Discurso de inauguración de la conferencia internacional “África en la perspectiva del G20”, celebrada en Madrid el 27 de abril de 2017.
Hoy la prioridad estratégica de España es Europa, que ha pasado de ser política exterior a política doméstica. Es difícil imaginar un proyecto colectivo como país fuera de la UE: preservar su unidad y su fortaleza es esencial para España.
Ahora bien, el principal desafío estratégico de nuestra Política Exterior de mañana es África. Y mañana ha llegado. En 2050 habrá 2.400 millones de africanos, mayoritariamente jóvenes. En Europa seremos 700 millones, algo más envejecidos. Al sur del Mediterráneo millones de jóvenes estarán buscando la forma de ganarse la vida y prosperar, como hacen todos los jóvenes en todas partes. Si la encuentran, contribuirán a su propio bienestar y a la riqueza del continente. Si no la encuentran, florecerá la inestabilidad política y social y probablemente los conflictos.
África como riesgo/amenaza
Tenemos que cambiar la forma de ver África. En 2000 el Economist llamó a África Subsahariana the hopeless continent. Una fuente de guerra, dictaduras, genocidios, enfermedades y pobreza. La respuesta fue la cooperación al desarrollo, y eso hizo España junto a sus socios europeos. África era vista como un riesgo –algunos lo presentan como una amenaza– cada vez más directo y claro a medida que aumentaba la presión migratoria. La inestabilidad africana resultó ser exportable por vía marítima, en frágiles cayucos.
La respuesta exigía ir más allá de la cooperación al desarrollo, y eso es lo que se hizo. España reforzó las embajadas de la región, se negociaron nuevos marcos de diálogo político y las fuerzas armadas y de seguridad españolas incrementaron su presencia en ámbitos multilaterales y bilateralmente con el objetivo de apoyar la estabilidad.
España era uno de los pocos países que sufría este fenómeno. No había antecedentes comparables y tuvimos que desarrollar un modelo propio basado en la colaboración en pie de igualdad con los gobiernos africanos sin dar lecciones, creando confianza para reemplazar una situación perjudicial para ambas partes por una mutuamente beneficiosa.
Esto se hizo –y se hace– colaborando en materia de seguridad, reforzando las propias capacidades africanas, utilizando las herramientas de la cooperación al desarrollo para crear alternativas a la emigración y cooperando con las policías locales para desmontar las redes de tráfico de personas. El éxito de este enfoque integral es tratar las causas profundas del problema colaborando con los países de origen y tránsito. Hay que trabajar cotidianamente y a largo plazo. Mucho de lo que España aprendió hace algunos años tuvo que reaprenderlo el resto de Europa con la crisis de Libia. La UE ha adoptado progresivamente las principales líneas del modelo español. España tiene otra ventaja sobre algunos países europeos: la xenofobia no tiene cabida en la sociedad española y, por ello, tampoco en la vida política. Ello es un bien en sí mismo y además permite trabajar a largo plazo, sin atajos.
África como oportunidad
Año 2050: 2.400 millones de africanos carentes de canales para expresarse políticamente, emplearse productivamente y desarrollarse como personas. Es la visión de “África como riesgo”.
Yo veo África como oportunidad. Según el Banco Mundial, entre 2000 y 2010 África creció a un promedio del 5,4%. Desde 2010, con el fin del superciclo de las materias primas, esa tasa de crecimiento cayó al 3,3% de media, frenado sobre todo por las economías del norte de África, pero sigue por encima del crecimiento de las economías desarrolladas. El FMI predice para África un crecimiento medio del 4,3% en los próximos cinco años. Además, las nuevas tecnologías le permiten a África saltarse etapas del desarrollo y vencer algunas de las limitaciones que le imponen su geografía y sus débiles infraestructuras. África crece y lo hace de forma sólida y cada vez más diversificada. Quizá les sorprenda: España comercia más con África que con América Latina.
África es la próxima frontera de la globalización. Su abundante mano de obra joven la convierte en el candidato ideal para competir con Asia por el liderazgo manufacturero global. Empieza a haber deslocalización hacia África. Su abundancia de tierra cultivable no trabajada ofrece otra oportunidad más. Los propios africanos tienen clara estas oportunidades, plasmadas en la Agenda 2063, y han desarrollado un plan de infraestructuras, con el respaldo del Banco Africano de Desarrollo y la propia UA, para integrar a África en las cadenas globales de valor.
Saludamos que Alemania haya hecho de África la prioridad de su presidencia del G20 y ha anunciado un “Plan Marshall para África” haciendo hincapié en las oportunidades que el continente presenta. África es el continente que más rápido se urbaniza: en los próximos 10 años: 187 millones de africanos se mudarán a las ciudades, donde su productividad media es tres veces mayor que en el campo y se integrarán en la creciente clase media africana. Estas tendencias explican por qué el consumo privado ha crecido al 4,2% en los últimos cinco años, superando el crecimiento de la propia economía. Más de 400 empresas africanas facturan por encima de los 1.000 millones de dólares al año.
Si todas estas tendencias continúan, podemos imaginar un continente que en 2050 no será un riesgo sino que será capaz de absorber la energía de la joven población africana –incluidas las mujeres que deben tener un mayor protagonismo– y transformarla en prosperidad y bienestar para esa misma población y para la de sus socios comerciales. Sería, igualmente, un enorme nuevo mercado para nuestras empresas, a unos pocos kilómetros de distancia.
Alternativa inevitable: amenaza u oportunidad
No podemos ser tan optimistas como para pasar directamente del enfoque de “África como riesgo” al enfoque de “África como oportunidad” sin paradas intermedias. Creo que ahora mismo la visión debe ser la de “África: riesgos y oportunidades”. Ninguna de las visiones se ha impuesto, pero es previsible que una de las dos sea preponderante en los próximos 30 años. Huelga decir cuál de las dos visiones prefieren los propios africanos y, por supuesto, España.
Como decía antes, a pesar del rápido incremento de la inmigración nuestro país no ha producido partidos xenófobos, por lo que debemos, colectivamente, felicitarnos. Pero no significa que seamos inmunes al populismo: si no somos capaces colectivamente de materializar la oportunidad que supone África, se hará realidad su potencial riesgo. La inestabilidad y la presión migratoria darán alas a los que creen que podemos aislarnos del mundo y a los que predican la intolerancia. Los problemas de África son los problemas de España. Construir la España que queremos implica necesariamente ayudar a los africanos a construir la África que ellos desean. Debemos tomar el tren de África como oportunidad o nos arrollará lo que los pesimistas llaman África como amenaza.
Ese es el desafío estratégico para España y para Europa. Nadie alberga dudas sobre el enorme crecimiento de la joven población africana. Eso supone un caudal de energía imparable. Si logramos canalizarlo, convertirá África en la próxima dinamo del planeta.
No es imposible: paralelismo con AL, papel de España
¿Cómo acompañar a África hacia ese futuro deseado? No faltarán los escépticos. Un repaso rápido: la deuda externa supera el 50% del PIB. El 48% de la población está por debajo de la línea de la pobreza. Hay guerras en tres países y conflictos armados en otros cinco, y regímenes autoritarios en 11 países, de los que la mitad son dictaduras militares. Desde luego que el panorama no es alentador. Lo que pasa es que lo que he descrito no corresponde a la situación actual de África, sino a la de América Latina a comienzos de los 80.
En realidad, la situación actual de África es algo mejor. Su deuda externa es similar, en torno al 50% del PIB; su crecimiento es superior al que registraba América Latina en los 80. Según el Banco Mundial, en 2012 la población bajo el umbral de la pobreza en África era del 43%, menos del 48% que registraba América Latina en 1990. Hay conflictos en el continente, subsisten regímenes autocráticos en varios países, pero en los últimos meses hemos visto desarrollos positivos: el autócrata de Gambia cedió el poder tras perder unas elecciones y Somalia ha elegido a su primer presidente democrático. Mucho se debe a los propios africanos y a sus organizaciones regionales como la CEDEAO y la UA.
De hecho, se podría argumentar que el desafío era mayor en América Latina en los 80. El marxismo y la Guerra Fría alimentaban los conflictos. El narcotráfico tampoco facilitó la tarea. Es cierto que en África tenemos el problema del yihadismo y del cambio climático. En cualquier caso, en América Latina 35 años después las dictaduras han ido desapareciendo y los regímenes populistas dejan paso a sociedades más abiertas. La pobreza ha caído al 28% en 2014. Una clase media pujante y urbanizada ha transformado América Latina, que es tierra de oportunidad que las empresas españolas saben aprovechar.
Si se pudo hacer en América Latina, ¿es posible hacerlo en África? Ya hemos visto que las condiciones son similares o incluso un poco mejores. Los propios africanos son conscientes del desafío y han desarrollado su Agenda 2063, su hoja de ruta para llevar a cabo esa transformación. España y Europa debemos emplearnos a fondo para hacer realidad una África próspera.
Líneas básicas de una política exterior hacia África
África necesita lo mismo que todos: niveles mínimos de seguridad; respeto de los derechos humanos y de las reglas democráticas; y erradicación la pobreza. Y sobre eso construir institucionalidad.
Seguridad: ahí está el creciente papel de nuestras Fuerzas Armadas y de Seguridad en misiones en África. Un ejemplo reciente es GAR SI Sahel, un proyecto europeo liderado por nuestra Guardia Civil. Desplegaremos más de 500 guardias civiles para formar a sus homólogos en esos cinco países.
A largo plazo sólo la participación política y la defensa de los derechos humanos garantizan una estabilidad verdadera. La democracia es el mejor baluarte contra los extremismos.
La cooperación al desarrollo es un instrumento clave, pero por sí sola no puede impulsar el crecimiento económico sostenido. Se requieren instituciones abiertas a la competencia, al comercio y a la inversión, capaces de movilizar los recursos de los propios países y de atraer los de otros. La UA así lo ha reconocido en su propia hoja de ruta y desde España apoyaremos sus esfuerzos para crear un marco estable, seguro y propicio a la inversión. Incrementar la renta per cápita es la mejor cooperación al desarrollo y ampliar la clase media es defender la democracia.
España tiene importantes activos que aportar a África. Nuestra sociedad civil es extremadamente dinámica, y apuesta por “África como oportunidad”. Unas 600 empresas españolas están implantadas en África subsahariana y 1.500 tienen actividad comercial en la región. Entre 2010 y 2014 el número de empresas instaladas en el continente se ha multiplicado por siete. Tenemos instituciones como Casa África, que ahora cumple 10 años y realiza una gran labor de diplomacia pública. Es necesario que nuestros centros de pensamiento, como este mismo Real Instituto Elcano, presten más atención a África; este seminario es una buena noticia y espero que sigan por este camino, realzando su perfil africano. Y, por supuesto, es necesario elevar el perfil africano en la administración y en ello estamos trabajando, se lo garantizo. Durante cinco años fui el consejero diplomático del presidente del Gobierno y les aseguro que, para él, África es prioritaria: cree en una visión positiva de África; África como oportunidad.
Conclusión: de nosotros depende
Rara vez tenemos la oportunidad de reconocer las encrucijadas de la Historia. Habitualmente pasan bastantes años hasta que los historiadores logran señalar el momento preciso en que las cosas podían haber sido de otro modo. Hoy conocemos el desafío histórico que África nos planteará en los próximos años. De nosotros depende colaborar decididamente para que África persevere en sus esfuerzos y logre convertirse en un continente de oportunidades, dinamismo, crecimiento, estabilidad, democracia y prosperidad.
Por eso empezaba estas palabras diciendo que África es el principal desafío estratégico que enfrentaremos en el futuro y por eso he tratado de explicar por qué creo que España –y Europa– pueden ser actores relevantes a la hora de construir el futuro que los africanos persiguen y merecen. Tenemos experiencia en desafíos similares y nos va casi tanto en la apuesta como a los propios africanos. Queremos ser sus socios en pie de igualdad, sin cargas históricas ni agendas ocultas. Queremos lo mismo que ellos. Su éxito será nuestro éxito.
Ildefonso Castro
Secretario de Estado de Asuntos Exteriores