Tema
La crisis entre Israel y Hamás ha alcanzado a los países de América Latina desde diversos ángulos. Las reacciones fueron muy variadas, dependiendo del contexto nacional.
Resumen
El ataque terrorista de Hamás a Israel y la dura respuesta del gobierno de Netanyahu han vuelto a poner a los países latinoamericanos, como durante la invasión rusa de Ucrania, ante el dilema de posicionarse frente a este conflicto y en el tablero mundial. Las consecuencias de la crisis de Gaza han sido las habituales para los estándares regionales. América Latina, que no habla de forma cohesionada, ha vuelto a mostrar fuertes divisiones internas, que más allá de algunas singularidades, y excepciones, se han materializado en la izquierda manifestándose a favor de las tesis palestinas y la derecha mostrándose solidaria con Israel. También ha habido algunas ambigüedades en la búsqueda de la equidistancia. Al igual que en lo relacionado con Ucrania, América Latina ha intentado no verse arrastrado hacia ninguno de los dos bloques en pugna. En este caso, el dilema ha sido mayor por la presencia de importantes comunidades judías y palestinas en algunos países, lo que hace que el conflicto no sea ni tan distinto ni tan distante como el ucraniano.
Análisis
El complejo tablero geopolítico mundial es un constante desafío para las naciones latinoamericanas en la búsqueda de su lugar en el mundo y de tener cierto peso internacional. Esto los lleva a posicionarse ante algunos hechos de especial trascendencia. Es lo que ocurrió en 2022 tras la invasión rusa de Ucrania y ha vuelto a ocurrir tras el ataque de Hamás en Israel.
Si en la crisis ucraniana la región careció de una postura única y de una sola voz, en la crisis de Oriente Medio ha vuelto a ocurrir, aunque con otros matices. El ataque de Hamás contra Israel ha sido condenado por la mayoría de los países latinoamericanos, a la vez que ha existido mucha solidaridad con los palestinos y críticas a Israel. En este caso, el dilema que han afrontado los políticos, los medios y la opinión pública en general ha sido mayor por la presencia de importantes comunidades judías y palestinas en algunos países, lo que hace que el conflicto no sea ni tan distinto ni tan distante como el ucraniano.
Muchas de estas respuestas se hicieron bajo el impacto de la incursión de Hamás, de la crudeza de sus acciones, de sus asesinatos indiscriminados y de la toma de rehenes, lo que obligó a matizar muchas posiciones anteriores, dejando en evidencia que la unidad del llamado progresismo latinoamericano no es tal. Al mismo tiempo, la dureza de la respuesta israelí y los duros bombardeos sobre Gaza han permitido a muchos gobiernos legitimarse en sus tradicionales posiciones antiisraelíes.
En los días/semanas futuros, la discusión estará condicionada por la existencia de muertos y desaparecidos en la jornada del sábado 7 de octubre, junto a la existencia de rehenes en poder de Hamás y, también, por la crudeza de la represión israelí. Las fuentes al respecto son poco fiables, pero, se sabe que de la incursión en suelo israelí hay al menos muertos de Argentina (7), Brasil (2) y Perú (2) y más de una docena de desaparecidos, de Brasil (3), Chile (1), Colombia (2), México (3), Panamá (1), Paraguay (2) y Perú (2), que podrían engrosar la relación de rehenes. De momento, sólo Argentina reconoce la existencia de 15 nacionales encerrados en Gaza en poder de Hamás.
En relación con el conflicto y sus respuestas se encuentran tres posturas diferentes, aunque al mismo tiempo difíciles de delimitar estrictamente: apoyo a Israel, respaldo a Hamás y búsqueda de la equidistancia. En alguna medida, las dos últimas están condicionadas por el sostén que Estados Unidos (EEUU) presta a Israel y el fuerte sentimiento antiimperialista presente en la región.
1. Apoyo a Israel
La mayoría de América Latina se posicionó de parte de Israel, el país atacado en esta ocasión. Destaca, pese a su ascendencia palestina, la dura posición de Nayib Bukele, contra Hamás. Bukele, a raíz de su enfrentamiento con la Administración Biden, en la crisis ucraniana se alineó con Rusia junto a los países bolivarianos, pero esta vez ha cambiado de postura. Sin duda, porque en esta oportunidad el presidente salvadoreño podía establecer un paralelismo entre el terrorismo de Hamás y el de las maras que combate tan duramente en su país. Por eso escribió que “cualquiera que apoye la causa palestina cometería un gran error al ponerse del lado de esos criminales. Sería como si los salvadoreños nos hubiéramos puesto del lado de los terroristas de la (violenta pandilla Mara Salvatrucha) MS13, sólo porque compartimos ancestros o nacionalidad.”
La mayoría de los países, y sus gobiernos, aunque con otras palabras y otras formas, también se alinearon con Israel. El presidente argentino, Alberto Fernández, pese a su pertenencia al Grupo de Puebla, expresó su “enérgica condena y repudio al brutal ataque terrorista perpetrado por Hamás desde la Franja de Gaza contra el Estado de Israel.” En Argentina viven entre 300.000 y 400.000 judíos, la mayor comunidad de América Latina y la quinta del mundo.
El Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana de Ecuador expresó su solidaridad con las familias de las víctimas y el conjunto del pueblo de Israel. El presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, manifestó sus “condolencias” y “apoyo” a Israel ante los ataques “sin justificación” en su contra. Guatemala tiene una histórica relación de cercanía con Israel, recibe numerosos programas de cooperación en muy diversas áreas (desde tecnología y salud pasando por seguridad) y fue en 2018 el segundo país latinoamericano en abrir una Embajada en Jerusalén.
A través de la Secretaría de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional, el gobierno “progresista” de la presidenta hondureña Xiomara Castro condenó los ataques de Hamás. Costa Rica reiteró su “rechazo absoluto al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, reiterando su voluntad de continuar luchando contra el mismo en el marco del derecho internacional.” El gobierno de Panamá y la cancillería peruana condenaron “firme” y “enérgicamente” el ataque de Hamás.
En Uruguay, el presidente Luis Lacalle Pou publicó un mensaje de condena: “Nuestra solidaridad con Israel. Condenamos firmemente el ataque de Hamás y llamamos al cese inmediato de la violencia contra el pueblo israelí. Una vez más condenamos las acciones terroristas en donde se lleven adelante.” Luis Abinader, presidente de República Dominicana, se manifestó en términos similares: “Expreso mi enérgica condena a los ataques terroristas de Hamás contra el pueblo de Israel. Esta escalada de violencia impide las soluciones de paz que deseamos todos. Esperamos que se prefiera la diplomacia a la guerra.” Finalmente, el presidente paraguayo, Santiago Peña, condenó los “cobardes ataques terroristas” contra Israel.
Chile fue un caso especial, al ser el país con la mayor comunidad palestina de la región y estar el gobierno respaldado por partidos tradicionalmente críticos con Israel. Si bien el gobierno condenó el ataque y manifestó sus condolencias con las víctimas, también llamó al “cese de esta violencia inconducente, a fin de evitar una escalada que provoque mayores daños y sufrimientos a la población civil.”
2. La apuesta por la equidistancia
En este grupo incluimos a aquellos gobiernos que no se decantaron claramente ni por el respaldo claro a Israel ni por su condena. Así, por ejemplo, Brasil y México, las dos potencias regionales, se mostraron más ambiguas. Brasil, que ocupa la presidencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, condenó los ataques contra Israel. Pero el Ministerio de Relaciones Exteriores pidió la “máxima moderación” a todas las partes para evitar una escalada del conflicto. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva “rechazó” los “ataques terroristas” en Israel y llamó a la comunidad internacional a trabajar en pro de las negociaciones de paz entre las partes. “Brasil no escatimará esfuerzos para evitar la escalada del conflicto, incluso en el ejercicio de la Presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU”, al que convocó para una reunión de emergencia. Lula dijo estar “impactado” por la ofensiva de milicias palestinas de Gaza. Luego, pidió protección para los “niños palestinos e israelíes” atrapados entre Israel y Hamás, mientras su gobierno convocó a una nueva reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para abordar el tema.
Más ambiguo fue el gobierno de México que subrayó la necesidad de una solución de fondo, aunque aquí también las discrepancias entre la secretaria de Relaciones Exteriores y la presidencia fueron notorias. La secretaria de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena, señaló que “México favorece una solución integral y definitiva al conflicto, bajo la premisa de dos Estados, que atienda las legítimas preocupaciones de seguridad de Israel y permita la consolidación de un Estado palestino política y económicamente viable que conviva con Israel dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas, de conformidad con las resoluciones pertinentes de Naciones Unidas.” La secretaria de Relaciones Exteriores reconoció el derecho a “la legítima defensa de Israel” y expresó su “máxima preocupación” ante los acontecimientos recientes: “México condena inequívocamente los inconducentes ataques ocurridos en contra del pueblo de Israel el pasado 7 de octubre por parte de Hamás y otras organizaciones palestinas en Gaza.”
Contradiciendo la toma de posición de la secretaria de Relaciones Exteriores, contraria al ataque de Hamás, el presidente López Obrador no calificó de terroristas las incursiones desde la Franja de Gaza y prefirió centrarse en su mantra pacifista de “no queremos guerra.” Al mismo tiempo condenó “el uso de la fuerza contra civiles.” También ratificó que México iba a mantenerse en sus principios tradicionales de política exterior: la no intervención, la defensa de la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de controversias: “Sostenemos que lo más irracional que puede haber es la confrontación, el uso de la fuerza y la guerra, que produce mucho sufrimiento. No queremos víctimas por las guerras.”
3. Favorables a Hamás
Los regímenes de Nicaragua, Venezuela y Cuba fueron los únicos en América Latina que justificaron lo ocurrido y no condenaron a Hamás. Daniel Ortega se declaró “siempre solidario con la causa palestina, siempre fraternos, siempre cercanos” y se mostró contrario al “agravamiento” del “terrible” conflicto palestino-israelí. Incluso, su ministro de Relaciones Exteriores, Denis Moncada, recibió al miembro del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Ramzi Rabah, en medio de la escalada del conflicto palestino-israelí. El gobierno cubano señaló que el enfrentamiento es “consecuencia de 75 años de violación permanente de los derechos inalienables del pueblo palestino y de la política agresiva y expansionista de Israel.”
Venezuela tampoco condenó los ataques de Hamás y abogó por una “negociación genuina” entre Israel y Palestina para poner fin a la violencia en la Franja de Gaza. Nicolás Maduro denunció el “genocidio” del pueblo palestino en Gaza a manos de Israel, con “bombardeos indiscriminados” de su Ejército: “Durante 75 años el pueblo palestino ha sido sometido a un nuevo apartheid. Es un despojo histórico que se puede ver en el territorio.” El gobierno de Bolivia hizo público un comunicado más ambiguo, que no condena abiertamente a los terroristas y pide “des escalar la violencia.”
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, fue especialmente duro con Israel, convirtiéndose en uno de los críticos más virulentos contra la reacción israelí a los ataques de Hamás, aunque sin mencionarlos ni criticar su carácter terrorista. De este modo comenzó una escalada verbal de muy difícil reconducción, especialmente por su tan característica falta de contención. En sintonía con su línea de pensamiento señaló: “Si hubiera vivido en la Alemania del 33 hubiera luchado al lado de los judíos y si hubiera vivido en Palestina en 1948 hubiera luchado del lado palestino.” Con estas ideas y sus señalamientos contra Israel inundó las redes sociales y sus reflexiones sobre el conflicto desataron la polémica con el embajador israelí, que le contestó: “En las manos del ejército terrorista de Hamás más de 100 ciudadanos israelíes fueron secuestrados de sus hogares.” La réplica presidencial fue tajante: “El gobierno colombiano está por que no haya ni un solo rehén en todo el territorio de Palestina e Israel.” El domingo, intentando suavizar algo las palabras del presidente, la Cancillería difundió un comunicado condenando “el terrorismo y los ataques contra civiles.” Posteriormente, según la agencia AFP, se modificó el comunicado. La nueva versión no hablaba de “terrorismo” pero sí condenaba enérgicamente “las afectaciones a civiles.”
Después de los dichos de Petro, el gobierno israelí amenazó con cortar las exportaciones a Colombia, comenzando por equipos de seguridad. La respuesta de Petro fue igualmente contundente: “Si hay que suspender relaciones exteriores con Israel las suspendemos. No apoyamos genocidios. Al presidente de Colombia no se le insulta.” Posteriormente remachó sus opiniones: “Algún día el Ejército y el Gobierno de Israel nos pedirá perdón por lo que hicieron sus hombres en nuestra tierra, desatando el genocidio. Me abrazaré con ellos y ellas, y lloraré por el homicidio de Auschwitz y de Gaza, y por el Auschwitz colombiano”. La alusión de Petro al genocidio en Colombia se refiere a la labor de dos contratistas israelíes en apoyo del combate de las Fuerzas Armadas colombianas contra la guerrilla y el terrorismo.
El sentido del posicionamiento
En esta oportunidad, aunque no ha habido votaciones en organismos multilaterales, se han repetido, de forma casi idéntica las posturas sumidas durante la crisis ucraniana, aunque con algunos matices nuevos. En la anterior crisis, la sesión especial de emergencia de la Asamblea General sobre Ucrania fue convocada por el Consejo de Seguridad, tras vetar Moscú una resolución que condenaba sus acciones. El 2 de marzo la mayoría de América Latina (14 de 18) votó a favor y el resto se abstuvo. El 24 de marzo se repitió el sentido del voto de la sesión anterior. A favor lo hicieron Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay. Las cuatro abstenciones fueron de dos de los tres aliados más firmes de Putin (Cuba y Nicaragua, Venezuela no pudo votar por no estar al corriente en el pago de sus cuotas) más Bolivia y un caso especial, El Salvador. El voto de Cuba, Nicaragua y Bolivia fue consecuencia lógica de su cercanía y alianza con Moscú, mientras El Salvador respondía al creciente distanciamiento con Washington y por eso Bukele sostuvo una absoluta neutralidad.
En esta oportunidad, la actitud más extemporánea la tuvo Colombia, mientras el bloque bolivariano se posicionó unido. El resto de los países condenó el ataque y las dos potencias regionales criticaban la agresión a la vez que subrayaban el contexto general para explicar lo ocurrido. Pero, mientras en Brasil fue más contundente el presidente que la Cancillería, en México ocurrió lo contrario. De todos modos, en ambos casos hubo posturas encontradas entre el gobierno y algunos de sus respaldos políticos, especialmente los situados más a la izquierda, como el PT. En México, dada la proximidad de las elecciones presidenciales se esperaba ver la actitud que podía adoptar la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, y cuánto se distanciaría de López Obrador. De momento mantiene su férrea disciplina con su jefe y mentor y, pese a su ascendencia judía, optó por la equidistancia al pedir el cese de la violencia.
Posición a favor de Ucrania (14) | Posición a favor de Rusia (5) | Apoyo a Israel (12) | Apoyo a Hamás (5) | Postura equidistante (2) |
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Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay | Bolivia, Cuba Nicaragua, Venezuela y El Salvador | Argentina, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay | Bolivia, Cuba Nicaragua, Venezuela y Colombia | México y Brasil |
Varios países de América Latina, un continente marcado por la inmigración, cuentan con importantes comunidades de origen judío y musulmán, en concreto palestino. En Argentina, el país con la mayor comunidad judía de América Latina, que en 1992 sufrió un atentado contra la Embajada israelí (22 muertos) y en 1994 otro contra la mutual judía AMIA (85 muertos), el presidente y los principales candidatos a sucederlo han condenado a Hamás. En ambos casos, la sospecha sobre la autoría de los atentados recae en Irán (hay un juicio pendiente contra la vicepresidenta Cristina Kirchner por el tema), lo que sin duda alguna también influyó en la contundencia de las declaraciones políticas y gubernamentales. La izquierda, por su parte, apoyó la causa palestina. El Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) se movilizó hacia la Embajada de Israel con el objetivo de dar “su apoyo a Palestina” y pedir el “cese inmediato de los bombardeos sobre Gaza.”
En Chile, donde viven alrededor de medio millón de ciudadanos de origen palestino, la mayor diáspora fuera de Oriente Próximo, el presidente Boric manifestó su “absoluta condena” al ataque de Hamás, aunque evitó calificarlo como acto terrorista. Previamente, Boric había expresado su simpatía por la causa palestina y su rechazo a la “ocupación ilegal” de Israel. En esta ocasión su gobierno hizo “un llamado al cese de esta violencia inconducente”. Esto provocó cierta tensión con el gobierno israelí. El embajador Gil Artzyeli calificó de “desafortunado” y “lamentable” el comentario del ministro Alberto van Klaveren sobre la crisis en Medio Oriente. El ministro de Exteriores aseguró que “el uso de la fuerza contra civiles nunca es aceptable en los conflictos armados, aun en el ejercicio de la legítima defensa. Hacemos un llamado a todas las partes involucradas en los actos de violencia en Israel y los territorios palestinos a respetar ese principio básico… Eso vale para Hamás, la Yihad Islámica, el Estado de Israel y cualquier otro actor que intervenga en el conflicto.”
En general, el eje izquierda-derecha ha dividido los apoyos. A Hamás la izquierda y a Israel la derecha. En Argentina, Myriam Bregman, la candidata presidencial de izquierda, sostuvo que “nos duelen las víctimas civiles… [que] ocurren en un conflicto que tiene como base la política del Estado de Israel, de ocupación y apartheid contra el pueblo palestino.”
En Bolivia, el expresidente Evo Morales, se expresó abiertamente a favor de Hamás, lamentando que “el comunicado de la Cancillería boliviana no denuncie con coherencia política la verdadera situación que atraviesa el pueblo palestino”, para luego agregar que “desde Bolivia, condenamos las acciones imperialistas y coloniales del gobierno sionista israelí. La solidaridad entre los pueblos es la base de una sociedad más justa y digna.” Las palabras de Morales y su ataque al gobierno no se pueden separar de la feroz lucha que lo enfrenta con el presidente Arce y el vicepresidente Choquehuanca por el control del partido oficialista MAS y la próxima candidatura presidencial.
En Uruguay, el Frente Amplio emitió una declaración sobre el conflicto, indicando que siguen “con atención y preocupación la escalada de violencia que profundiza y deteriora aún más la convivencia entre los pueblos de Israel y Palestina.” Por esta razón “rechaza y condena las recientes acciones terroristas del Grupo Hamás que provocaron centenares de civiles muertos, heridos, rehenes y desplazados.” Por otra parte, agrega que en línea con lo que ha sido el posicionamiento histórico de esta fuerza política “rechaza y condena las acciones del gobierno de Israel que está provocando un creciente número de muertos y heridos en la población civil, a lo que se suma un bloqueo inhumano que deja sin acceso a agua, energía eléctrica y alimentos a más de dos millones de palestinos.”
Conclusiones
El grupo de países bolivarianos se ha mantenido unido y, si bien la mayoría de las restantes naciones latinoamericanas ha condenado como terrorista el ataque de Hamás, han existido posiciones disidentes (Colombia) u otras que tratan de encontrar un complejo “justo” medio (Chile, Brasil y sobre todo México). Además, las opiniones públicas regionales se han mostrado divididas con una izquierda (al igual que una cierta extrema derecha antisemita) generalmente más cercana a las tesis palestinas y una derecha que bascula a favor de Israel.
Los gobiernos bolivarianos, que respaldaron a Putin en su agresión a Ucrania y ahora lo hacen con Hamás, siguen siendo minoritarios en la región, pero se muestran cohesionados frente al resto de América Latina, donde o bien se producen deserciones (El Salvador a favor de Rusia o Colombia a favor de Hamás) o bien las grandes potencias (Brasil y México) tratan de mantener su autonomía frente a los principales actores mundiales.
La crisis de Gaza ha vuelto a mostrar el papel secundario de los países latinoamericanos en el mundo. La región tiene un papel periférico en la arena global y ante conflictos de esta magnitud no se pronuncia con una sola voz ni de forma cohesionada, sino fragmentada y dividida en diversas partes. Los principales países suelen tratar de tomar posturas autónomas, evitando el alineamiento automático tanto con EEUU y la Unión Europea, por un lado, y con China y Rusia, por el otro.
La existencia de algunas importantes comunidades judías y palestinas en ciertos países latinoamericanos ha condicionado el tono del debate. Al mismo tiempo ha hecho que el conflicto del Oriente Medio sea vivido con mayor proximidad y menor extrañamiento que el de Ucrania. Sin embargo, más allá de las respuestas, la crisis de Gaza ha desviado la atención internacional muy lejos de América Latina.