De preso a presidente: cambio de gobierno y consolidación democrática en Senegal

El nuevo presidente de Senegal, Bassirou Diomaye Faye, durante la rueda de prensa con motivo de la visita de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, en Dakar. Fondo: Banderas de Senegal y de la Unión Europea.
El nuevo presidente de Senegal, Bassirou Diomaye Faye, durante la rueda de prensa con motivo de la visita de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, en Dakar. Foto: © European Union

La crisis institucional que sacudió Senegal en el primer trimestre de 2024 se ha zanjado con el retorno a la senda democrática. Para alivio generalizado, el expresidente Macky Sall acató la decisión del Consejo Constitucional por la que debía convocar elecciones antes de la fecha oficial de expiración de su mandato, el 2 de abril. Este culebrón político concluyó el 24 de marzo con la victoria del líder de la oposición, Bassirou Diomaye Faye, que ha asumido el cargo en el marco de un traspaso pacífico del poder.

Su ambicioso programa político, autodenominado “panafricanista de izquierdas” y que coloca la lucha contra la corrupción en su centro, goza de una enorme popularidad entre la población joven.

El nuevo presidente, designado sustituto del popular candidato inhabilitado Ousmane Sonko, logró la victoria con un holgado 54,28% de los votos en un giro de los acontecimientos, ya que ambos opositores fueron amnistiados y liberados de prisión tan sólo 11 días antes de la cita electoral. El candidato oficialista y sucesor del expresidente Sall, Amadou Ba (35,79% de los votos), aceptó la derrota y felicitó al ganador sin demora aliviando temores sobre un posible conflicto postelectoral. Los demás candidatos, presentes desde hace décadas en la vida política del país, han sido duramente castigados por el electorado. Estos resultados son el reflejo de una marcada voluntad rupturista en un contexto de descontento generalizado.

Promesas de cambio

Bassirou Diomaye Faye, de 44 años, es el presidente más joven que ha tenido Senegal desde su independencia en 1960. También es el primer polígamo en ocupar el cargo, lo cual tiene importancia simbólica en el marco de un movimiento de recuperación de los valores culturales autóctonos. Se podría decir que colidera el gobierno junto con Ousmane Sonko que, siendo en realidad quien aglutina el grueso del apoyo popular, ha sido nombrado primer ministro. Su ambicioso programa político, autodenominado “panafricanista de izquierdas” y que coloca la lucha contra la corrupción en su centro, goza de una enorme popularidad entre la población joven. El pilar principal de su propuesta es la promesa de desarrollo económico a través de la industrialización y la lucha contra las relaciones de poder asimétricas con Francia y la Unión Europea (UE).

En relación con el último punto, el proyecto político reivindica la renegociación de las concesiones de gas y petróleo a empresas multinacionales, así como los acuerdos de pesca con la UE y otras potencias extranjeras, tildados de abusivos por ciertos sectores de la población y ONG como Greenpeace. Además de esto, el nuevo gobierno ha puesto sobre la mesa reconsiderar el uso del franco CFA, una divisa utilizada por ocho países de África Occidental y que es controvertida por su origen colonial, su vinculación actual con Francia y el tipo de cambio fijo con el euro. Esta promesa llega en un momento delicado, dado que las juntas militares que gobiernan Malí, Burkina Faso y Níger planean abandonar esta moneda en favor de una nueva y propia. Es por ello que el nuevo gobierno se ha apresurado a mostrar su compromiso con el proceso de integración de la Comunidad de Estados de África Occidental (CEDEAO), aunque señalando “[…] sus debilidades, y cambiando ciertos métodos, estrategias y prioridades políticas”. El presidente Faye y su equipo hacen malabarismos dialécticos para dar voz a un viejo malestar en la sociedad civil y, a la vez, tranquilizar a inversores extranjeros y países aliados.

En cuanto a la industrialización, la premisa principal del programa electoral es el fomento de la explotación de las materias primas, la mano de obra y la expertise local en todo el país (no sólo en la región de Dakar, la capital, que concentra el 80% de la inversión pública). En concreto, propone la creación, con intervención estatal, de cadenas de valor agrícolas para cambiar un modelo económico demasiado dependiente de las importaciones. Asimismo, promete la mejora de las condiciones de trabajo de los pescadores senegaleses, ampliando la zona reservada para ellos a 20 km desde el litoral. También se contemplan medidas de promoción de empresas locales en detrimento de entidades extranjeras, particularmente en sectores estratégicos.

Un nuevo horizonte: análisis de los resultados, retos y oportunidades

La salida del bloqueo institucional, el reconocimiento de la derrota electoral y la cesión pacífica del poder por parte del gobierno de Macky Sall son síntomas inequívocos de salud democrática. Tras un inquietante periodo de reticencia, el expresidente Sall renovó su compromiso con la democracia y la separación de poderes al respetar la mencionada decisión del Consejo Constitucional y renunciar al poder. A nivel regional, éste es un ejemplo muy valioso: demuestra que es posible generar cambios políticos importantes y canalizar demandas populares, también de corte panafricanista y antiimperialista, a través de procedimientos democráticos, sin necesidad de un golpe de Estado. Por otro lado, la consolidación de la democracia senegalesa eleva los estándares de cara a otros países de la región que sufren un retroceso democrático, como Costa de Marfil.

A nivel nacional, la cómoda mayoría obtenida en las urnas por el nuevo gobierno muestra el atractivo que ejerce el discurso anticolonial y panafricanista sobre la población senegalesa. En este sentido, el ejecutivo debe mostrar prudencia al implementar sus promesas electorales. Concretamente, la cuestión del franco CFA debe abordarse sin precipitaciones y en concierto con el resto de los países de la CEDEAO. Asimismo, es importante que reivindicaciones legítimas en favor de la soberanía nacional y los valores culturales autóctonos no se traduzcan en pasos atrás en materia de igualdad de género o en más violencia institucional hacia el colectivo LGTBIQ+. De hecho, el nuevo gobierno ya ha sido criticado por una drástica disminución en el número de mujeres: sólo hay cuatro ministras en un gobierno que cuenta con un total de 21 ministerios y todos los secretarios de Estado son hombres.

Para la UE, sus Estados miembros y Francia, en particular, este cambio de gobierno debe verse como una oportunidad para reequilibrar sus relaciones con Senegal y mejorar la imagen que proyectan en el país. Ésta ha sufrido una severa degradación en favor de otras potencias, como Rusia y China, debido a acusaciones de neocolonialismo, explotación e hipocresía. En el contexto actual de competición geopolítica, la UE es consciente de la necesidad de reformular sus relaciones para revertir esta tendencia. Para sentar las bases de un nuevo partenariado entre la UE, sus Estados miembros y Senegal, la interlocución con el nuevo gobierno debería caracterizarse por la horizontalidad, el respeto y el beneficio mutuo, alejándose de errores del pasado.

Se respiran aires de cambio en Senegal. Los retos del nuevo gobierno son numerosos y su programa político ambicioso. El tiempo revelará si Faye y su equipo son capaces de implementar las profundas reformas prometidas con la prudencia que requiere evitar efectos indeseados. En cualquier caso, hoy se ha de celebrar la resiliencia de la democracia senegalesa y su consolidación tras un impasse preocupante. La culminación del traspaso de poder tras los comicios es una muy buena noticia tanto para la población senegalesa, que ha podido expresarse a través de las urnas, como para la CEDEAO y la UE, que siguen contando con un aliado democrático fiable.