacto económico sería notable. El primer producto importado por Marruecos lo constituyen los hidrocarburos, que podría comprar en Argelia en lugar de pagar costosos fletes desde el Golfo Pérsico. A su vez, los alimentos son el primer rubro importado por Argelia, que es el mayor importador mundial de trigo duro. Marruecos no produce este cereal, pero sí otros, además de frutas y verduras que ahora tiene dificultades para colocar en los mercados europeos.
Por último, un Marruecos lleno de confianza en sí mismo, firmó en abril un acuerdo de cooperación técnica con la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Crimen, buscando su ayuda para limitar el problema de cultivo de cannabis en el norte del país en torno al que pululan innumerables redes de narcotraficantes, muchas basadas en España.
Estas importantes iniciativas, críticas para la modernización de Marruecos, estaban siendo recibidas con esperanza. Si el gobierno cambiara de prioridades o de actitud, es posible que los agentes económicos perdieran su «confianza» en la misma medida. Algo que, hasta el momento, la actitud de España en conjunto no ha favorecido en nada. Por ejemplo, la Cámara de Comercio de Madrid suspendía una misión comercial a Marruecos el pasado lunes 19 de mayo. Lo hizo en el propio aeropuerto de Barajas, cuando los representantes de la veintena de empresas participantes se disponían a embarcar hacia Casablanca. Hay que dudar que éste sea el comportamiento aconsejado por la propia Cámara cada vez que la ETA atenta en Madrid.
El segundo elemento relevante en los atentados de Casablanca es la degradada situación económico-social del Reino, que ha sido evaluada de forma muy crítica por el FMI en el informe de su consulta con Marruecos. A pesar del habitual desinterés del Fondo por estas cuestiones, el informe dedica todo el segundo párrafo a esquematizar la situación social del Reino (¿el efecto Stiglitz?) señalando que el «crecimiento de la última década no ha sido suficientemente fuerte como para reducir la pobreza». En efecto, en 1999, el 19% de la población marroquí (lo que supone unos 5 millones de individuos) eran considerados como «pobres», mientras que en 1991 solo el 13,4% de la población tenía esa consideración. Según los datos del Fondo, el PIB per cápita de Marruecos medido en dólares lleva cayendo desde 1996, fecha en que alcanzó un máximo histórico de 1.364 dólares. El informe de las consultas del FMI destaca que «el desempleo ha permanecido alto y los indicadores sociales aún señalan la necesidad de una mejora significativa». El desempleo se sitúa en el 18% para la población urbana. En el campo resulta imposible distinguir entre situaciones de precario empleo temporal y el simple desempleo. Un fiel reflejo de estos niveles de desempleo es el salario mínimo, que hoy es de 1.826 dirhams por 208 horas de trabajo mensual. Es decir, 170 euros mensuales.
El fenómeno integrista de Marruecos aparece ligado al incremento de la pobreza en el país, que ha forzado una veloz desruralización tras casi siete años de sequía. En los últimos años, varios cientos de miles de individuos emigraron a las ciudades asentándose en mugrientos suburbios donde se enfrentan a la exclusión y marginalidad. Mientras el campo marroquí vive como en la edad media, las metrópolis están en el siglo XXI. Esta contradicción es el caldo gordo del que se alimenta el integrismo marroquí. Pero también es el eje de la notable emigración, legal e ilegal, que arriba a las costas españolas con intensidad creciente desde hace un lustro.
Conclusiones: ¿Cómo ayudar?
El principal problema económico que afronta Marruecos a corto plazo es un ligero déficit en su balanza corriente. Poco puede hacer España para fomentar el turismo a Marruecos o las exportaciones de este país, pero sí podría dar facilidades para que los flujos que tradicionalmente equilibran las cuentas marroquíes circulen con mayor facilidad. En este caso, las remesas que envían a sus familias los emigrantes marroquíes, que constituyen el primer ingreso neto en divisas del país. Actualmente, estas divisas están escasamente bancarizadas, circulando a través de entidades especializadas notablemente caras. Para una remesa tipo de 200 euros, los costes en términos de comisiones (cobradas en España) y tipos de cambio y/o comisiones (aplicados en destino) rondan los 20 euros, es decir el 10%. Si estas remesas se realizaran por medio de bancos, su coste se podría reducir a la mitad, lo que redundaría en beneficio de las capas más desfavorecidas de la población y, a la vez, beneficiaría a la banca española, incrementando sus balances y sus posibilidades de internacionalización. Dado el desconocimiento de los emigrantes marroquíes de conceptos bancarios básicos, sería necesario antes desarrollar un programa de formación adecuado, que daría resultados a medio plazo.
La balanza de capitales marroquí no afronta problemas inmediatos en un escenario de ataque único y serena captura de los culpables. No obstante, hay que recordar que el Acuerdo de Cooperación Económica y Financiera con Marruecos, por valor de 150.000 millones de pesetas, caducó en el verano de 2001 sin que hasta hoy se haya renovado. Las inversiones extranjeras seguirán fluyendo, sobre todo si los export credit europeos apoyan su realización con adecuadas pólizas de seguro de inversiones. Otro elemento que podría potenciarlas es el estrechamiento de la relación con Europa. En mayor o menor medida, el fundamento de estas operaciones es la integración de la economía marroquí en Europa por medio del Acuerdo de Asociación. Un proceso que se podría acelerar como gesto europeo hacia el Reino cheriffiano. Estas inversiones también se podrían facilitar ampliando los recursos que Cofides (Compañía Española de Financiación del Desarrollo) destina a este país, así como las actividades del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial).
Sería razonable que éstas y otras medidas formasen parte de un programa público, que daría visibilidad a los esfuerzos del Estado, transmitiendo en conjunto un mensaje de confianza a la población española y, sobre todo, a la marroquí. Esto permitiría a su gobierno continuar con sus importantes iniciativas, críticas para la modernización de Marruecos, que, no lo olvidemos, también va en beneficio de España. Estas iniciativas contribuirían a reducir la notable desigualdad económica existente entre Marruecos y España, cuyo PIB per cápita multiplica al de su vecino por 13 según los últimos datos del FMI (véase El escalón económico entre vecinos, DT 10/2003 ). No hay que olvidar que esta desigualdad económica es la expresión internacional de la pobreza y frustración que alimentan en Marruecos fenómenos como el integrismo o la emigración ilegal.
Iñigo Moré
Mercados Emergentes