Tema: Los sitios yihadistas de internet constituyen hoy en día el principal vector de reclutamiento y de radicalización en las sociedades occidentales, suponiendo una amenaza contra el orden público que debe tenerse plenamente en cuenta.
Resumen: Al-Qaeda vive actualmente uno de los momentos más difíciles de sus veintiún años de existencia. En efecto, se encuentra sumida en una crisis profunda en el conjunto del mundo árabe, especialmente por motivo de la pérdida de las bases territoriales de su rama iraquí. Bin Laden y sus dirigentes, refugiados en las zonas tribales paquistaníes que vieron nacer la organización en agosto de 1988, han decidido jugárselo todo a la carta de la ofensiva revolucionaria de sus aliados yihadistas contra el régimen de Islamabad. La provocacion terrorista de Navidad en Detroit intentaba distraer a Estados Unidos con Yemen, para aliviar la presion sobre “al-Qaeda-central”.Al tiempo que moviliza la mayor parte de sus recursos materiales en el escenario paquistaní, al-Qaeda realiza una desmesurada inversión en el espacio virtual de internet, donde sigue disfrutando de una considerable libertad de movimiento. Los sitios yihadistas de internet constituyen hoy en día el principal vector de reclutamiento y de radicalización en las sociedades occidentales, suponiendo una amenaza contra el orden público que debe tenerse plenamente en cuenta.
Análisis: Al-Qaeda, fundada en agosto de 1988 al oeste de Pakistán, esperaba que su vigésimo primer aniversario coincidiera con un nuevo lanzamiento estadounidense de la “guerra global contra el terrorismo” y apostaba por un recrudecimiento del conflicto iraquí, e incluso por un conflicto abierto con Irán. Sin embargo, la victoria de los demócratas en Estados Unidos detuvo esta escalada militar, al tiempo que el presidente Obama tendía la mano a los países musulmanes del antiguo “eje del mal”, con el fin de aislar con mayor eficacia al objetivo de al-Qaeda. Este giro estratégico desestabilizó la organización de Bin Laden, y más aún con la debilitación de su rama iraquí, al tiempo que sus ramas magrebí y saudita-yemení no consiguen recobrar el aliento. Los dirigentes de al-Qaeda, hoy en día refugiados en las zonas tribales que vieron nacer a la organización en verano de 1988, se encuentran desde entonces tentados a adoptar una lógica paquistaní.
Dinámica de supervivencia paquistaní
Este regreso a los lugares exactos de la fundación clandestina de “la Base”, traducción literal de al-Qaeda, no es el fruto de un proceso lineal y planificado, sino la consecuencia de una serie de acontecimientos con los que Bin Laden y sus seguidores han tenido en el fondo poco que ver: entre 1991 y 1996 era Sudán el país que constituía el centro del entramado de al-Qaeda y de su yihad global, y fue la expulsión de Bin Laden de Jartum la que le condujo hacia los confines pastún, en la frontera entre Pakistán y Afganistán; en diciembre de 2001 fue el fracaso de la ofensiva estadounidense de Tora Bora lo que permitió que al-Qaeda escapara a la caída del régimen talibán y se refugiara en territorio paquistaní, al otro lado de la frontera; en marzo de 2003, gracias a la invasión de Irak por parte de las tropas estadounidenses, al-Qaeda se asentó en el centro de Oriente Próximo, aunque fue la resistencia de los movimientos locales la que complicó su existencia en el mundo árabe unos años después.
Al-Qaeda perdió así la base territorial que tuvo en su día en la provincia iraquí de Anbar, situada al oeste del país, en la frontera entre Siria, Jordania y Arabia Saudí, aunque sus redes, aún activas en los alrededores de Mosul, siguen conservando una increíble capacidad perturbadora en la capital, Bagdad, así como en otras ciudades. La organización “al-Qaeda en la Península Arábiga” ha sido erradicada del territorio saudí y se ha visto obligada a replegarse en refugios yemeníes con una capacidad de proyección contra el régimen de Riyad debilitada. En lo que respecta al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) en Argelia, su cambio de nombre en enero de 2007 por la denominación “al-Qaeda en el Magreb Islámico” no ha aumentado demasiado su potencial de proyección transfronteriza, a pesar de las incursiones, los secuestros y los atentados perpetrados de manera esporádica por las redes yihadistas en tierras del Sahara.
Al tiempo que promueve una operación antioccidental de alto impacto a través de sus diferentes filiales, la dirección de al-Qaeda, denominada “al-Qaeda central”, se ve forzada a depender cada vez más de sus propios recursos. Su último intento de atentado grave en los países occidentales se remonta al verano de 2006, cuando se produjo el desmantelamiento en Gran Bretaña de un “complot transatlántico” con el que se pretendía reproducir el horror ocasionado con los atentados del 11 de septiembre a través del secuestro coordinado de una decena de aviones comerciales que tenían como destino Estados Unidos. Los artífices de esta conspiración y de otras ofensivas terroristas abortadas en Europa en los últimos años tienen su centro de operaciones en las zonas tribales paquistaníes. Visto que los diferentes complots terroristas concebidos para “castigar” a Dinamarca por la publicación de las caricaturas del profeta Mahoma habían fracasado, un militante saudí de al-Qaeda perpetró un atentado suicida contra la Embajada de Dinamarca en Islamabad en junio de 2008.
Aunque “al-Qaeda central”, con sus dos o tres centenares de activistas, no constituye más que una minoría entre los miembros de al-Qaeda de todo el mundo (entre 1.000 y 2.000), representa el polo neurálgico de la organización, el núcleo del que emanan consignas, directrices y propaganda, especialmente a través de la vía privilegiada de internet. La sumisión personal a Osama bin Laden, en calidad de fundador y dirigente indiscutible (en cuanto incuestionable) de la organización, acentúa la dimensión estratégica del destino de “al-Qaeda central” para el conjunto de la yihad global. Sin embargo, los reveses infligidos a al-Qaeda en el mundo árabe obligan a la cúpula de la organización a consagrar mucha más energía y recursos para garantizar su propia supervivencia, obsesión que se trasluce tanto en las declaraciones más recientes de Bin Laden, como en las de su lugarteniente egipcio, Ayman al Zawahiri.
Al-Qaeda se encuentra actualmente vinculada al conflicto afgano en unas circunstancias que recuerdan a las de su fundación. No ejerce en 2010 más presión de la que ejercía en 1988 sobre el destino de las armas en Afganistán, donde los seguidores de Bin Laden no superan un centenar, según fuentes estadounidenses. Aún así, la propaganda de al-Qaeda acerca de las proezas militares de sus militantes es inagotable y no cabe la menor duda de que cualquier revés que sufra la coalición occidental en Afganistán se vería magnificado por la organización de Bin Laden, al igual que lo fue en su momento la retirada del Ejército Rojo. Esta manipulación mediática de la temática afgana por parte de al-Qaeda no tiene ningún vínculo directo con su implicación concreta en el futuro de Afganistán, con o sin la OTAN. Porque, al igual que en 1988, las prioridades de al-Qaeda están en otro lugar, están concebidas para llevar el terror revolucionario al mismo meollo del mundo musulmán. Y el objetivo estratégico de al-Qaeda en 2010 no es Afganistán, sino Pakistán.
Bin Laden ha decidido, en efecto, apostar la mayor parte de la energía y de los recursos de su organización por el éxito de la ofensiva terrorista lanzada contra el Gobierno de Islamabad por los aliados paquistaníes de al-Qaeda, ya se trate de talibanes pastunes, desde zonas tribales, ya se trate de grupos yihadistas, asentados en Penjab y en el resto del país. Al-Qaeda hace un llamamiento a la caída de la República Islámica de Pakistán y al asesinato de sus dirigentes, acusados de haber “apostatado” del islam para traicionarlo aún más. Asemeja a los gobernantes paquistaníes con la Norteamérica mancillada, al igual que identificaba en 1989 al régimen procomunista de Kabul con los “infieles” rusos, incluso después de la retirada del Ejército Rojo. Esta artimaña propagandística permite mantener la presión militante en la cámara de resonancia de los sitios web yihadistas, con el fin de designar un objetivo “infiel” que reemplace a los musulmanes efectivamente abatidos, eliminados o asesinados por al-Qaeda.
La vehemencia presente en esta retórica belicista no debe enmascarar el profundo desconcierto de Bin Laden y de su organización. Hoy en día “al-Qaeda central” lucha por su supervivencia en Pakistán, en esas zonas tribales que tanto le han servido de santuario, pero que podrían fácilmente convertirse en una trampa. El motivo de que al-Qaeda busque con tanta virulencia un recrudecimiento de la guerra civil en Pakistán, incluso una crisis regional que afecte a la India, reside en su pretensión de aflojar el torno que la atosiga en sus refugios fronterizos. Por el contrario, la pesadilla de Bin Laden y de al Zawahiri es la búsqueda de la reconquista terrestre emprendida a mediados de octubre en Waziristán del Sur por el ejército paquistaní y vinculada al bombardeo aéreo de los refugios yihadistas por los aviones teledirigidos de la CIA. También en este sentido se riza el rizo en lo que respecta a al-Qaeda, máquina de guerras civiles en el seno del islam, cuyo adversario más temible es ahora el brazo militar de la República Islámica de Pakistán.
La tentación virtual
Internet sigue siendo el último lugar en el que al-Qaeda puede desarrollar sin trabas su estrategia terrorista. Bin Laden y sus allegados dan vida desde su santuario paquistaní a una serie de sitios web afiliados para difundir sus llamadas al asesinato y sus consignas operativas. Esta propaganda del homicidio debe tomarse al pie de la letra. Así, el 5 de agosto de 2009, Ayman al Zawahiri acusó a Francia de ser “enemiga del islam”… desde la expedición de Bonaparte a Egipto en 1798. Tres días después, un kamikaze mauritano intentó volar la Embajada de Francia en Nuakchot en un atentado, afortunadamente, frustrado. En lo que respecta a al-Qaeda en el Magreb Islámico, depende en gran medida del acceso a los sitios web yihadistas, facilitado por su sumisión a Bin Laden, y debe la mayor parte de su influencia a su líder (emir), Abdelmalek Drukdel.
Los dirigentes de al-Qaeda consideran que la “yihad mediática” constituye la mitad de la yihad propiamente dicha y otorgan una importancia fundamental a su actividad propagandística, esencialmente desarrollada a través de internet. Han creado una estructura de producción audiovisual propia llamada As Sahab (que se traduce como “Las Nubes”), que lanza cada dos o tres días documentales originales en los que se alternan sermones políticos y escenas bélicas. Las últimas elecciones legislativas alemanas se vieron acompañadas de una verdadera ofensiva virtual y al-Qaeda movilizó a sus reclutas germanófonos para amenazar a la RFA con la toma de represalias en caso de que renovara su compromiso en Afganistán.
En términos generales, esta ciberyihad permite a al-Qaeda sustentar la ilusión de su omnipresencia en todo el planeta, nutre su prestigio militante y sus capacidades de reclutamiento. También permite a Bin Laden obtener la fidelidad de grupos locales, tanto en Argelia como en Somalia, que acceden como contrapartida a la cámara de resonancia de la yihad global. Este flujo de mensajes e intercambios facilita la estructuración de una red muy concreta de colaboraciones hasta ahora improbables, de manera que, por ejemplo, la diatriba anti francesa lanzada desde Pakistán por un agitador egipcio puede conllevar el cruento sacrificio de un extremista mauritano, a unos cuantos miles de kilómetros de allí.
Bin Laden y sus allegados utilizan internet para compensar su ausencia de legitimidad islámica y para promover su propio culto a la yihad por la yihad. Reducen la extraordinaria riqueza del Corán a unos cuantos versos, siempre los mismos, citados una y otra vez y fuera de su contexto. La secta virtual de al-Qaeda encuentra en la red su vector preferencial de acceso a nuevos simpatizantes, pone sus esperanzas en la deficiente cultura religiosa de éstos para imponer sus tesis agresivas y apuesta por la alienación social, incluso por el exilio interior, de dichos simpatizantes potenciales para fomentar en ellos la violencia física. Internet representa asimismo una herramienta formidable para hacer públicas las técnicas terroristas.
Los obstáculos que dificultan la neutralización de esta amenaza virtual son numerosos y conocidos. Los proveedores de acceso a internet y los defensores de las libertades temen la imposición de cualquier tipo de restricción que, según ellos, crearía un precedente peligroso. Los problemas que plantea la codificación de estas medidas de control en una norma jurídica nacional o internacional son incuestionables. El objetivo se encuentra, sin embargo, bien definido: los sitios web directamente vinculados a al-Qaeda se cuentan con los dedos de una mano y censurarlos no plantea problemas técnicos insuperables. Así, en el octavo aniversario de los atentados del 11-S, dichos sitios quedaron fuera de servicio a través de una intervención discreta, además de eficaz. Con esta medida se consiguió que el mensaje de celebración de Bin Laden fuera difundido con varios días de retraso, por lo que su eco quedó amortiguado.
Hoy en día el reto consiste en que dicha neutralización, hasta ahora puntual, de los sitios yihadistas que absorben una parte considerable de los recursos humanos y materiales de al-Qaeda, se convierta en una neutralización permanente. Además de que los extremistas no podrán destinar a otras acciones subversivas los recursos que empleen para proteger o reprogramar un sitio web dirigido a un sector en concreto, cualquier trastorno ocasionado en las redes virtuales debilitará al conjunto de la mecánica terrorista. Aún así, por último sigue quedando el riesgo, ciertamente ínfimo pero en ningún caso nulo, de que los hechizos asesinos de Bin Laden y sus cómplices acaben convenciendo a algún internauta aislado para que pase a la acción terrorista.
Detroit y Khost
Internet aparece como determinante en los dos complots que han subyugado la actualidad internacional a fines de diciembre de 2009. Fue mediante la red como Umar Faruk Abdulmuttalab recibió el encargo de transportar pentrita en un vuelo con destino a Estados Unidos, en lo que fue una tentativa de atentado felizmente abortada. Ha sido a través de Internet como “Al Qaeda en la Península Arábiga” ha reclamado la autoría de dicha provocación, en un evidente intento por suscitar una intervención directa de Estados Unidos en Yemen. Osama bin Laden y sus seguidores buscan de este modo abrir un nuevo “frente”, en un momento en el que la retirada americana de Irak pone fecha límite a su presencia en este país. Esperan que una implicación de Estados Unidos en Yemen desestabilice a los regímenes yemení y saudí, a los que el terrorismo de al-Qaeda ha sido incapaz de agitar. Ante esta maniobra, el asesor religioso del Rey Abdalá de Arabia Saudí ha reaccionado decretando la implicación en al-Qaeda como incompatible con el Islam. Pero la organización de Osama bin Laden continúa diseminando en la red el dogma de su secta virtual.
Internet se encuentra también en el centro del atentado de Khost, el 30 de diciembre de 2009, que dejó sin cabeza la base de la CIA encargada de seguir la pista de al-Qaeda. El kamikaze, que los servicios jordanos creían haber “retornado” en beneficio de sus homólogos norteamericanos, no había renunciado nada a su fidelidad a Osama bin Laden. Proclamaba de hecho sus conviciones yihadistas en Internet, donde intervenía a menudo bajo el seudónimo de Abú Duyana al-Khorasani. Los oficiales que lo trataban cometieron la falta de no tomar en serio estas amenazas virtuales, creyendo que su “fuente” cultivaba así su “cobertura”. Pero la “cobertura” era tal y bien sincera, y el agente doble grabó junto al jefe de los talibanes paquistaníes un vídeo en el que reclamaba por anticipado la autoría de su atentado suicida. “Al-Qaeda central” ha difundido este documento en Internet, gran instrumento de consolidación de entramados terroristas, exaltando asimismo la alianza entre Osama bin Laden y los talibanes paquistaníes.
Conclusión: Al-Qaeda continúa representando una amenaza para la seguridad europea que depende, poderosamente, tanto de la dinámica paquistaní como de la referida tentación virtual. El complot desmantelado en enero de 2008 en Barcelona es prueba de la peligrosa vinculación de las redes de al-Qaeda con sus aliados paquistaníes ante la perspectiva de un atentado grave en suelo europeo. La ciberyihad representa una de las principales armas con las que cuentan los partidarios de Ben Ladenpara reunir y movilizar elementos susceptibles de generar de nuevo el terror de masas en los países europeos. La sensación de lejanía del conflicto paquistaní y el aspecto ilusoriamente inofensivo de internet no deben inducir a error, ya que la capacidad de reanimar la yihad global en Europa depende ampliamente de la evolución de al-Qaeda en estos dos planos. La reciente focalización en Yemen no debe hacernos olvidar estos hechos esenciales del enfrentamiento en curso.
Jean-Pierre Filiu
Profesor asociado en el Instituto de Estudios Políticos de París